Estilo

Dos venerables cervezas: Entrega I

Probamos una de las mejores cervezas del mundo: Samuel Adams
Samuel Adams Brewery. Foto: Alejandra Salazar

Viaje con Otra Por Favor al corazón de uno de los referentes cerveceros del mundo: La venerable Samuel Adams. Una historia que mezcla calidad, amor, patriotismo en una sola jarra

     

Boston, Massachusetts-. Al noreste de la insomne Nueva York está la muy inglesa ciudad de Boston. Llegamos a mitad de la madrugada tras recorrer 271 millas desde Manhattan. El omnipresente Empire State, los escaparates navideños, el bramido del metro y las multitudes neoyorquinas quedaron atrás hace varias horas. Desde el alto y aséptico bus puede verse a cada lado de la carretera el tapiz de hielo que dejó la lluvia de ayer; el skyline bostoniano brilla a media luz, las calles son barridas por los gélidos ventarrones. Casi ni un alma a no ser por los últimos bebedores que salen de uno que otro bar con fachadas victorianas. Sin querer coincidimos con ellos en un supermercado. Buscan cervezas para sellar la velada, nosotros buscamos las primeras Samuel Adams de temporada.

– No beers, no beers – advierte con pronunciado desinterés un empleado de la tienda, que rellena los estantes con desgana. Boston duerme y, después de la dos de la madrugada, la venta de alcohol está prohibida. Los bebedores y los viajeros vuelven a abrigarse para regresar al frío. Tendremos que esperar hasta mañana por la Winter Lager.

Por suerte nos han alojado en Jamaica Plain: el mismo vecindario de Samuel Adams Brewery. Es una fábrica de ladrillo rojo que ha quedado más para fines históricos y turísticos (la principal producción está en Cincinnati). La chimenea industrial anuncia la cocina donde, desde a mediados de la década del ochenta, es producida uno de los referentes obligados del mundo cervecero. Pero la historia de Samuel Adams es más antigua.

Samuel Adams Brewery, es una fábrica que ha quedado más para fines históricos y turísticos (la principal producción está en Cincinnati). Foto: Wilcar Miranda Aburto.

Antes de la Ley Seca en Estados Unidos (que le permitió al gánster Al Capone enriquecerse más), Louis Koch desarrolló la fórmula inicial de Samuel Adams. Era comercializada bajo el nombre Louis Koch Lager. Con la prohibición dejó de producirla, luego retomó, pero cerró definitivamente en 1950. Transcurrirían treinta años para que la tradición cervecera de la familia Koch fuera reanudada por Jim, tataranieto del viejo Louis. Jim, un reputado consultor graduado en Harvard, dejó su empleo en consultoría en gestión para aventurarse en la fundación de una cervecería

Jim era creyente de que los estadounidenses “merecían una mejor cerveza”. Con la receta de su tatarabuelo en mano, cocinó el primer lote de la Boston Lager, y, desde ese día, se convertía en precursor del movimiento artesanal y de microcervecerías: Revolucionó el mercado norteamericano de la cerveza en los ochentas.

Jim es descrito como un patriota. Es por eso que escogió el nombre de Samuel Adams para su marca. Adams fue padre fundador de los Estados Unidos y líder revolucionario astuto. Azuzador del Motín del Té en 1773 y, más tarde, celebró la independencia de su país de la Corona Británica. La figura de Adams (con los brazos cruzados y sosteniendo un pergamino en su mano izquierda) aparece en la etiqueta de la Boston Lager, la cerveza génesis y fundamental de la compañía de Jim.

La fórmula del abuelo fue mejorada y el tataranieto consiguió una lager estilo Viena muy equilibrada. Un éxito rotundo. El equilibrio es, quizá, la cualidad más destacable de Boston Lager. En la tienda cercana a nuestro alojamiento en Jamaica Plan no encontramos la Winter Lager, pero sí Boston Lager. Ya la habíamos probado, porque es una cerveza que podemos encontrar en Nicaragua (en el súper Portas).

No tenemos la necesidad de meter las botellas al refrigerador. Estamos a dos grados Celsius. Basta mantenerlas en el balcón para destaparlas y probarlas. Allí está una lager más oscura de lo normal. Espuma rala y cremosa. Al verla contra la luz, sutiles rayos cobrizos glasean el vaso. El dulce, la malta y el lúpulo que expone la Boston Lager danzan con coordinación milimétrica: Es refrescante al primer sorbo. El dulce golpetea en la punta de la lengua, y, en una rápida acrobacia que nos toma desprevenidos, entra la malta tostada, un tanto seca. Como colofón un lupulado entre floral y cítrico. No hay amargor pronunciado. Supuestamente, “elementos que debe tener una gran cerveza”.

Al llegar a la fábrica, son visibles los barriles de exhibición en la que Samuel Adams almacenaba las producciones de cerveza.

— Allá está el Beer Garden — avisa Alejandra, con la nariz y las mejillas rojas como frambuesa. El frío quema. Antes de su llamado, estaba viendo unos murales multicolores en las paredes de la fábrica. Son composiciones dedicadas al trabajo, la comunidad y la migración. En algunos hay frases en español. La mano del migrante es agradecida en la fabricación de una cerveza patrióticamente estadounidense como Samuel Adams.

  • La mano del migrante es agradecida en la fabricación de una cerveza patrióticamente estadounidense como Samuel Adams. Foto: Wilfredo Miranda.

Boston es ciudad fundacional de la unión americana. También es fortín del partido Demócrata. En las refrigeradoras de algunos habitantes todavía quedan pegatinas de Hillary Clinton y de Barack Obama en la Casa Blanca. Muchos trabajadores de la alcaldía que limpian la ciudad son colombianos. Boston no es un santuario migratorio famoso. Pero los inmigrantes están más a salvo aquí, donde no ha fraguado la retórica del presidente Donald Trump. Al menos eso parece (menos de un mes después de nuestra visita, el mandatario espetaría que no quiere “gente de países de mierda” en Estados Unidos).

La mano de obra de los migrantes tiene que ver con la fabricación de la Winter Lager (5.6% de alcohol) y la NewenglandIPA (6.7%) que ofrece el letrero del Beer Garden de Samuel Adams. Samuel Adams es referente por sus cervezas de temporada. Saca estilos y fórmulas en dependencia de los meses del año. Aunque siempre están sus “year round” (todo el año), como la Boston Lager, la Boston Ale, Cherry Wheat, Bohemian Pilsner, Cream Stout, Irish Red y Sam Adams Light. Pero su secreto está en la cantidad de producciones de temporada: ¡Innumerables estilos! Aunque Samuel Adams es una microcervecería por la cantidad de producción, lo cierto es que sus maestros cerveceros siguen a la cabeza de la creatividad artesanal.

¡Por fin Winter Lager! Esta fue una de las primeras fórmulas de temporada de Samuel Adams. Data de 1989. Es un estilo alemán: Bock, que suelen ser oscuras, maltosas y de amargor atenuado. Pero la Winter Lager no es oscura. Tiene apariencia cobriza. La olfateamos con desespero. La búsqueda ha terminado. Notamos aroma a canela. Sorbemos sin demorarnos más. Es intensa sin ser demoledora. En ella confluyen jengibre, cáscara de naranja, la canela sobre las maltas. Winter Lager deja en el paladar un cuerpo coqueto, ideal para cruzar con platillos navideños (“para eso fue pensado”, me digo a mí mismo. “¡Qué baboso!”).

Probamos una crujiente Noble Pils y compramos unas IPA Rebel Grapefruit, una detonación cítrica, tropical, elaborada con pomelo real. De la Pils Samuel Adams tenía mucho deseo, porque es uno de los estilos de cervezas más populares del mundo. Cuando le digan pilsener, asocie con República Checa, cuna de este estilo. Pero decidí no emitir juicios hasta probar otra pilsener de otra cervecería muy famosa de esta misma Costa Este estadounidense.

Los días pasan rápido en Boston. Ayer nevó con persistencia. Es hora de irnos de Jamaica Plain. El vecindario está níveo. Las palas apartan el exceso que depositó la ventisca en los garajes y las puertas principales de la casas. Los niños aprovechan las laderas del lago Jamaica Pond para deslizarse. Las ardillas brincan con frenesí sobre las ramas disecadas por el frío. Algunas de las orillas del estanque empiezan a congelarse. Los cisnes de cuellos torneados ya se confunden con el horizonte, y las mamás pato y sus patitos se dan chapuzones en el agua helada, con una alegría incompresible para quien mira desde un aprisionado abrigo.

Lago Jamaica Plain. Foto: Wilfredo Miranda.

En cuatro horas y media estaremos en New York — le digo a la Alejandra.

— Todo dependerá del tráfico — responde ella. La pasividad bostoniana queda atrás. El auto pasa a un lado del Fenway Park, la casa de los medias rojas de Boston. ¡Qué rivalidad con los Yankees!, el equipo que sigo desde la infancia con mi papá y mi abuelo. Todo por culpa de Babe Ruth. Ya no recuerdo quién me informó que Samuel Adams era la cerveza oficial de los Red Sox. Llevar la franela es casi deber patriótico cuando el Monstruo Verde abre sus puertas… y peor sí es cuando reciben a los Yankees. Me imagino frente al televisor en Nicaragua viendo la transmisión del partido. De inmediato, caigo en cuenta que el vaso que carga el fanático de Boston enfocado por la cámara es, muy de seguro, de Samuel Adams. ¿Acaso la cerveza que voy a buscar en New York patrocina a mis Yankees?

* El próximo viernes espere en Otra Por Favor el perfil de otra cerveza venerable: La Brooklyn Brewery*

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