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Pequeñas alegrías
Henry Duarte celebra victoria de la Azul y Blanco EFE

     

La vida está hecha de pequeñas alegrías y grandes dramas. Una pequeña alegría puede ser ver como un niño de Ocotal que migró a Costa Rica para estar con su madre que trabajaba allá se convierte en un joven que triunfa en su campo: jugar fútbol y anotar goles. Un gran drama puede ser que ese joven representa a un país con problemas tan profundos que no pueden ser resueltos ni con todos los goles del mundo. Por mucho que los últimos tres que anotó nos hicieran creer (a algunos) que sí.

Quienes presenciamos el juego entre Nicaragua y Haití realizado en el mal llamado Estadio Nacional de Fútbol el 28 de marzo experimentamos emociones difíciles de explicar para quienes no estuvieron. La esperanza desvaneciéndose conforme pasaban los minutos, la impotencia de ver al equipo nica quedarse corto en sus aspiraciones por segunda vez (Jamaica ya nos había bajado de la nube mundialista el año pasado), la explosión de fe con el primer gol de Juan Barrera y la pequeña gran alegría que representaron la segunda y tercera anotación, también de Barrera. Mi hermano estaba a mi lado y lo vi gritando, saltando y abrazándose con un desconocido y no exagero si digo que los grandes dramas de la vida dejaron de existir durante ese momento.

https://youtu.be/ttocMcPcKwE

Pero ok, esto no se trata solo de alegrías y dramas, cuestiones meramente subjetivas. Se trata de las voces que han dicho que por estar embobados con el fútbol descuidamos lo verdaderamente importante que ocurre en nuestro país: fraude, violencia, abuso y demás. Bien. De verdad creo que si cada uno en su propia cancha aplicara algo de lo hecho por la Azul y Blanco en ese juego, poco a poco veríamos cambios. Partamos de la cabeza y la mano de Henry Duarte, el líder costarricense al que le gusta cantar el Himno de Nicaragua. Él ha logrado modificar una mentalidad que asumía la derrota y la humillación como única realidad, conquistar a los jugadores para que lo sigan e imponer su autoridad con respeto, disciplina, sabiduría y principalmente, con su ejemplo. Pero no nada más es él, ya sabemos que una golondrina no hace verano. Luego está la parte vital: los que visten y sudan la camiseta, los que corren en una misma dirección, los que dan todo de sí mismos para lograr los objetivos, los que se enfocan, comprometen y sacrifican para luchar por el partido hasta el último segundo.

Sin embargo y dejando aparte si nos gusta el fútbol o no, o si creemos o no que principios futbolísticos puedan aplicarse a la vida y a la sociedad, es sencillamente admirable lo que este equipo hizo casi sin recursos, con un marcador “imposible” de remontar, con críticas de los más diversos tipos, con jugadores de nivel medio, con un rival superior en todos los aspectos y en un escenario pobre e inacabado que es además un símbolo de la corrupción. Pero es lógico que lo anterior pase desapercibido para muchos, pues ya lo dijo el escritor mexicano Juan Villoro (un apasionado por el fútbol) en su libro Dios es redondo: “Odiar puede ser un placer cultivable, y acaso las canchas cumplen la función secreta de molestar a quienes tienen honestas ganas de fastidiarse”.

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