Perfiles

«Lucho» Fuentes, el sonidista de las revoluciones
Luis "Lucho" Fuentes. Foto: Cortesía

"Lucho ha sabido enseñarnos a escuchar los sonidos de los logros y frustraciones de nuestros pueblos en lucha”

     

Antes de ser arrastrado por un río tras huir de la emboscada de un grupo guerrillero, visitar una fosa de muertos y filmar un asesinato, Luis Fuentes se encargaba de proyectar películas en una sala de cine.

Cuando él veía un avión en el cielo, soñaba con recorrer el mundo y se le cumplió. Su primera estación fue Nicaragua, pero no para ir de paseo, sino para grabar los sonidos, lamentaciones y clamores de un país en guerra.

Luis Fuentes es costarricense y un destacado sonidista de cine que contribuyó a la creación de las memorias audiovisuales de las revoluciones sociales que se daban en Centroamérica en la década de los setenta y ochenta.

Con casi 40 años de trayectoria capturando el sonido de decenas de filmes, Luis, apodado “Lucho” por cariño, conserva en su casa enormes cajas llenas de películas en las que ha trabajado, y un saco repleto de empaques de medicamentos para la enfermedad de Parkinson.

El cine en la vida de Lucho

Para los años setenta se vivía en Latinoamérica un auge en la producción artística. Movimientos de cineastas apostaban por romper con esquemas tradicionales en las formas de hacer cine. Hubo cuatro costarricenses, un nicaragüense y un inglés que establecieron en Costa Rica la primera productora y distribuidora cinematográfica de Centroamérica llamada Istmo Films.

En el mismo edificio de Istmo Films, en 1977 inauguraron la «Sala Garbo”, donde se proyectaban películas no comerciales. Fue entonces cuando Lucho llegó: Era “un muchacho sonriente, muy simpático con muchas ganas de trabajar y de ser útil” que acompañaba a su papá quien era el proyeccionista de la sala, recuerda Antonio Yglesias, costarricense y cofundador de Sala Garbo.

Lucho Fuentes (izquierda) opera el sonido en la filmación de un documental en Nicaragua. Foto: Cortesía

Lucho tenía 18 años y ayudaba a su padre en tareas menores que lo llevaron a interesarse por ese oficio. Aprendió a usar equipos de grabación de sonido e imagen, y cuando su papá tuvo que irse por razones laborales, él asumió su puesto.

“Luchito dijo que le gustaba el sonido, y ahí se formó con una dedicación extraordinaria”, cuenta Óscar Castillo, cineasta costarricense y cofundador de Sala Garbo.

Óscar y Antonio Yglesias le ofrecieron al joven la oportunidad de hacer sonido para cine e incorporarse al equipo de producción de Istmo Films. “Ellos sentían que yo tenía oído para las cosas del cine y desde entonces comencé aprender el trabajo del sonidista”, recuerda Lucho.

Su contacto con la guerra

Istmo Films prestaba sus oficinas a los comités de solidaridad del Frente Sandinista en Nicaragua que se encontraban en plena lucha para derrocar a Anastasio Somoza Debayle. Se le encargó a la productora hacer un documental para dar a conocer la situación del país a nivel internacional y ese fue el primer acercamiento de Lucho Fuentes con la nación que se convertiría en su nueva casa.

El documental fue llamado “Patria Libre o Morir” y producido en 1979. Lucho colaboró desde Costa Rica en la mezcla del sonido y el revelado de fotografías que lo obligó a encerrarse por muchas horas diarias. Así comenzó “el romance con este país”.

Cuatro meses después del derrocamiento del último Somoza, Lucho fue convocado para ser parte de la película “Insurrección», que se filmaría en la ciudad de León. Ese fue el momento en el que se “enamoró de este país”. Al terminar el rodaje regresó a Costa Rica para despedirse de su familia. Su decisión de quedarse en Nicaragua y colaborar con el recién fundado Instituto Nicaragüense de Cine, era irrevocable.

“A veces me siento más nica y a veces siento que debo regresar a Costa Rica, pero este país no me deja. Nicaragua tiene un embrujo, es la gente, el clima, el humor del nicaragüense… no te lo puedo explicar”, dice Lucho.

De ser proyeccionista en Sala Garbo pasó a ser corresponsal de guerra. Su compromiso social le hizo olvidarse del miedo y experimentar en carne propia los sufrimientos de la guerra en Nicaragua, El Salvador y Guatemala.

Lucho Fuentes (camisa blanca) con guerrilleros revolucionarios en montañas guatemaltecas. Foto: Cortesía

En 1981 fue convocado para filmar el documental “El Salvador Vencerá”, proyecto que pretendía asemejarse a “Patria Libre o Morir” y llevar a la pantalla la situación de guerra que atravesaba el país salvadoreño. Su disposición lo llevó a ver la muerte y encararla. Una fosa de muertos y la filmación de un asesinato todavía perturban su mente.

“La guerra es algo monstruoso, te afecta”.

El cineasta nicaragüense, Frank Pineda, recuerda a Lucho como una persona agradable que no se limitó a ser un revolucionario que denunciaba la injusticia social a través del cine, sino que además ha sido una persona muy simpática y con mucho humor.


Conviviendo con el párkinson


La vida de Lucho cambió a sus 45 años.

Comenzó a sentir una parálisis en el lado izquierdo de su cuerpo, que atribuyó al estrés. Le diagnosticaron Mal de Parkinson y la noticia lo tomó por sorpresa. Enterarse que tenía una enfermedad incurable detonó su ansiedad y se encerró durante más de dos meses en casa.

“No quería saber de nada ni de nadie. Tampoco de trabajo”, confiesa Valeria Valle, su esposa.

Le tomó año y medio asimilar su condición y contarle a su familia y amigos.

Lucho Fuentes. Carlos Herrera. Niú.

El párkinson es un trastorno del movimiento que ocurre cuando las neuronas no producen la cantidad suficiente de dopamina, una sustancia química importante en el cerebro. Existe tratamiento para controlarlo, pero es una enfermedad, hasta ahora, incurable.

Las pastillas que Lucho ha tomado durante 13 años, han producido daños en su sistema locomotor y alterado sus movimientos. Cuando entra en crisis y cambios de temperamentos se frustra y le dice a su esposa: «¡Ay! ya quisiera morirme, esta enfermedad me cansa muchísimo». 

Sus movimientos comienzan levemente en su mano izquierda, y como una corriente que recorre su cuerpo se extienden sin control y contagian la silla que ocupa o el objeto que carga. Su enfermedad ha avanzado y Lucho ya no puede pasar una hebra de hilo por el ojo de una aguja.

Desde hace dos años conserva un saco lleno de empaques de los medicamentos que consume. Toma 15 pastillas al día.

Su pasión por el cine lo ha impulsado a continuar trabajando con el mismo esmero de siempre. Ha tenido que tolerar las bromas de sus compañeros que le dicen “Allá viene Lucho con su brincadito”, «ya comenzó a bailar», «le dio la chiripiorca». –Haciendo mofa de los movimientos involuntarios que produce la enfermedad–.

“Al inicio le dolía, ahora no le interesa, más bien se ríe y hace chiste”, cuenta Valeria.

Carlos Herrera. Niú

Róger Mántica es un productor audiovisual que ha trabajado con este sonidista desde 2012 y afirma que siempre es “jovial, bien alegre y bromista”, le apoya a mantener a todo el equipo con actitud positiva y añade: “Lo he visto en sus mejores y peores días con su enfermedad y de ninguna forma veo que afecte su trabajo”.

Cuando no puede controlar sus movimientos bruscos, hace una pausa, se dirige a las personas que va a entrevistar y se justifica: «padezco de párkinson». Regresa, toma su equipo de grabación y continúa su faena.

Actualmente está experimentando con la realización audiovisual y quiere conseguir financiamiento y hacer dos documentales. Uno sobre la poetisa nicaragüense Claribel Alegría y otro acerca de la situación de los enfermos de párkinson en Nicaragua.

“Como un Parkinsoniano más voy a tratar de colaborar con toda esta gente haciendo un documental para dar a conocer a la Asociación Nicaragüense de Párkinson, para buscar apoyo de médicos y organizaciones que colaboren con esta asociación”, afirma.


Necio con el sonido

Lucho no recuerda en cuántas producciones audiovisuales ha trabajado y responde: “Imagínate, con casi 40 años trabajando solo en esto…”

Después de su paso por Centroamérica y haber participado en las mejores producciones cinematográficas de Nicaragua en la década de los ochenta, le esperaba toda una aventura por Latinoamérica y el mundo, donde grabó el sonido de decenas de obras para organismos y productoras audiovisuales de las cuales, la mayoría, eran en defensa y promoción de los derechos humanos.

Equipo de filmación del documental «La montaña es más que una inmensa estepa verde». De izquierda a derecha, Frank Pineda, Omar Cabezas, Deborah Chaffer y Lucho Fuentes. Foto: Cortesía

A sus 58 años siempre es el mismo “perfeccionista” con su trabajo. Róger Mántica lo describe como “muy delicado” con su oficio y alguien que se incorpora en todos los aspectos de un proyecto, no solamente en el sonido”

Para el cineasta Frank Pineda, Lucho es uno de los mejores sonidistas de cine que tiene Nicaragua.

Él se autodescribe como “majadero con el sonido y necio con el cine” y expresa con tristeza que “los únicos momentos en los que me quiero ir de Nicaragua es cuando veo que aquí no se impulsa el cine”. Añora los años de trabajo en Incine y las aventuras en las montañas nicaragüenses. No se siente listo para morir hasta que haya colaborado con “una película grande en Nicaragua” y regresar a aquellos años donde hubo “tanta producción”.

“El cine es todo para mí, es mi gran sueño, es el medio por el cual yo he sido feliz”, confiesa.

Desde su llegada ha colaborado con la formación de jóvenes de distintas generaciones. Moisés Rodríguez fue su compañero en el Instituto Nicaragüense de Cine, Incine, y asegura que siempre lo empujó a dar lo mejor.

“Él ha sabido enseñarnos a escuchar los sonidos de los logros y frustraciones de nuestros pueblos en lucha”, afirma.

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