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Natalie Portman como “Jackie” retrata la deconstrucción de una primera dama

Pablo Larraín se revela como el forastero ideal para explorar el mito de los Kennedy en “Jackie”, el bio-filme más atípico que se podría hacer sobre la legendaria primera dama de Estados Unidos

La historia ya dio cuenta de la trama. El asesinato de John F. Kennedy está grabado con tal intensidad en el imaginario popular, que la película puede darse el lujo de prescindir de una estructura lineal. Se enfoca en la experiencia íntima y personal de la esposa, Jackie, encarnada con fantasmagórica precisión por Natalie Portman. Si el acento lo desconcierta un poco, busque clips de video de la verdadera Jackie en YouTube. Suena como debe ser.

El guión de Noah Oppenheim recurre a una entrevista entre la viuda y un reportero sin nombre (Billy Crudup) como marco narrativo. El encuentro ocurre un par de semanas después del magnicidio. Desde ahí, saltamos en el tiempo, para atrás y para adelante, poseídos de energía nerviosa, como si estuviéramos rodeando el mortal atentado. La estrategia narrativa genera tensión, pero de forma más significativa, emula la desorientación que el intenso dolor de una muerte cercana puede transmitir, exacerbada aún más por lo violento de las circunstancias. Más que una pantomima de la historia, estamos ante un fascinante retrato del proceso de duelo.

https://youtu.be/nbNBLrOu7O8

Eventos conocidos en la vida de su protagonista son reproducidos con el celo de un antropólogo. Vemos la filmación de un famoso especial de CBS en el cual la primera dama ofrecía un tour personalizado de la Casa Blanca. Asistimos a la gala donde el violoncelista catalán Pablo Casals tocó para el presidente. Estamos en el auto a la hora del crimen, y vemos la juramentación de Lyndon B Johnson (John Carroll Lynch). Pero también momentos íntimos que solo pueden imaginarse: la mujer quitándose su vestido de Chanel manchado de sangre; los días en limbo institucional, viviendo en una casa que ya no le pertenece; el silente paseo en carro fúnebre.

A pesar del protagonismo de Jackie/Portman, esta criatura no puede existir en un vacío. Igual que todas las estrellas – del cine, de la política –, Jackie necesita gente que la vea, testigos de su triunfo y su dolor. Pero quizá en el fondo todos necesitamos eso, personas que con su presencia confirmen nuestra existencia. La película establece escenas que funcionan como duetos con estos testigos, cada una con un tema general. Jackie y su cuñado Bobby (Peter Sarsgaard) debaten la herencia política de JFK, y su lugar en la historia. Las conversaciones con Nancy Tuckerman (Greta Gerwig), asistente y amiga, revelan la dimensión más privada y vulnerable. El recién fallecido John Hurt interpreta a un sacerdote con quien la viuda se enfrasca en una discusión teológica sobre Dios y la muerte. Una película menor habría reducido a estos personajes a simples catalizadores, provocadores de un soliloquio interminable. Sin embargo, el excelente reparto trasciende los límites conceptuales y construye seres humanos reconocibles.

Jackie | Fotograma

La contenciosa conversación con el periodista acarrea la única nota discordante. El encuentro tiene fundamento en la realidad. Kennedy dio, en efecto, una entrevista al periodista Theodore H. White de la revista Life, que se público en la forma de un ensayo titulado como “un epílogo para el presidente Kennedy”. La discusión se decanta sobre el escrutinio de los medios, la tensión entre la imagen pública y la persona, el control de la información. Son temas que habrían de aflorar con intensidad años después, cuando ella misma se convirtiera en una especie de celebridad, carnada de tabloides y paparazzis. Es válido explorar estos asuntos, pero el tono del debate contrasta con la visceral inmediatez del resto de la película.

“Jackie” funciona como radiografía de una persona y un mito, cápsula temporal de un momento histórico, y meditación sobre el poder y la política. Sus sólidos valores de producción incluyen la notable música de Mica Levi, merecidamente nominada al Óscar. Traduce a sonidos el arco dramático de la vida de la protagonista. Suena como una orquesta de cuerdas que deshace sus melodiosos acordes en lamentos atonales, duplicando la destrucción de la vida encantada de Jackie Keneddy, desecha en un instante por los balazos disparados una tarde en la plaza Daley de la ciudad de Dallas. Esta película es lo más cerca que estaremos de ser un fantasma que la escolta implacablemente.

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