Estilo

Crónica de un voluntariado

Así ayudó un nica a Ecuador tras el terremoto
El nicaragüense Marcos Munguía, durante el voluntariado que realizó en Pedernales, Ecuador. Foto: Fundación Telefónica

Marcos Munguía viajó a Sudamérica para construir escuelas de bambú en Pedernales, el pueblo costero más golpeado por el sismo de abril pasado

     

A medidados de abril de este año, Marcos Munguía observó en los noticieros las imágenes de una tragedia. Un terremoto de 7.8 grados en la escala de Richter había sacudido Ecuador, un país que el nicaragüense no había visitado nunca. Aquella vez, se enteró que centenares de personas que vivían en la zona costera habían muerto y que muchos edificios se redujeron a escombros. Cuatro meses después, el joven se trasladaría allí, al epicentro de todo.

Marcos aterrizó en Quito en la primera semana de agosto. Junto con él viajaron otros catorce voluntarios de Iberoamérica que representaban a Fundación Telefónica, una entidad sin fines de lucro que se desprende de Telefónica S.A. Esta multinacional española es, a su vez, propietaria de Movistar Nicaragua, la empresa de telefonía para la que nuestro coterráneo labora como jefe de transmisión en el área de operación y mantenimiento.

Las primeras horas que el nica vivió en esa ciudad le dejaron una fuerte impresión. La capital le pareció bastante desarrollada, con un gran ambiente de negocios y de promoción del turismo. “Es bastante completa, con carretetas y edificios (…) No es nada comparado con Nicaragua o con otro país de Centroamérica”, afirmó Marcos en una entrevista que concedió a Niú al regreso de su viaje de quince días, durante los cuales ayudó a construir escuelas de bambú.

Un arduo proceso de selección

El programa del que Marcos fue partícipe es conocido como “Vacaciones Solidarias” y consiste en donar los días que destinarías a descansar, sea como trabajador de una empresa o como freelance, para viajar a otros países y ayudar a comunidades empobrecidas. Pero para lograrlo hay que someterse a un meticuloso proceso de selección que tiene lugar en Madrid, sede de operaciones de la multinacional para la que trabaja.

A la fecha, Marcos se declara sorprendido porque fue escogido aplicando una sola vez. Según él, otros compañeros han postulado para realizar un voluntariado de este tipo, incluso varias veces, y muchos no “pasan la prueba”. El joven especula que su formación como ingeniero electrónico y su trayectoria en proyectos de voluntariado local lo ayudaron a ser seleccionado.

Él fue llevado a Pedernales, el pueblo más golpeado por el terremoto de Ecuador. Marcos cuenta que este pueblo de 50 mil habitantes es muy similar a San Juan del Sur (Rivas). Para llegar a él se debe viajar durante cinco horas desde Quito, por carreteras que este nica recuerda como “peligrosas” por su sinuosidad. “Fue impresionante. Yo nunca había viajado tanto tiempo en bus”, relató el ingeniero.

A su llegada, lo primero que le impactó fue encontrar muchos edificios dañados y terrenos que el gobierno municipal limpió, para remover escombros, posterior al fuerte movimiento telúrico. En su momento, las autoridades gubernamentales aseguraron que el terremoto de abril dejó más de 600 muertos en la zona costera de Ecuador y calificó el sismo como el más fuerte desde 1979.

“Uno debía estar consciente que en esos terrenos hubo casas en donde vivieron familias que fallecieron. En la calle no había música. Cuando pasábamos por la noche no se veía movimiento de gente. Había mucha tristeza”, lamentó Marcos, a quien se le encargó la tarea de instalar el sistema eléctrico de las aulas que construyeron en la comunidad Las Villegas, ubicada en las afueras de Pedernales.

Manos a la obra

Proceso de construcción de las aulas de la comunidas Las Villagas. Foto: Cortesía | Movistar
Proceso de construcción de las aulas de la comunidas Las Villagas. Foto: Cortesía | Movistar

Durante los primeros días de su estadía, los quince voluntarios de distintos países de Hispanoamérica recibieron un curso de inducción para conocer los detalles de su misión. Les explicaron cómo debían manipular (medir, cortar, limpiar) el bambú y, guiados por supervisores, reconstruyeron tres aulas que se habían derrumbado por el terremoto. UNICEF las había reemplazado por casas de campaña temporales, pero los chavalos de Pedernales ya no podían estudiar así.

El diseño de las aulas –ecológico, versátil y moderno– ya se usaba en la comunidad. “El bambú se encuentra con frecuencia en la zona. Lo utilizan mucho para construir tiendas que venden artículos artesanales ubicadas en las playas, para las bodegas”, afirmó el nicaragüense.

Para este proyecto, se encontró un arquitecto local que promovía el uso de este material y juntos hicieron un diseño antisísmico. La base era de concreto y la estructura, de bambú. Sobre el techo, también montado con este material, colocaron láminas de zinc para aislar el calor.

Los voluntarios hicieron las aulas desde cero y reacondicionaron cuatro baños. Instalaron el sistema de acueductos, los inodoros, los lavamanos, entre otros, y finalmente, procedieron con la implementación del sistema eléctrico (dispositivos, paneles de brakers, tomacorrientes), una fase que Marcos conocía bien por las modificaciones que había hecho en su propia casa. “El producto final nos enorgulleció mucho. Quedó muy bonito”, recordó el nica, con orgullo.

Reconstruir la esperanza

Mientras Marcos construía aulas en Pedernales, tuvo la oportunidad de platicar con la población. Allá conoció a infantes y padres de familia que deseaban contar cómo habían sobrevivido al terremoto. “Nosotros escuchábamos sus historias. Era muy difícil porque te encontrabas con niños que habían perdido a sus padres, a sus hermanos o a familias enteras que perdieron sus hijos”, relató.

Sin embargo, este nica también se topó con historias inspiradoras: recuerda haber conocido a un niño que, a pesar de haber perdido a uno de sus hermanos, nunca dejó de ir a clases. El pequeño viajaba 5 kilómetros todos los días para encontrarse con su maestra y sus compañeros, quienes lo esperaban en la carretera para llevarlo al colegio. La directora de esa misma escuela y su esposo, contó Marcos, se salvaron de morir aplastados bajo las paredes de su casa porque lograron refugiarse debajo de su cama.

Pero quizás el recuerdo más impactante fue un viaje que Marcos hizo a una playa cercana, el último domingo de su estadía. Se suponía que iría allí con sus compañeros para despejar la mente, pero en el lugar encontraron un monumento con los nombres de las personas que fallecieron en Pedernales por el terremoto de abril. “Miré un listado con centenares de nombres y apellidos. Encontré familias enteras y noté que un apellido se repetía hasta en diez personas”, rememoró, conmovido.

Ese domingo, dijo, fue un día triste.

Valorar lo propio 

A su regreso de Ecuador, Marcos dijo haberse involucrado en el programa de Vacaciones Solidarias para saber qué hacer si algo similar sucede en Nicaragua. Además, la oportunidad de viajar tan lejos para ayudar a otros no sucede con frecuencia. “Como nicaragüenses siempre tenemos la iniciativa de ayudar a los demás, pero es difícil que logremos vivir eso, ir tan lejos para colaborar con otras comunidades”, lamentó.

Además, afirmó que la iniciativa le ayudó a valorar aspectos de su vida que tomaba por sentado, como el acercamiento con su familia y su comunidad. Él admite que en muchas ocasiones, el ajetreo del diario vivir hacía que diese mayor valor a lo material, pero ver cómo todo se desvanece en unos segundos, por un terremoto, hizo que la vida cobrara un sentido distinto.


¿Sabés de otros voluntarios nicas alrededor del mundo? Contanos sus historias a través de Facebook y Twitter. 

Para obtener mayor información sobre el programa de Vacaciones Solidarias, entrá a este enlace.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.