Estilo

Así vivieron cuatro nicaragüenses el terremoto en México
Foto: EFE

     

En sus casas, en la calle y en el aeropuerto, allí fueron sorprendidos cuatro nicaragüenses el 19 de septiembre a la 1:14 p.m. cuando en México se registró un terremoto de magnitud 7.1, con epicentro en el estado de Morelos, que ha afectado principalmente a la Ciudad de México, Puebla y Guerrero. Hasta la fecha, se registran 237 muertes y 45 edificios desplomados. El país está paralizado. Esto, a 37 años del terremoto de 1985 y a doce días de otro de 8,2 grados de magnitud.

Se calcula que más 50 millones de personas sintieron el sismo, entre ellos, los nicaragüenses que han migrado a este país del norte por distintas razones. Cuatro de ellos narran a Niú cómo vivieron estos sucesos dentro de la Ciudad de México, una de las zonas más afectadas por el desastre:

Diana Ulloa, 26 años. Fotoperiodista freelance para Agencia Francesa de Prensa. Vive en México desde hace dos años. 

Era el aniversario del terremoto del 85 y como estoy en el mero centro histórico, hacen una ceremonia con Mancera (el Gobernador), y fui a hacer fotos. Luego para las 11 estaba programado un simulacro y como en esta zona hay varios hoteles y está cerca la Secretaria de Relaciones Exteriores y varios edificios del Gobierno, fui a hacer fotos de eso también . 

Foto: Cortesía Diana Ulloa

Luego regresé a mi casa, yo vivo en un décimo piso, y me quedé viendo tele. En realidad creo que tuve un presentimiento, porque no me cambié de ropa, dejé los zapatos deportivos cerca, todo como para estar lista y salir corriendo. De repente comienza a temblar y yo dije «qué raro» porqué no se activan las alarmas sísmicas, pero en este caso comenzó a temblar y hasta después se activaron.

Cuando ya vi que era muy fuerte dije «no, mejor me quedo sentada, me voy a caer», y además muchas de las cosas del apartamento se quebraron. Lo primero que hay que hacer aquí es apagar el gas, hice eso y luego agarré mis cosas. Como siempre mantengo preparado mi bolso y la cámara, bajé y cuando llegué, algunas paredes de la planta baja estaban dañadas. Aquí en la Avenida Juárez, que da con Bellas Artes, era un mar de gente, todos en la calle, y la policía, como ya estaba en el simulacro, estaba presente minutos después.

Fueron apenas 12 días, entre el sismo del siete y el de este martes, pero con este último las alertas sísmicas no sonaron antes porque fue muy cerca de la ciudad, cuando en las costas suenan a veces entre 40 y 50 segundos antes.

En esta zona los edificios son más nuevos y por eso tal vez no hubo tantos daños. Pero en la Colonia Roma y La Condesa es donde está devastado ahorita, hay edificios dañados y mucha gente se que quedó atrapada. 

La gente tiene mucho miedo que haya réplicas. En mi edificio mucha gente agarró sus maletas y se fue. Vos te vas a los parques y hay mucha gente en casa de campaña, con sus maletas. Pareciera que hubo una guerra. Pero también es increíble la cantidad de gente ayudando, no te imaginás cómo los mexicanos han salido para apoyar a los demás. Toda esta zona es centro de acopio, en realidad si vos necesitás algo la gente te ayuda, la gente ofrece su casa, liberan su redes de wifi, la gente que tiene carro ayuda a transportar los centros de acopio. 

José Ernesto Alaniz, 29 años. Estudiante de posgrado en la Universidad Iberoamericana de México. Tiene un año y dos meses de vivir en Ciudad de México. 

Me dirigía hacía la universidad en un Uber, cuando tanto el chófer, mi compañero de viaje y yo, sentimos que «algo» había empujado el vehículo a su derecha, contiguo a la acera. En ese mismo momento se activaron las alarmas sísmicas de la ciudad, no entendía bien lo que estaba pasando.

  • EFE/Presidencia México

El conductor bajó la velocidad, puso las intermitentes y mientras avanzábamos veíamos cómo la gente corría, lloraba y gritaba. El señor puso el noticiero y seguíamos viendo cómo las señales de tránsito y postes del tendido eléctrico se movían de un lado a otro. Se fue la luz y el tráfico se hizo un caos. Hasta entonces caímos en cuenta sobre el terremoto. Lo bonito de los mexicanos es que tienen la cortesía para organizarse, cosa que tienen más desarrollada que nosotros los nicas. En el tráfico la gente se logró organizar y dejaba pasar a peatones y hasta otros vehículos. Lo que pudo ser un gran desastre de tránsito no pasó a más gracias a la amabilidad de la gente.

Finalmente, llegué a la universidad y estaba cerrada. Toda la zona estaba caótica. Los alumnos se veían desesperados por salir, la gente lloraba sin parar, mucha gente buscaba una forma de contactarse con sus familiares, además, no había transporte. Yo me encontré con un compañero hondureño que vive por la misma zona que yo y optamos por buscar algún medio para regresarnos, pero nos fue imposible, así que nos tocó caminar más de 10 kilómetros hasta casa, porque no era seguro quedarse ahí.

De regreso, noté que nada en mi apartamento se había dañado, lo cual es lógico por la zona que vivo. En cuanto pasó el hecho yo me contacté con mis familiares para que no se preocuparan por mí. Actualmente estoy resguardado en casa y abierto a la ayuda que pueda dar. Hay un ambiente terrible porque hay muchas especulaciones de cosas que pueden pasar, pero nada es seguro. Yo trato de mantener la calma por mi propia seguridad.

Foto: EFE

Ana Largaespada, 27 años. Estudiante de posgrado en la Universidad Iberoamericana de México. Tiene dos años de vivir en el país. 

Estoy en la recta final para terminar mi maestría. Es decir, estoy tan enfocada en mi tesis que casi no salgo a ningún lado. A eso de la una de la tarde, estaba terminando de almorzar y mi novio estaba haciendo su hora de meditación, como acostumbra hacerlo todos los días. Dos horas antes de lo que pasó, se hizo un simulacro en conmemoración el Terremoto del 85, en el cual no participó nadie del edificio donde vivimos.

Mi apartamento está en la parte sureste de la Ciudad de México. Las construcciones de aquí están sobre rocas volcánicas y los sismos de veces anteriores no se han sentido tan fuertes, pero igual se sienten.

Foto: Cortesía Diana Ulloa

El de esta vez, al principio se sintió un leve movimiento y después se comenzó a mover todo súper feo. Sinceramente a mí me entró mucho miedo y lo primero que hice fue gritarle a mi novio y abrir la puerta del apartamento, que tiene dos cerraduras y una es con llave. Me desesperé porque él no salía de su estudio y la llave no abría. El terremoto duró como cuatro minutos, sentía como si era interminable. Fue una experiencia traumática.

Cuando logramos salir, bajamos las escaleras y nos encontramos con los vecinos. Todos muy nerviosos y preocupados. Fue súper difícil ver a la gente así. Afortunadamente, nadie de ellos tuvo pérdidas materiales. Efectivamente vivimos en una zona muy segura, en comparación al centro del D.F. Las recomendaciones oficiales nos indican no salir de donde estamos, pero las puertas de nuestra casa están abiertas para el que las necesite. También fuimos a comprar cosas para donarlas.

Yo desearía ir a apoyar, pero por la salud de mi familia en Nicaragua decidí quedarme en casa. Ha sido una situación muy estresante y me llené de miedo profundo. Pero somos afortunados y estamos preocupados por los otros que no corrieron con la misma suerte.

Sergio Cabrales, 24 años. Profesor e investigador de la UCA. Visitó México para reuniones laborales y un congreso de Ciencias Políticas. 

Mi salida hacia Nicaragua era el día martes a las tres de la tarde, entonces yo ingreso al aeropuerto a eso de las diez de la mañana porque ya me habían advertido que iba a haber un simulacro. Como a la una y algo, que sucedió el temblor, yo estaba buscando algo de comer. La situación fue compleja porque por todos los controles migratorios no podés salir, y aunque el edificio estaba teniendo complicaciones, fisuras, no podíamos salir hasta que nos evacuaron. 

Foto: Cortesía Diana Ulloa

Yo estaba en la terminal dos, que aparentemente fue una de las que sufrió más daños. El personal del aeropuerto empezó a decir hay que evacuar porque hay demasiados daños y esto se puede colapsar en cualquier momento. Literalmente nos tiraron a la calle del aeropuerto, a la glorieta que está enfrente. Yo viajaba solo pero estaba con cientos miles de personas que estaban en las mismas condiciones que yo. 

En ese momento, yo no sé nada, no he visto noticias, no tengo internet. Mi susto fue ver el Ejército en las calles, los helicópteros por todos lados. Luego abrieron de poco a poco el aeropuerto, pero una vez estando adentro, vuelve a sonar la alarma sísmica y fue otro alboroto. Nos sacaron, pero ya volví a entrar media hora después. 

Yo decidí no moverme, porque estaban informando que en el centro la cuestión estaba bien complicada. Básicamente me quedé de edecán, sirviendo de traductor a gente que estaba aterrada y no podía comunicarse. Dormí en el aeropuerto y reprogramaron mi vuelo. Salí este miércoles a las nueve de la mañana, vine a Managua a las 11 y 45. Como en ningún otro viaje, sentí un alivio de regresar a Nicaragua. 


¿Te gustaría ayudar? Aquí algunas formas de hacerlo:

Si vivís en Nicaragua:

Si residís en México:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.