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Ella es la mamá de Arlen Siu, la chinita de 19 años que dejó su hogar para unirse a la guerrilla del Frente Sandinista y que perdió su vida a manos de la guardia.
Mamarrú tiene 87 años, es pequeña, delgada y con caderas anchas. Le gusta mucho caminar por las calles de Jinotepe e ir a misa con sus amigas del barrio. La vida le ha endurecido la piel, pero podés sentir su dulzura cuando te abraza. Enviudó hace más de 14 años y ha perdido a cuatro hijas, pero sigue viviendo sola y haciendo sus compras en el mercado.
Ella es la mamá de Arlen Siu, la chinita de 19 años que dejó su hogar para unirse a la guerrilla del Frente Sandinista y que perdió su vida a manos de la guardia. Mamarrú tuvo que leer esa nota que le dejó escrita mi tía en el libro Juan Gaviota y enfrentarse a la angustia de no saber a dónde iba.
Durante meses no supo nada y un día, le avisaron que había caído en combate, allá en una comunidad llamada El Guayabo en El Sauce, León. La vida de Mamarrú se vino abajo, nunca tuvo el chance de decirle adiós a su hija. Se dio cuenta que nunca volvería a escucharla cantar mientras tocaba la guitarra.
A su casa llegaron los restos de una joven, pero ella sabía que no eran de Arlen. Los tomó y aseguró que esa no era su hija, pero que aún así les daría santa sepultura. Nadie le creyó, pero luego encontraron los verdaderos restos y Mamarrú tuvo que volver a llorarla en un entierro.
Hoy, 42 años después, debe enfrentar el mismo miedo; solo que ahora no teme por sus hijxs, sino por sus nietxs.
Ya no puede salir de su casa debido a la inseguridad, su apetito ha desaparecido y no ha visto a sus amigas en días. El pueblo que ama es atacado y a pesar de su problema auditivo, todavía logra escuchar a lo largo las balas y explosiones de una batalla desigual.
Ella, al igual que otras miles de abuelitas, reviven en su mente y corazón el dolor de una época oscura. Sus pensamientos se nublan, no puede creer que sus nietxs tengan que protestar por las mismas causas que entregó su vida Arlen. En su interior, no puede concebir que se haya traicionado la lucha de su hija y de tantos miles más.
Se pregunta ¿cómo los que fueron jóvenes guerrilleros ahora mandan a matar chavalos? ¿Por qué atacan a mi vecino si no tiene armas? ¿No es que se había ido Somoza y su guardia genocida?
Hoy mi Mamarrú tuvo que caminar varios kilómetros para salir de Jinotepe debido a los tranques, pero ella no reclama ni se queja; sabe que esta lucha es justa, igual que la de Arlen. Ella está segura que nada es eterno, pero eso no le quita el dolor que siente en el pecho al ver que ser joven vuelve a ser considerado un crimen en este país.
Mi abuela y todas las abuelas, merecen ver una Nicaragua libre y disfrutar a sus nietxs y binietxs en un país seguro, sin miedo a la muerte. Mamarrú, ya no tengas miedo, que miles de Árlenes volverán a hacer historia.
*Para saber más de Arlen Siu y la historia de mi abuela, leer este especial de la Revista Domingo.