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Danielle y Massiel, dos madres adolescentes con realidades totalmente distintas

Embarazos adolescentes: Las niñas olvidadas
5 de cada 10 hombres que embarazaron a una adolescente no se hacen responsables ni emocional ni económicamente del bebé | Fuente: Lo que debe ser penoso

Nicaragua se destaca por ser el país con la tasa de embarazo adolescente más alta de la Región

     
*Massiel, a petición de la entrevistada, es un nombre ficticio.

Danielle Talavera tenía 13 años y cursaba el primer año de secundaria, cuando en un chequeo médico le dijeron que estaba embarazada. Tenía ocho meses de gestación y no lo sabía.

Tuvo que cambiar las muñecas por pañales, y en lugar de cargar libros, comenzar a chinear un bebé. Como muchas adolescentes nicaragüenses, Danielle se enfrentaba a un embarazo a temprana edad y es que Nicaragua se destaca por ser el país con la tasa de embarazo adolescente más alta de la Región: tres de cada diez mujeres menores de 25 años, han tenido su primer embarazo antes de los 18 años, revela un estudio de la campaña “Lo que debe ser penoso”.

«Todo fue más difícil, pero logré llegar»

A los 11 años, Danielle era reina en concursos de belleza y deportista estrella de su colegio. Eso atrajo a Julio, seis años mayor que ella, y futuro padre de dos de sus hijos.

Dos años después del cortejo se hicieron novios. Él iba a visitarla a su casa en Jardines de Veracruz, mientras sus papás trabajaban. Al principio eran solo pláticas y algunos besos, hasta que Julio le propuso tener relaciones.

Danielle semanas antes de dar a luz a su primer hijo | Cortesía

Ella no sabía qué era o cómo se tenía sexo, mucho menos las consecuencias del acto, pero “por amor” decidió seguirle la corriente a su novio. Danielle es parte del 10.3 por ciento de niñas embarazadas que fueron persuadidas por su pareja para tener relaciones sexuales. Esta es una de las causas más frecuentes del embarazo adolescente.

“Ni en mi familia, ni en mi colegio se hablaba sobre educación sexual, desde tiempos remotos se ve mal que los padres eduquen en sexualidad a los hijos, al punto que yo ni siquiera sabía lo que era un preservativo”, recuerda la ahora madre de tres hijos.

Falta de educación sexual

Según “Lo que debe ser penoso”, una de las principales razones del embarazo a temprana edad es la falta de información sobre sexualidad entre los jóvenes. “Se tiene que ver la sexualidad en general como saludable, importante y no como algo penoso”, afirman en la carta de presentación de la campaña.

Meses después de tener sexo por primera vez, Danielle comenzó a tener mareos, aumentó de peso y dejó de menstruar, pero ni remotamente creyó que podía estar esperando un hijo. «Pensaba que la primera vez era imposible quedar embarazada», cuenta entre risas al regresar a lo que llama «ignorancia de chavala».

Como su familia tiene un historial de irregularidades menstruales le comentó a su mamá sobre la ausencia de sangrado y decidieron llevarla al médico, fue ahí cuando descubrió su embarazo. No entendía lo que pasaba, “no sabía cómo cuidarme a mí misma, era una niña mimada que nunca había movido un pie ni para limpiar el lugar donde estaba sentada”.

Danielle de 16 años junto a sus hijos Diana y Dylan | Cortesía

Miedo al rechazo social

La sexóloga nicaragüense Ana Salgado explica en su blog que cuando una mujer queda embarazada a temprana edad, y más si es pobre, es juzgada y marginada. «Muchos colegios públicos y privados las expulsan por ser un mal ejemplo. Son castigadas constantemente; las amigas se retiran por que los padres de ellas ya no están de acuerdo con la amistad o porque sencillamente ya no se tienen los mismos intereses. Todo esto hace que las niñas se sientan disminuidas, que valen menos como personas”.

Danielle sufrió por miradas que la juzgaban y menospreciaban durante y después del embarazo, recuerda que la gente murmuraba al verla.

“No te le acerqués a esa chavala, es mala influencia”, “Ya echó a perder su futuro”, eran algunas de las frases que más decían sobre ella. Nunca se sintió «menos» gracias al apoyo que le brindó su madre.

Después del nacimiento de Dylan, su primer hijo, se mudó con Julio y a los 16 tuvo a su segunda hija: Diana. Sufrió violencia intrafamiliar y decidió regresarse con su familia materna. Se llevó a sus dos hijos.

Con el apoyo de sus padres siguió estudiando los domingos y comenzó a trabajar de lunes a sábado, ofreciendo productos en los centros de compras, sacó su bachillerato y poco a poco su licenciatura en Psicología. “Todo fue más complicado porque no solo tenía que ver por mi educación sino por la de dos personitas más”, recuerda.

De izquierda a derecha, Dylan, Danielle, Daniela y Diana | Carlos Herrera | Niú

Hace seis años tuvo a su tercera hija.

Danielle actualmente tiene 36 años y es dueña de una tienda de ropa virtual. Nunca le ha ido mejor, afirma.

Julio se volvió a casar y tuvo otra hija. Él trabaja en un callcenter y mantiene una muy buena relación con su ex esposa.

¿Cómo actuar como padre?

Aunque no está arrepentida de tener a sus hijos, Danielle asegura que si pudiese ir al pasado haría las cosas distintas. Ahora ella trata de enseñarle a sus hijos los riesgos de iniciar una vida sexual prematura y los métodos de prevención. “Yo no fui abierta con mi mamá sobre nada de esto, me daba pena y seguramente a ella también, ahora quiero darle esa confianza a mis hijos para que me vean como una amiga y me digan lo que les pasa”, comenta.

Según la sexóloga Ana Salgado, si como padre no te ha tocado tener a tu hija o hijo adolescente esperando un bebé pero querés prevenirlo, una de las mejores maneras de hacerlo es teniendo una relación abierta en la que  se pueda aconsejar al joven, “porque al final de cuentas, no se puede esperar lo que no enseñamos”.

La experta enfatiza en la importancia de hablar sobre educación sexual en los hogares, además de ayudar al adolescente a entender «la responsabilidad en sus acciones al momento de hacer cosas sin valorar las posibles consecuencias».

La campaña Lo que debe ser penoso explica que la mejor forma de prevenir embarazos no deseados, es aconsejar de una manera pro-activa, evitando frases como «No vayas a hacer alguna estupidez» o «No me decepcionés» y reemplazándolas por unas que integren metas y valores como «Sin un hijo a tu cargo, podrías obtener una beca para estudiar al otro lado del mundo».

Carlos Herrera | Niú

En Nicaragua muy pocas mujeres corren con la suerte de Danielle. Apenas un 5.3 por ciento de las adolescentes que salen embarazadas logra ir la universidad, muchas no terminan la secundaria o solo cursan la primaria revela el informe de “Lo que es penoso”.

Las Regiones Autónomas y Jinotega, son los sitios en los que hay más casos, sin embargo, en Managua se ha registrado un incremento en comparación al 2007. Más niñas capitalinas, están dando a luz. Eso le pasó a Massiel.

«Quería ser doctora…»

Massiel, de 12 años, todavía salía a jugar pelota con sus vecinos en el municipio de Ciudad Sandino, cuando a la fuerza su familia la «juntó» con un hombre ocho años mayor que ella.

Era analfabeta pero tenía el sueño de algún día estudiar Medicina. Pensaba que los bebés aparecían en las puertas de repente, pero su inocencia fue arrebatada cuando cumplidos los 13 estaba dando a luz a su primera hija.

Massiel nació de una madre soltera y un padre al que nunca conoció. Desde pequeña vivió en una casa de zinc y tablas viejas de madera en la que habitaban once personas más, y estudió hasta el segundo grado porque su mamá no veía provechosa la educación.

Cuando la juntaron a la fuerza con un amigo de la familia, para Massiel no había opción de decidir, lo único que le quedaba era aceptar, dice. Su primera relación sexual fue a la fuerza: “No sabía qué era tener sexo, no quería hacerlo, pero esa era mi realidad y tuve que afrontarla”, expresa la joven hoy de 24 años. Poco después de cumplir los 13 años salió embarazada.

Según el Código Penal de Nicaragua todo embarazo de una menor de 14 años es resultado de una violación. De acuerdo al informe de Lo que debe ser penoso, uno de los factores del embarazo adolescente es la diferencia de la edad entre las parejas, que deja vulnerables a las niñas en la toma de sus decisiones en torno a la sexualidad.

Las consecuencias

Aunque en su barrio no fue totalmente excluida debido a que era “lo normal”, a Massiel todavía le aterra su experiencia en el hospital público donde fue atendida.

“No entendía nada de lo que me hablaban en el hospital, una enfermera se me acercaba a decirme que para la próxima no anduviera de “gancho loco”, me sentía mal, me quería ir de ahí, además que los dolores de parto han sido lo más feo que me ha pasado en la vida”, cuenta.

Según la ginecobstetra Brenda Aragón Vega, las adolescentes corren más riesgo a nivel físico en comparación a mujeres mayores de 20 años, debido a que los órganos reproductivos no se han terminado de desarrollar.

“Una niña de trece años no puede tener parto natural, se tiene que proceder con cesárea, esto se hace más difícil en las zonas rurales donde muchas niñas mueren por sangrados al momento de dar a luz”, expresa la experta.

También las adolescentes tienen más probabilidades de tener Preeclampsia (enfermedad que provoca que se le suba la presión a las embarazadas) partos prematuros y abortos forzados.

En un estudio de Planned Parenthood Global se afirma que las adolescentes encinta tienden a padecer de depresión, ansiedad, y un estrés post-traumático que se agrava en aquellas que fueron abusadas sexualmente.

De las niñas nicaragüenses analizadas en la investigación citada, 14 por ciento ha pensado en el suicidio por un embarazo.

La supervivencia de las adolescentes en el campo laboral

Después del nacimiento de su hija, Massiel se dedicó a lavar y planchar. No entendía la maternidad. Era una niña cuidando a otra niña. Su mamá también comenzó a trabajar más duro para ayudarle económicamente ya que su “marido” comenzó a meterse en pandillas.

Las mujeres que fueron madres en la adolescencia tienen más probabilidades de insertarse al sistema laboral inmediato (para trabajos como asistentes del hogar, en zonas francas, entre otros) en comparación con las mujeres que esperaron más tiempo para ser madres. Sin embargo, una vez dentro del sistema, les es más difícil encontrar un trabajo bien remunerado revelan las estadísticas de “Lo que debe ser penoso”.

Pese a las dificultades que atravesaba Massiel, tres años después de tener a su primer hijo, se embarazó de nuevo. Tenía 16 años. El proceso fue el mismo: comenzó a lavar y planchar de cinco de la mañana a ocho de la noche, aunque no muchos la contrataban porque, según ella, no lo sabía hacer bien.

Cuenta que muchas ONG’S han tratado de educarla en sexualidad, pero ella “ya sabe lo suficiente”. Con el paso de los años su situación no ha mejorado, sigue con el mismo hombre, que entra y sale de la prisión por robos y pleitos con pandillas. Actualmente está desempleada, ninguno de sus hijos estudia (la mayor solo llegó a primer grado y el menor nunca ha entrado a un salón de clases, porque Massiel no ve necesario que estudien), y el tercero viene en camino.

«No se me ha olvidado lo de querer ser doctora -asevera entre risas- Pero ya la vida se olvidó de mi», concluye.

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