Presos políticos
Estudiaba medicina, ha sido locutora radial y ha pintado murales en su amada Estelí. Esta nicaragüense, nacida en Bélgica, es una más de las perseguidas por el régimen de Daniel Ortega.
Un día antes que Amaya Coppens Zamora fuera apresada por el régimen de Daniel Ortega en León, su padre Frédéric Coppens habló con ella desde Bélgica. Trató de convencerla que “las cosas se estaban poniendo tensas” y que debía analizar salir del país. Ella se molestó y le colgó el teléfono.
No era la primera vez que se molestaba con sus padres, ni la primera que intentaban convencerla de “darse un aire” de la lucha cívica que inició en León, donde estudiaba su quinto año de medicina.
“Siempre la apoyamos y hemos respetado sus decisiones. En algún momento le dije que debía analizar si podía apoyar la lucha desde el exterior con un trabajo diplomático tomando en cuenta que sabe hablar español, inglés y francés”, relata Federico, como se hace llamar su padre desde 1986 cuando llegó a Nicaragua desde su natal Bélgica.
La respuesta de Amaya siempre era la misma: “No me voy, porque si me voy los demás chavalos se van a desmoralizar”.
Ese mismo día la joven de 24 años habló con W Radio Colombia y declaró que era terrible salir a las calles y ver que quienes atacaban a los manifestantes eran también nicaragüenses, por lo que acusó al Gobierno de Ortega de dividir al país.
En la entrevista insistió en que no se marcharía, a pesar de la persecución, porque quería volver a vivir los días felices de su niñez en su amada Estelí. “No perdamos la esperanza, no perdamos la fe, mantengámonos juntos, mantengámonos firmes, porque esto va a cambiar y Nicaragua va a volver a ser libre”, dijo.
“Siempre pelaba los dientes”
A pesar de que Amaya nació en Bruselas, Bélgica, desde los cuatro meses vive en Estelí y ella se considera norteña al igual que sus dos hermanos. Nació un 31 de octubre de 1994. “Pronto cumplirá años y no sé si seguirá presa”, lamenta Tamara Zamora, su madre.
Tamara se enamoró de Federico cuando este vino a dar clases de sociología en la Universidad Centroamericana (UCA) en los ochenta y después de tener a sus dos primeros hijos decidieron mudarse a Estelí porque era una ciudad “muy tranquila”.
“Amamos la ciudad porque nuestros hijos podían jugar en la calle, salir sin ningún problema y esa vida pacífica era la que queríamos para ellos”, explica.
Cuando vio las imágenes en las que la Policía Nacional presentaba a su hija como una delincuente, no pudo evitar sentir tristeza, pero también se percató que Amaya sonreía.
-Ella es muy sonriente. Ella siempre ha tenido esa gran sonrisa que mostró en esa última foto. Cuando la vi, me acordé de un amigo que decía, cuando ella era una niña, que esperaba que Amaya nunca perdiera esa sonrisa- dice.
-Siempre pelaba los dientes- agrega el padre.
De locutora a muralista
Con su hermano mayor Amaya competía y “nunca admitía ser la pequeña, ella siempre quería estar taco a taco”, explica su padre. Para él, eso demuestra que ella siempre ha estado dispuesta a luchar por lo que cree justo.
Ella nunca ha sido tímida pero cuando decidió participar en Radio Cumiche, un proyecto en el que niños y adolescentes se convierten en comunicadores radiales, su vida se transformó. “Se convirtió en una joven más extrovertida”, comenta Federico.
Siempre le dieron libertad. Así ella eligió participar en talleres de muralismo, involucrarse en la Banda Municipal de Estelí, realizar prácticas en Los Pipitos. Nunca paraba.
“Tuvimos la oportunidad de pintar un mural juntas y ahí comenzó nuestra amistad. Me pareció una chavala proactiva, con mucha energía y sobre todo positiva, siempre estaba buscando el lado bueno de las cosas”, asegura Anabella Alonso.
Alonso la describe como una joven con un gran corazón “pero aún más enorme es su humildad”. Recuerda que en enero de este año, su amiga, participó en brigadas médicas gratuitas en La Dalia, Matagalpa con la organización Global Brigades.
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“Su coraje y deseos de una patria justa, democrática y participativa tenían más peso que el miedo que podía sentir cuando la acosaban por redes sociales” desde que iniciaron las protestas el pasado 18 de abril, explica.
Dos años estudiando en Hong Kong
Amaya siempre ha sido decidida. “Esa es una de sus grandes cualidades, siempre elegía hacer algo y se entregaba hasta el final. Nunca dejaba nada a medio gas”, explica su madre.
También fue una estudiante destacada y ganó varias veces en las Olimpiadas Matemáticas. Alguna vez fue premiada como una de las mejores alumnas a nivel nacional. “Pero ella es más que eso”, insiste su madre.
Poco después de bachillerarse en el Instituto Pedagógico Padre César Jerez, su papá recuerda que un día Amaya le llegó con unos papeles, cuando ya casi tenía ganada una beca para irse a estudiar en los Colegios del Mundo Unido (UWC, por sus siglas en inglés). Así, partiría para estudiar dos años en Hong Kong.
Estudió en el Li Po Chun United World College (LPC) y compartió habitación con la noruega Oda Nissen.
Nissen fue de las primeras en reaccionar tras su detención el pasado diez de septiembre. “Es una de mis mejores amigas, también era una de las pocas que se reía con mis bromas. Nos reíamos mucho juntas”, recuerda.
Se conocieron cuando llegó a recogerla al aeropuerto y a pesar de que Amaya había viajado por más de 24 horas y debió estar exhausta, describe que “estaba sonriendo, feliz y emocionada de llegar”.
“Su inglés no era mejor que mi español, que era bastante pobre. Pero intentamos comunicarnos en ambos idiomas. Después del tiempo que vivimos juntas, su inglés era excelente, mientras yo todavía seguía luchando con mi español”, asegura Nissen.
Los aretes de Amaya
Cuenta que siempre le hablaba de Nicaragua “el país que tanto ama”, mientras ella le contaba cosas sobre Noruega.
“Discutíamos sobre qué país tenía la naturaleza más bella. Amaya siempre bromeaba diciendo que nunca sobreviviría a una visita a Noruega porque hace tanto frío. Espero demostrarle su error cuando venga a visitarme”, comenta Nissen.
La joven noruega pudo conocer Nicaragua el año pasado junto a su novio. Dice que quedó maravillada por la hospitalidad de Amaya y por las bellezas del país. El último lugar que visitaron juntas fue la Laguna de Apoyo.
“Antes de despedirme de Amaya, ella me dio los aretes que llevaba puestos como regalo. Hoy los llevo puestos y los usaré hasta que Amaya esté libre”, asegura su amiga.
Su detención
Amaya fue detenida por policías y paramilitares poco antes de las siete de la noche del diez de septiembre, cerca de la Iglesia La Recolección.
La estudiante universitaria es una de las principales dirigentes del Movimiento Estudiantil 19 de abril, surgido a raíz de las protestas contra el Gobierno de Ortega. Coppens fue detenida junto a Sergio Midence Delgadillo cuando se dirigían a una casa de seguridad. De inmediato fue trasladada a El Chipote.
Tras la detención de varios de sus compañeros estudiantes el 25 de agosto, Amaya estaba en la mira. Lo estuvo desde el inicio de las protestas, asegura su madre.
“Al inicio de las protestas fue golpeada por la policía y me llamó llorando, diciendo que su celular se lo habían quebrado”, recuerda.
Durante los meses de protesta nunca le contó a sus padres toda la persecución, acosos y golpes que vivió. Su mamá la llamaba tres veces al día para saber que estaba bien: en la mañana, a mediodía y en la noche. Cuando no contestaba la preocupación era extrema.
El día de su captura hablaron temprano y su madre le insistía que se cuidara porque la iban a capturar. “Me decía que no me preocupara, que siempre habían esos rumores, pero no podíamos vivir con ese miedo”, dice. Le aseguró que estaba bien, que estaba trabajando en algo sobre sus compañeros detenidos y colgó.
La vigilancia extrema
Pasaron ocho días de su detención hasta que la llevaron ante el juez. Después de la audiencia preliminar solo su padre pudo verla por cinco minutos y con tres policías alrededor.
“Le pregunté si estaba bien, me dijo que sí, aunque después supimos que su detención si hubo golpes”, comenta Federico. Al día siguiente la trasladaron al Centro Penitenciario La Esperanza y sus padres pudieron hablar con ella por 20 minutos.
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“Pudimos conversar más, pero igual con policías escuchando todo y filmando todo lo que decíamos”, lamenta su padre.
Amaya es acusada junto a otros seis jóvenes de supuestamente cometer tres secuestros, actos terroristas, lesiones psicológicas leves, portación ilegal de armas y entorpecimiento de servicios públicos. El Gobierno de Bélgica ha asegura seguir de cerca su caso. Pero para sus padres ella vivirá un juicio político del que ya saben su desenlace.
Para Tamara fue triste ver a su hija presa. La recuerda, a principios de año, ansiosa por realizar prácticas médicas en las zonas rurales del país y ahora le duele verla encerrada. “Es un dolor inmenso, pero esperamos esta pesadilla terminé”, insiste.