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Día 3 de confinamiento
confinamiento por coronavirus
Una mujer pasea a un perro en Barcelona, este jueves, durante la quinta jornada en estado de alarma por la pandemia de coronavirus. // Foto: EFE

Me pongo a pensar cómo unas gotitas de saliva nos han hecho pararnos un poco de esta vida frenética y agitada que llevamos

     

Levanto la persiana de mi habitación y el sol radiante me deslumbra. Abro la ventana, me asomo a la calle, no veo ni un alma. Un rato después, bajo al supermercado y hay una cola de unas 15 personas que guardan una distancia de metro y medio entre ellas. El establecimiento tiene cerradas las puertas hasta que no salgan quienes están dentro. El confinamiento por el coronavirus no permite a todas las personas poder salir a trabajar y a quienes sí, lo hacen desde sus casas –teletrabajo– o en empresas dedicadas a productos de primera necesidad.

De regreso a casa, un señor que pasea con su perro es detenido por la Policía, que le indica que el recorrido debe ser breve, pero éste no aguanta el encerramiento, les comenta que tiene que salir a tomar el aire sino “le va a dar algo”. Queda claro que no estamos acostumbradas/os a estar tantos días encerrados, pero hay que resistir, obedecer.

Y así vemos estadios de futbol cerrados, ligas de deportes canceladas por todo el año, conciertos cancelados, elecciones autonómicas de Galicia y País Vasco pospuestas, mercadillos al aire libre sin realizase, museos cerrados. Todo en virtud de evitar la propagación de la enfermedad.

Me pongo a pensar en cómo unas gotitas de saliva nos han hecho valorar al sistema de salud pública y sus trabajadores. Aunque haya cosas que mejorar, ahora nos damos cuenta de que la sanidad debe ser pública e igualitaria para todas y todos, sin distingo de ningún tipo, porque el virus no conoce de color de piel, nacionalidad y de cuánto tenés.

Hemos vuelto la mirada al vecino, al anciano/anciana, a pasar más tiempo con los hijos, a valorar al trabajador de la salud, al dependiente del supermercado, al de la tienda de frutas, a quien transporta la mercancía para que podamos abastecernos en nuestras casas. Necesitamos que “no se contagien” porque si no, ¿quiénes velarán por nosotras/os? La solidaridad se envuelve en un miedo a perdernos en el aislamiento.

Esta pandemia mundial nos está dejando como lección que juntos seremos mejores. Lecciones de ser más humanos, de valorar a quien tenemos al lado, de pararnos un poco de esta vida frenética y agitada que llevamos todos los días. Miremos este confinamiento como una oportunidad para reflexionar si seguiremos siendo los mismos y cómo nos miraremos una vez pasada la tempestad.

CroNicas del coronavirus

*Este texto es parte de la serie CróNicas, publicada en la Revista Niú, a partir de este 16 de marzo, sobre las experiencias y reflexiones de cómo los nicaragüenses en España viven las medidas de confinamiento tomadas por el Gobierno español. Te invitamos leer más testimonios en este enlace.