Música

Noches de toques en Managua
Cortesía: Leandro Lanuza

Niú se aventuró a “La Casa Sin Límites”, el concierto de lanzamiento del álbum de la banda Digan Whisky y te cuenta cómo son los "toques" en Managua

     

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Es viernes por la noche en una avenida principal de Managua, y unos jóvenes en fila –con cervezas y cigarros en mano– esperan cerca del bar Maura & Simon. Corean en voz baja las canciones de rock que se escuchan por dos grandes parlantes colgados en una tarima improvisada, donde luego, se presentarán tres bandas locales que “transportarán” al público a otra galaxia. Así es el mundo de los toques.

Los conciertos en Managua se han popularizado más en la última década, sin embargo, la costumbre de ir un jueves o viernes por la noche a algún bar para escuchar bandas en vivo, viene desde antes de la Revolución Sandinista, asegura Marcio Vargas, conductor del programa de radio y televisión «El Lado Oscuro».

En esa época, los conciertos de grandes bandas de rock se hacían en La Tortuga Morada, pero según Vargas, de eso no hay muchos registros. Para los ochenta, el rock fue desplazado por la trova y los cantos testimoniales, y con ellos, los conciertos. En los noventa apareció una nueva generación de músicos que comenzó a tocar en universidades y auditorios de colegios.

Sólo la galería de Rock Nica (en donde se publican periódicamente imágenes de diferentes conciertos en Nicaragua) data de hace 13 años, y en 2017, el popular concierto de la radio Rock FM, ofrecerá su onceava edición.

De estas actividades, surgen historias que quedan en el recuerdo de los que asisten y salen a luz como fábulas contadas en noches de tragos.

Niú se aventuró a «La Casa Sin Límites”, el concierto de lanzamiento del álbum con el mismo nombre, de la banda nica Digan Whisky y te trae la historia.

Antes del evento

“El ritual” de un toque, para los fanáticos, empieza días antes del evento y arranca escuchando la música de los que van a actuar, para “entrar en ambiente”. No muchas bandas están dentro de aplicaciones de streaming, por eso es normal oír gritos en los conciertos con frases como “¿Y cuándo en Spotify?”

Algunos, como Derek Pérez, sondean quién va a ir, porque según él, “le gusta ir con las personas adecuadas, para compartir la emoción intensa que le produce la música”.

Para los músicos, los días previos al concierto se resumen en prácticas y muchos nervios. Los artistas tienen que asegurarse que ninguno de sus instrumentos falle y si eso pasa, deben prepararse para no quitarle “el feeling” al público.

José “El Che” Ruiz, vocalista de Digan Whisky, comenta que cuando el toque es organizado por la banda, todo el proceso previo es mucho más pesado. «Personalmente, me estreso cuando estoy metido en la organización del evento, porque tengo que andar pegando carreras. (Es) terrible», confiesa.

Para Rodrigo DeFranco, guitarrista de Nadsat, las horas previas a los toques es cuando más se muestra la solidaridad de los músicos. Desde quedarse en las pruebas de sonido de las otras bandas, hasta compartir tragos con el resto de artistas. «Es una experiencia fiera», afirma el joven.

Probando las cuerdas

Generalmente, los conciertos no inician a tiempo. La Casa Sin Límites, por ejemplo, abrió sus puertas con la banda emergente Proyecto Vigorón, una hora después de lo estipulado. Aunque estos retrasos nunca son tiempo perdido.

Desde socializar hasta comenzar a beber licor, para Fernanda Acuña de 18 años, “todos los que van a los conciertos, tienen algo en común”.

“Los de arriba de la tarima comparten una pasión, quienes estamos abajo compartimos el sentimiento de la música, y pues… otros el alcohol”, comenta.

El humo inunda el ambiente, las botellas vacías de cerveza rodean el campo y los grupos de amigos que se mezclan entre sí adornan el lugar. Las redes sociales han conectado a la capital, al punto que algunos no se conocen de nombre, sino por el usuario y avatar de Twitter.

Sin embargo, no se necesita alcohol corriendo en tu organismo para disfrutar de la buena música. Algunos miembros del público no pasan de los 15 años y bailan al ritmo de las canciones de bandas como Nemi Pipali, que también tocó en el evento.

Las locuras y los recuerdos

«No hay sentimiento más bello que ver que el público goce», coinciden varios músicos nicaragüenses. «Nosotros disfrutamos del entusiasmo del público y ellos de nosotros. Siempre estamos en risas sobre los escenarios, nos divertimos con el público», expresa Rodrigo de Nadsat.

Cortesía: Leandro Lanuza

Era casi medianoche cuando se abrió la botella de Digan Whisky y el público se activó más que nunca. La gente seguía entrando y al final del toque, se contaron alrededor de 600 personas.

Al principio solo bailaban y coreaban las canciones de la banda, pero poco a poco empezaron a tirar objetos al escenario.

Según El Che, al terminar el concierto se recogieron nueve brasieres, una tanga, dos medias y un calzoncillo. Para él, es normal. Suele suceder en los toques.

La gente disfruta el ambiente y no se necesita ser asiduo para entenderlo. Desde bailar con un completo desconocido, hasta subirte al escenario, todos se sienten conectados. Muchos gritan pidiendo canciones y enviándole ánimos a los artistas.

“Che, haceme un hijo”, “Dios los bendiga”, “Sacáte la del flan”. Lo normal.

Nemi Pipali en el escenario. Edd Wong / Cortesía

Jorge Vásquez, un fiel fan de Digan Whisky, dice que este tipo de conciertos son una forma de escapar de la rutina. “Creo que sería imposible pasarla mal en un toque. He ganado amistades en esos conciertos y hasta conocí a quien ahora es mi novia en uno”, cuenta.

Ximena Torres admite que esto sirve para “poder apreciar lo nacional”.

«En Nicaragua, tenés de dónde escoger, hay para todos los gustos, diferentes bandas. Vas con tus amigos a un bar o donde sea el evento a disfrutar, ya sea que te metás a bailar o a corear las canciones, la pasás excelente siempre”, enfatiza.

¿Qué pasa después del rock?

Después de los conciertos (que generalmente terminan pasada media noche) unos siguen con la fiesta en un bar diferente, otros deciden ir a descansar a casa. La experiencia es distinta y depende si andás con amigos, en pareja, solo o con la banda.

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Para los chicos de Proyecto Vigorón, antes de seguir la fiesta, se hace una pequeña reunión tras bambalinas para exponer lo malo, lo bueno y lo que puede seguir mejorando. «Pero no creás que es algo totalmente serio, sin darnos cuenta regresamos a joder entre todos los músicos», afirma Oscar Cisne, vocalista de la banda.

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El sábado ha llegado y a eso de las dos de la mañana, los asistentes piden más y más canciones, hasta que a la banda ya no le queda ninguna. El concierto termina con gente feliz y cansada, pero lista para la siguiente gira. Este es uno de los primeros toques en la agenda musical del año.


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