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La protesta cívica en Nicaragua se vuelve exprés
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En lo que va del año los estudiantes han realizado al menos cuatro manifestaciones dentro de la UCA. Carlos Herrera | Niú

Desde pegar stickers, hasta realizar piquetes en pocos minutos. Protestar se ha convertido en un “delito”, pero los universitarios no han dejado de hacerlo.

A casi un año del inicio de la rebelión cívica y tras la prohibición de la dictadura a las protestas, las manifestaciones en Nicaragua se intensifican. En los pasillos de la Universidad Centroamericana (UCA) se puede medir el pulso. Allí es uno de los pocos lugares donde las formas de rebelión todavía viven.

Los plantones son encabezados por estudiantes que sin previo aviso salen de sus clases, se meten a los baños, cambian sus ropas, tapan sus rostros, sacan las banderas de sus mochilas y levantan sus puños para exigir el fin de la dictadura. No duran mucho. No pasan de la media hora, pero su impacto es evidente. En las redes sociales, cada vez que los universitarios de la UCA protestan se convierten en noticia. Por muy pequeña que sea, cualquier tipo de disidencia contra el régimen es un riesgo. Ellos lo saben y lo asumen. En cuatro “piquetes” que han habido en el último mes, la policía no ha parado de asediar el recinto. Si la protesta sale a las calles, se activa la represión, como ocurrió el 16 de marzo en Managua.

Este lunes, cuando se cumplían once meses de rebelión cívica, un grupo de estudiantes realizaron la cuarta protesta exprés del mes. Con sus rostros cubiertos, estos jóvenes anónimos se pronuncian porque quieren “un cambio para el país”. La protesta en Nicaragua fue declarada “ilegal” por la Policía Nacional, y quien intente saltarse esa prohibición le espera represión y cárcel. El sábado fue un ejemplo de ello: 164 personas fueron detenidas y posteriormente liberadas por una mediación.

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Un estudiante tapa su rostro para no ser reconocido mientras protesta. Carlos Herrera | Niú

Sin convocar

Las convocatorias a estos plantones “exprés” no son masivas ni públicas como antes. Estas nuevas manifestaciones estudiantiles se convocan a través de grupos cerrados y mediante aplicaciones encriptadas como Signal y Telegram. Los jóvenes no solo cuidan su seguridad física, también la digital.

“Libertad para los presos políticos”, grita un estudiante mientras otra decena recorre los pasillos de la universidad. Otro grupo se les une. Dentro de las aulas, un profesor interrumpe la clase al ver que todos sus alumnos dejaron de prestarle atención y miran impávidos hacia la ventana la protesta que avanza. Hay reacciones de todo tipo, pero las que más se pueden notar son opuestas entre sí: solidaridad en algunos, indiferencia en otros.

Afuera del recinto la realidad es otra. Una decena de camionetas de la Policía Nacional permanece formados en cordón a la expectativa. Los portones de la universidad se cierran en ese momento y la seguridad del recinto se eleva. La tensión en los primeros días era evidente: ¿Se atreverían a entrar los policías con el fin de aplacar la rebelión?

— ¿Tienen miedo de que la policía en algún momento quiera entrar a la fuerza? —le pregunto a la China, una estudiante que ha participado en todos los plantones.

— No te voy a decir que no tengo, porque sí tengo, pero pasará lo que tenga que pasar. Sabemos que la universidad no tiene las condiciones para que podamos salir de una manera segura —afirma.

Afuera de la universidad un grupo de antimotines permanecen a la expectativa de cualquier brote de rebelión. Jorge Torres | EFE

Y es que la represión y el temor ha hecho florecer el ingenio de la comunidad estudiantil. Ninguno de ellos desea exponerse de balde, y por esta razón tienen sus propias estrategias de salida cuando finaliza la manifestación. Una de ellas es taparse el rostro con lo que tengan a mano: desde chaquetas, pañuelos, camisas, gorras… Otra es salir de la universidad como si nada pasara. La China cuenta que incluso cuida su “lenguaje corporal”.

“Salir es una osadía. Tenés que pensar en todo cuando ellos siguen afuera y toca irnos, que si los volteas a ver, cómo está tu cara, tu lenguaje corporal… No vivís tranquilo”, asegura. Hasta el momento les ha funcionado. Ningún estudiante de la UCA que ha participado en estas manifestaciones ha sido capturado.

Mensajes simbólicos

Quienes están fuera de estos espacios, puede pensar que estas protestas son “espontáneas”, pero no todas son así. Algunas se planean con anticipación y se “calendarizan”. Nada es improvisado, porque también la seguridad está en juego. También se llevan a cabo en días simbólicos, como el primero de marzo (Día Nacional del Periodista), o el ocho de marzo (Día de la Mujer).

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Estudiantes marcharon dentro de la UCA en el Día de la Mujer, con el fin de exigir la libertad de las presas políticas. Carlos Herrera | Niú

“Lo que sí tenemos que estar viendo es cómo está el contexto, para así saber si en ese momento habrá más asedio del que estamos acostumbrados”, explica la China con tono de experiencia. Deja a relucir su conocimiento sobre manifestaciones cívicas. Nada de esto lo aprendió en la universidad, sino hace once meses, en las calles de Managua, a punta de asedio y represión. “Siento que soy una estudiante de medio tiempo y una activista de tiempo completo”, sentencia.

“Estamos enojadas”

Alex tiene 18 años, y ha burlado al régimen en más de una ocasión. El ocho de marzo fue un día especial para ella. Llegó a la UCA, sacó su pañuelo morado y marchó por los pasillos del recinto junto a sus amigas. En dos años, era la primera vez que no salía a las calles para conmemorar esa fecha.

En ediciones anteriores, las marchas convocados por los movimientos feministas eran asediadas por la policía, pero los colectivos de mujeres podían caminar unos cuantos kilómetros antes de toparse con un cordón de antimotines. En esta ocasión no fue así. Las vías de la capital no se llenaron de morado.

Ante esto, un grupo de estudiantes demandaron en el “#8M” de Nicaragua la libertad de los presos políticos políticas y el respeto a los derechos humanos de las reas. Fue el segundo piquete convocado en la UCA por un grupo de estudiantes.

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Debido a la represión han «florecido» otras formas de protestas, como los sticker y los mensajes escritos en lugares públicos. Carlos Herrera | Niú

“Tengo dos años de ser feminista y sé que las feministas han luchado desde hace mucho contra el régimen. Me siento con el deber de seguir en la lucha”, dice Alex con aplomo.

El 27 de febrero esta universitaria protestó en el predio de la Catedral Metropolitana de Managua, cuando reiniciaron las negociaciones entre la Alianza Cívica y la dictadura de Daniel Ortega. Junto a un grupo de compañeros quedaron atrapados dentro del predio, pues un contingente de policías tenía bloqueada la entrada principal a la espera de capturar a los manifestantes. Finalmente, los universitarios pudieron salir por una gestión entre los negociadores.

“Estábamos en contacto con alguien de la Alianza y nos dijo que la policía tenía orden de no capturar, porque iba a ser controversial que en el mismo día del diálogo apresaran a más de veinte personas que estábamos ahí”, relata.

Pero esa no fue la primera vez que desafió al aparato represivo del régimen. A finales de enero, ella protestó en Rubenia, junto a un grupo de amigos. En un video divulgado en las redes sociales la joven aparece con una bandera de Nicaragua y grita: “¡Viva Nicaragua!, ¡No les tenemos miedo!” Fueron dos minutos llenos de tensión, porque en cualquier momento podían llegar y apresarla.

“Ese momento para mí fue de libertad. He estado en esta lucha desde el comienzo y me gusta marchar y manifestarse. Lo que quiero es que la gente mire que los jóvenes seguimos, que estando de pie ante esto. Me emociona mucho. Después de tantos meses de no manifestarnos, todo lo guardado salió ese día”, narra.

Alex pudo salir sin mayores altercado del lugar, pero su imagen quedó como un símbolo claro: después de 325 muertos y más 700 presos políticos, los estudiantes exigen un cambio en Nicaragua por la vía pacífica. La protesta exprés, que va desde pegar stickers en la calle hasta realizar piquetes públicos en pocos minutos, es la última forma de “resistencia cívica” de los “autoconvocados”.

“Ya no están los atrincherados, no hay tranques… No hay nada. Solo está nuestra voz. Y nos arriesgamos para salir, sabemos que haciéndolo la gente va a tomar más animo y más conciencia de seguir luchando”.