Estilo

Las historias de “Lissette”, “Alfredo” e “Inka”

«Sugar Daddy»: dinero por compañía

Tres jóvenes han mantenido una relación con hombres mayores a cambio de regalos, sin tener relaciones sexuales. Expertos advierten riesgos de codependencia

     

“Lissette” conoció a “Octavio” en un bar de Managua. Esa noche cruzaron miradas, él se le acercó, le sonrió, la invitó a un par de tragos y le preguntó su nombre. Platicaron, se cayeron bien e intercambiaron números. “Octavio”, de 36 años, es el Sugar Daddy de esta joven de 19, que para contar su historia pidió el anonimato.

Un «Sugar Daddy» (papi de azúcar) es alguien mayor, principalmente un hombre, que mantiene una relación con una persona joven a la que le da regalos y dinero a cambio de compañía, o de sexo, dependiendo del acuerdo.

Eso fue lo que “Octavio” le propuso a ella. Luego de varios días intercambiando mensajes, le pidió que siguieran saliendo, que lo acompañara y que él le regalaría dinero y ropa. “Lissette” aceptó. Están “juntos” desde hace tres meses, pero ella no quiere tener sexo con él, por eso marcó un límite. Si él se lo pide en el futuro, ella no continuará con ese juego, aclara.

“Lissette” no es la única que se ha enredado en este tipo de relación. “Alfredo”, de 21 años, encontró a su “Sugar Daddy” en Facebook. Este universitario le escribió a “Santiago”, luego de enterarse que este hombre de 45 años era conocido por su gusto por jóvenes a quienes invitaba a salir.

“Alfredo” decidió enviarle un “hola” y así empezó la conversación.

La primera cita de ellos fue en un café. “Santiago” recogió a “Alfredo” en la universidad y platicaron un par de horas. Allí decidieron qué tipo de relación tendrían, prometieron que nadie más se enteraría, y establecieron una serie de reglas para tener más seguridad. Pese a que “Santiago” buscaba una relación homosexual, antes había estado casado con una mujer y su familia no sabía nada acerca de sus preferencias sexuales.

Por eso acordaron que “Alfredo” no le podía enviar mensajes por la mañana. Sin embargo, si “Santiago” le escribía, “Alfredo” debía contestar a cualquier hora. “Santiago” podía llamarlo, pero “Alfredo” no.

Pese a la pasión, nunca llegaron a tener relaciones sexuales, pues para “Alfredo” el hombre mayor que lo mantenía, solo representaba diversión y vanidad. A este joven le gustaba la atención y el dinero que recibía de “Santiago”.

“El día de mi cumpleaños me regaló 400 dólares”, dice sonriendo con picardía.

A los 16 años “Inka” conoció a “Úquen” a través de la red social Ask, un portal en el que se puede conversar anónimamente. Sin saber nada el uno del otro empezaron a platicar. Luego se compartieron información privada y comenzaron a salir.

“Úquen” era 20 años mayor que ella, pero a “Inka” no le importaba la edad de su pretendiente. Se miraban cuando la mamá de ella trabajaba. La casa estaba sola y aprovechaban para verse.

Este «Sugar Daddy» se encargaba del transporte de su «Sugar Baby» y le compraban lo que ella le pidiera: ropa, zapatos, incluso le pagó un examen para su curso de francés. “Inka” necesitaba el dinero y no podía pedírselo a su mamá, así que “Úquen” se lo dio.

Las atenciones y los regalos eran a cambio de compañía. Nunca hubo ni siquiera un beso, no porque “Inka” no quisiera, sino porque “Úquen” no quería tener relaciones sexuales con una joven de 16 años, cuenta esta universitaria.

“A mí me gustaba su compañía, si él me hubiera dicho que quería algo más, yo lo hubiera hecho”, confiesa Inka, hoy de 19 años.

“Úquen” era padre y esposo. Tenía un hijo de diez años, pero disfrutaba presumir de su joven conquista. Según ella, era un caballero que la respetaba.

Pese a que ella se encariñó de él, la relación terminó después de un año.

“No es prostitución”

El concepto de damas de compañía no es nuevo. Las geishas, por ejemplo, tuvieron su apogeo en el antiguo Japón. Se estima que antes de la Segunda Guerra Mundial habían aproximadamente 80.000 geishas en ese país oriental. Estas eran damas de compañía que se dedicaban a entretener a los hombres con poesía, bailes, o con conversaciones sobre cultura general. Hoy existen cerca de mil que viven en Kioto, en el barrio de Gion, cuna de geishas.

En Francia también existió este concepto. Durante el reinado del Rey Luis XV, Madame de Pompadour se convirtió en amante del jerarca. Pompadour era quien buscaba las nuevas damas de compañía de este.

Los servicios que “Lissette”,“Inka” y “Alfredo” ofrecen, algunos los comparan con prostitución, pero estos muchachos aseveran que es diferente. Ellos, dicen, no tienen relaciones sexuales con estas personas, dan compañía y reciben dinero solo porque los “Sugar Daddies” quieren dárselo, no porque ellos les cobren.

Esta es una práctica que se da no solo en Nicaragua. A nivel mundial incluso existe una página web llamada SeekingArrangement, en donde se promueven “relaciones mutuamente beneficiosas”. Las personas pueden registrarse para buscar un “Sugar Daddy” o para encontrar a jóvenes que necesitan dinero.

Brandon Wade, fundador y CEO de SeekingArrangement.com, afirma que “a diferencia de otros sitios web de citas, es mi compromiso operar nuestro negocio de forma ética. Esto significa preocuparnos por tu privacidad, encriptación de datos de identificación, y nunca emplear perfiles falsos o robots de software. Cuando decimos que hay más mujeres que hombres, se lo garantizamos”. Ellos tienen miembros activos en 139 países.

Página principal de seekingarrangement.com
Página principal de seekingarrangement.com

Los arreglos que se dan en portales como estos evita que las personas pierdan su tiempo, pues crean “relaciones en sus términos”. Definen “de inmediato lo que necesitan y desean en una relación”.

En este sitio le llaman “Sugar Daddy” a hombres y mujeres de “éxito que saben lo que quieren”. Son personas que disfrutan de la compañía de alguien “atractivo” a su lado. Para ellos, explica SeekingArrangement.com, “el dinero no es un problema, por lo que son generosos cuando se trata de apoyar a su Sugar Baby”, que son “personas atractivas en busca de las cosas buenas de la vida. Ellos aprecian viajes exóticos y regalos”. Se trata de un negocio, argumenta el sitio.

Los “Sugar Babies” pueden ser madres solteras o universitarios, estos últimos, señala el portal, “constituyen una gran parte de SeekingArrangement”.

Codependencia

La psicóloga Isabel Castellón, asegura que a sus consultas en la Universidad Centroamericana (UCA)  han llegado jóvenes que experimentan con este tipo de relaciones. En la mayoría de los casos, dice, acuden a ella porque quieren romper con el «Sugar Daddy», pero no saben cómo hacerlo porque están en un conflicto de codependencia con la otra persona.

Esta codependencia se da por la amplia diferencia de edad y de estatus económico, que suele ser un factor que influye para que el adulto se adueñe de la relación. Ellos pueden divertirse y aprovechar la inexperiencia de los jóvenes para tratar de controlar sus libertades, asegura Isabel.

Todas las relaciones implican que cada uno desempeñe un rol diferente. En este caso el adulto mira al joven como un hijo que necesita de cuidados, restricciones y que además demanda dinero, explica.

Los jóvenes, por su parte, buscan estas relaciones para conseguir cosas que no pueden costear y creen necesitar en su afán de aparentar bienestar ante la sociedad. Esto ayuda a llenar un vacío material, pero solo por un momento. Algunos, afirma la psicóloga, ni siquiera saben lo que quieren hacer de su vida, por eso buscan la atención de un adulto que los guíe.

Al pactar los términos de estas relaciones, se debe comprender que siempre existe el riesgo de sufrir maltrato, o agresiones, advierte Isabel. Es común que el adulto se vuelva excesivo con sus controles, hasta el punto en que los jóvenes se cansan de que haya alguien mayor diciéndoles todo el tiempo qué hacer y cómo hacerlo.

Es probable que conforme avance la relación se despierte el cariño entre ambas partes. La psicóloga cree que los adultos son más propensos a creerse la mentira de una relación de este tipo, porque los jóvenes están conscientes de que lo hacen por obtener algo material a cambio. Ella considera que estos acuerdos sí caben dentro de la prostitución, porque interviene el dinero, que al final es el motivo por el que los chavalos entran en una relación así.

Los riesgos

pexels-photo-14303-compressor

Mireya Zepeda, coordinadora del Programa de Seguridad Democrática del Instituto de Estudios Estratégicos y Políticas Públicas (Ieepp), advierte que una relación con un «Sugar Daddy» puede propiciar la trata de personas, porque las posibles víctimas son atraídas a través del afecto o el dinero. Luego en el idilio es posible que ocurra una explotación sexual por quien entabló la relación sentimental, o que esta la ofrezca a otra persona.

La especialista considera que algunas jóvenes suelen depender de sus parejas. Ellas son más vulnerables a entablar pactos como los que se dan con un «Sugar Daddy». Mireya asegura que en general, hay desconocimiento entre los jóvenes sobre el delito de trata de personas, por lo que se dejan pasar ciertos comportamientos que son parte de este delito, como mantener relaciones sexuales con un menor.

La investigadora del Ieepp sugiere a las universidades y colegios incluir el estudio de la trata de personas y la explotación sexual en su pensum educativo. Así sabrán identificarla y estarán más alerta con este tipo de comportamientos.

En secreto

Los jóvenes viven estas relaciones en silencio. Ninguno de los tres universitarios que contaron a Niú sus historias, ha comentado antes sobre su experiencia. Prefieren mantener todo en secreto por temor a ser juzgados, subrayan.

black-and-white-woman-girl-sitting-large

“Inka” y “Alfredo” terminaron sus pactos con sus respectivos “Sugar Daddies”. “Alfredo” hoy mantiene un noviazgo estable con otro muchacho, por lo que confiesa que no volvería a estar con un «Sugar Daddy». “Inka”, por su parte, asegura que no tendría problema en encontrar uno nuevo, no lo está buscando, pero si la oportunidad aparece la tomaría sin pensarlo.

La única que aún sigue con su acuerdo es “Lissette”, que lleva tres meses con “Octavio” y piensa seguir sumándole tiempo al idilio, siempre y cuando él no le pida tener sexo.


¿Qué te parecen estas historias? Comentá en Facebook y Twitter

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.