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La pandemia ha popularizado el uso de desinfectantes, pero estos pueden generar sustancias nocivas por encima de los niveles recomendados por la OMS.
Los virus se transmiten de una persona infectada a otra por la atomización de partículas portadoras de virus al toser, estornudar, hablar e incluso al respirar. Además, cada vez que exhalamos, liberamos dióxido de carbono (CO₂) al aire. Dado que el coronavirus se transmite con mayor frecuencia al respirar, toser y hablar, se pueden usar los niveles de CO₂ para ver si un interior se está llenando de exhalaciones potencialmente infecciosas. Estos niveles nos permiten estimar si entra suficiente aire fresco del exterior, es decir, si estamos ventilando bien.
La atomización de partículas pequeñas (aproximadamente 5 μm) hace que se dispersen en el aire con eficacia, donde pueden residir largo tiempo. Las partículas de mayor tamaño pueden depositarse fácilmente sobre objetos y personas. Como la transmisión del SARS-CoV-2 ocurre vía directa (depositada en personas), indirecta (depositado sobre objetos) y por el aire (aerosoles), la desinfección de superficies ha hecho que proliferen todo tipo de productos desinfectantes, en todo tipo de formatos, que pueden tener en su composición productos químicos perjudiciales para la salud.
¿Qué y dónde medimos?
Medir la concentración de CO₂ es una herramienta para saber si se está ventilando bien y, por lo tanto, reducir las probabilidades de contagio por covid-19.
Por encima de 800 ppm (de cada millón de moléculas de aire, 800 son de CO₂), el 1 % del aire inhalado por una persona ya ha sido exhalado por otra. Por tanto, se recomienda que, en recintos cerrados, la concentración de CO₂ sea inferior a 700 ppm.
Además del CO₂, también medimos formaldehído porque es un gas cancerígeno clasificado con la categoría 1 por el Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer de la OMS (IARC, por sus siglas en inglés) y porque su exposición también causa irritación de los ojos y del tracto respiratorio, así como sensibilización de la piel.
El formaldehído es un contaminante que se genera en interiores a través del mobiliario prensado de madera (muebles modernos), pinturas, barnices y productos de limpieza. También se libera más de estos materiales cuando hace calor y hay humedad. Con el paso del tiempo, la emisión va disminuyendo. Además, se emplea como conservante de alimentos y es un componente de antisépticos, medicamentos, cosméticos, colas, adhesivos y lacas. En el exterior su origen es secundario, ya que se forma en la oxidación de hidrocarburos de procedencia tanto biogénica como antropogénica. Los vehículos a motor de combustión son la principal fuente de emisión de este contaminante en zonas urbanas.
Por esta razón, la concentración de formaldehído es mayor en interiores que en exteriores. A pesar de los efectos adversos para la salud y la infinidad de productos que lo generan, no existen límites legales permisibles para las concentraciones de este compuesto, tanto en ambientes interiores como en el exterior. Sin embargo, las directrices de la OMS para la calidad del aire en Europa recomiendan valores inferiores a 0.1 mg/m³ para un promedio de 30 minutos.
Además, acaba de publicarse el Reglamento de Ejecución (UE) 2020/1763 de la Comisión de 25 de noviembre de 2020, por el que se aprueba el uso del formaldehído como sustancia activa existente en biocidas de los tipos de producto 2 y 3 siempre que se cumplan las especificaciones y condiciones expuestas en su anexo.
Por tanto, es necesario evaluar los niveles de formaldehído en espacios interiores y sus posibles fuentes.
Llevamos a cabo un estudio en un centro educativo que se encuentra en una zona urbana transitada y con importante movimiento de vehículos. El centro no tiene ni instalaciones modernas, ni mobiliario nuevo, y las horas de medida seleccionadas no se llevan a cabo labores de limpieza. Esto es clave en los resultados obtenidos para el formaldehído.
Las dos aulas seleccionadas están en plantas distintas. Una de ellas en semisótano (SS) en régimen de presencialidad (27 alumnos) y la otra, en la segunda planta (SP), con semipresencialidad (12 alumnos). Por optatividad y por las fechas previas a Navidad, el número de alumnos presente en ambas clases fue menor, 21 alumnos en el aula SS y 7 estudiantes en el aula SP. Las horas de medida seleccionadas fueron 9:30 h, 11:30 h (momento en que las aulas están vacías porque los estudiantes están en el recreo) y a las 13:00 h.
¿Las medidas están dentro de los límites establecidos?
El aula SS, que tenía mayor número de alumnos, presentó los niveles de CO₂ más altos (el 21 de diciembre a las 9:30 h), (Figura 1, izquierda), con media ventana abierta (de dos ventanas disponibles en el aula) y la puerta al pasillo abierta. La concentración medida fue de 820 ppm. Posteriormente, y para subsanar este valor, se abrió la media hoja de la otra ventana y los valores mejoraron como se puede ver en la Figura 1. En ningún momento se superaron los 700 ppm recomendados.
En cuanto al aula SP, nunca superó el valor de 700 ppm, teniendo abiertas un tercio de las hojas de las tres ventanas de las que dispone el aula. Las medidas de CO₂ en el exterior oscilaron entre los 430 y 450 ppm, niveles normales en el aire exterior. Estas pequeñas variaciones se deben a efectos de la estación del año, la hora del día y de puntos de contaminación localizados.
Respecto al formaldehído, las concentraciones medidas en las aulas fueron altas, superando el valor guía establecido por la OMS (Figura 2, izquierda), sin embargo, en el exterior las concentraciones oscilaron entre 0.03-0.09 mg/m3.
En el aula SS, excepto a la hora del recreo (11:30 h) los valores llegaron e incluso superaron los 0.1 mg/m3, cosa que no ocurrió en el aula SP hasta el día 22 de diciembre por las razones que explicaremos a continuación.
No podíamos entender cómo en el aula SS estábamos midiendo estos valores tan altos, cuando el mobiliario era bastante antiguo, la limpieza de las aulas se realizaba por las tardes, cuando ya no había clases y, además, había buena ventilación (Figura 1). Asimismo, si nos fijamos en la Figura 2, en el recreo los niveles bajaron.
Nos dimos cuenta, ya en el segundo día de medida, que algunos profesores usaban espráis desinfectantes perfumados, con una base de alcohol y que pulverizaban para desinfectar la mesa e, incluso, los guantes que llevaban puestos durante las clases. En la etiqueta de estos desinfectantes se puede leer que además del alcohol, contienen hidrocarburos alifáticos (compuestos químicos constituidos esencialmente por hidrógeno y carbono que no tienen carácter aromático; sus cadenas son abiertas, y pueden ser tanto lineales como ramificadas) y linalol (compuesto orgánico aromático y volátil que está constituido por la unión de unidades de un hidrocarburo de 5 átomos de carbono).
El linalol es usado como perfume ya que recuerda mucho al aroma de la lavanda. Estos compuestos químicos pueden reaccionar con agentes oxidantes como el ozono y dar lugar al formaldehído, incluso estando estos oxidantes en concentraciones muy pequeñas, del orden de ppb (partes por billón).
Es decir, el formaldehído puede ser un componente del desinfectante, por su papel antiséptico y, además, se puede generar de forma secundaria a partir de los componentes del producto desinfectante.
En el aula SP, pulverizamos expresamente dos tipos de espray perfumados diferentes a modo de pequeño experimento, uno a las 9:30 h y otro de otra marca, a las 13 h, y así comprobar si también subía la concentración de formaldehído. Tal y como se puede ver en la Figura 2, la concentración de formaldehído aumentó superando el valor guía de la OMS.
Recomendación
Teniendo en cuenta estas observaciones, es aconsejable no usar este tipo de productos, sobre todo en interiores. De usarlo, debería ser en la terraza/balcón/exterior y nunca en interior, aunque haya ventilación, porque en las medidas realizadas había una buena ventilación (Figura 1) y, aun así, las concentraciones de formaldehído alcanzadas fueron altas.
Para desinfectar las superficies y detener la transmisión del virus entre personas, el Ministerio de Sanidad ha autorizado como productos virucidas, porque han demostrado eficacia frente a virus atendiendo a la norma UNE-EN 14476, una lista de antisépticos y desinfectantes químicos. Sin embargo, no hemos comprobado la composición de los productos del mismo, en cuanto a la presencia de formaldehído.
Este artículo fue republicado de The Conversation bajo licencia Creative Commons. Lea el artículo original. Diana Rodríguez Rodríguez, Profesora Titular de Universidad, Universidad de Castilla-La Mancha and Ángel Velasco García, Técnico de Laboratorio del Departamento de Ciencias Ambientales y Estudiante de Doctorado en Ciencias Agrarias y Ambientales, Universidad de Castilla-La Mancha