En pantalla
Si les digo que la quinta temporada de Orange is the New Black es “buena”, me quedo corto, y de paso, le perdono demasiado. Digamos que es problemática.
La nueva era dorada de la TV convoca al análisis crítico de sus productos, pero pone zancadillas. La clásica calificación de películas se vuelve terriblemente inadecuada. La esencia del producto se extiende en el tiempo. Un episodio brillante puede seguir a uno regular. ¿Calificamos el todo, o una de sus partes? ¿Una temporada, o el gran arco narrativo? Que por cierto, permanecerá truncado hasta que la serie termine, en algún momento del futuro.
Olvídese de “House of Cards”. Si hay algo seguro en Netflix, es “Orange is the New Black”, la serie coral sobre las habitantes de la prisión de mínima seguridad de Litchfield. No en balde al estrenarse la cuarta temporada, el año pasado, se anunció la inusitada aprobación de tres temporadas más. Rara vez un productor tiene ese nivel de seguridad. Quizás por eso, Jenji Kohan aprovecha para ejecutar un experimento narrativo arriesgado.
*Advertencia, abajo hay spoilers*
Los 13 capítulos de la quinta temporada se desarrollan en el tiempo contenido de un motín carcelario, más o menos tres días. Enardecidas por el homicidio de la luminosa Poussey (Samira Wiley), y aprovechando la incompetencia de los guardias reclutados por la empresa privada que administra la cárcel, las presidiarias toman el control. El sádico Humphreys (Michael Torpey) queda en el lado equivocado de la pistola que introdujo ilegalmente. Daya (Dascha Polanco) le apunta, acuerpada por todas las tribus carcelarias: negras, blancas, latinas y veteranas. Bajo sus diferencias, están juntas en la victimización que el sistema Elles impone. El momento se presenta como un desquite simbólico, y una oportunidad de cambiar las cosas.
Kohan contiene la acción en algo que se siente como tiempo real. Sin embargo, no logra comprometerse a fondo con la disrupción. Después de uno o dos capítulos, vuelve a insertar flashbacks que matizan la personalidad de personajes específicos. En el caso de Frieda (Dale Soules), sí tiene una conexión directa con la acción: la anciana de perfil bajo fue criada por un padre “sobrevivencialista”, traumado por la amenaza nuclear. Sin que nadie lo sepa, ha acondicionado una especie de búnker secreto que será un escenario crucial. Otro flashback nos introduce al matrimonio polígamo de Alison (Amanda Stephen), que bien puede ser iluminador sobre su vida privada, pero no aporta mucho a la apremiante acción en el presente.
Los antimotines rodean el recinto. Los medios descienden en helicópteros. La oficina del gobernador se involucra en las negociaciones, mientras la empresa administradora trata de controlar los daños. Pero dentro de la cárcel, el microcosmos social se mueve en cámara lenta. Quizás Kohan quiere desafiar nuestras expectativas, pero el resultado es anticlimático.
El fondo del barril es un episodio que asume las convenciones del slasher thriller, imbuyendo al villanesco guardia Piscatella (Brad William Henke) con habilidades casi sobrenaturales. Al mejor estilo de asesinos ficticios como Michael Meyes en la franquicia “Viernes 13”, se cuela en el edificio para ejecutar una retorcida venganza que pondrá en la mira a personajes principales como Red (Kate Mulgrew), Piper (Taylor Schilling) y Alex (Laura Prepon). El capítulo es tan caprichoso con la idea de satirizar convenciones de horror que recluta a Flaca (Jackie Cruz) y Maritza (Diane Guerrero) para un retablo que duplica la imagen de las gemelas fantasmagóricas de “The Shining” (Stanley Kubrick, 1982). Uno puede reírse cuando dicen “Come and play with us…basic bitches”, pero no tiene sentido en la realidad que el programa ha construido.
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— Orange Is the New… (@OITNB) 11 de junio de 2017
La buena noticia es que el efecto acumulado de la construcción de personajes a través de más de 52 capítulos, sumado al sólido trabajo de las actrices, funcionan como tabla de salvación. Las drogadictas Angie (Julie Lake) y Leanne (Emma Myles) se convierten en un sublime dúo cómico. Linda (Beth Dover), la ejecutiva atrapada en el motín, ancla su propia película de enredos al simular ser una prisionera más. Taystee (Danielle Brooks) y Suzanne (Uzo Aduba) exploran insospechadas profundidades emocionales. El ritmo se acelera a medida que nos acercamos al desenlace. Ese sentimiento desolador de no estar en control de la propia vida vibra con fuerza en el capítulo final. Y Kohan cierra la temporada en una nota alta, abriendo la puerta a una dramática reconfiguración de la serie.
Si les digo que la quinta temporada de “Orange is the New Black” es “buena”, me quedo corto, y de paso, le perdono demasiado. Digamos que es problemática. Y que igual, tiene que verla.
“Orange is the New Black”
Temporada 05
13 episodios, 1 hora aprox. c/u
Clasificación: * * * (Buena)
Disponible en Netflix