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Los ‘chanchos’ que enseñan a niños a ahorrar
Llegó el día. 14 niños de quinto grado se preparan para saber cuánto ahorraron en sus "chanchos" | Carlos Herrera | Niú

Un proyecto de educación financiera en colegios públicos entrega alcancías a niños de quinto grado para formar “una sociedad más sana financieramente”

     

En el colegio parroquial Divino Niño los chanchos son mágicos. Entran a la diminuta y desvencijada aula de quinto grado siendo simples cerditos de plástico con gorra y ranura en la cabeza, y al cabo de unos meses se convierten en bicicletas, cuadernos, o mochilas para los niños de esta escuela rural de Las Flores, Masaya.

Su futura forma dependerá de cuánto hayan ahorrado sus dueños, no con el dinero que les sobra –en estas zonas si algo falta es plata–, sino con lo que sacrifican: un helado, los cinco córdobas del recreo…

Esta mañana de noviembre, los cerditos –azules y rojos– esperan apiñados en la mesa de la profesora Zeyda Rosales, listos para que les saquen las monedas de la barriga. Hoy empieza su metamorfosis.

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Luego de recoger las alcancías, las meten en sacos y las llevan al banco para saber cuánto ahorraron | Carlos Herrera | Niú

Los niños también están ansiosos. Léster, por ejemplo, tiene ocho alcancías repletas ¡Un récord en el grupo! Las llenó con lo que ganó de la venta de nacatamales que su mamá, una mujer de rostro afilado y piel tostada, hace cada semana. Cada jueves, Cándida Muñoz se pega al fogón para preparar 600 nacatamales que lleva al Mercado Oriental, en Managua.

De esos 600, decidió darle 20 a su hijo menor. Él los vendió a 30 córdobas los fines de semana. Cada moneda que ganaba, iba para los chanchos. Tenía una meta: superar a Karen, la niña que el año anterior ahorró más de 9 mil córdobas haciendo helados, y cuyo sueño era comprarse una cama. Sí, una cama.

Léster asegura que los suyos irán a una cuenta en el banco. Los usará en caso de emergencias: por si su mamá, su tía o su abuelita se enferman. Quienes lo conocen dicen que este estudiante de 12 años tiene don de comerciante.

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Léster llenó ocho alcancías. Trabajó con su mamá los fines de semana para lograrlo | Carlos Herrera | Niú

“Tiene una visión de negocios y una actitud súper positiva”, cuenta Milton Mercado, subdirector del colegio. Él cree que el niño terminará invirtiéndolos. Léster incluso ayudó a sus compañeros a ahorrar. A quienes tenían menos les compartió monedas para que sus chanchos no estuvieran vacíos, dice su maestra.

Léster es de pocas palabras. Responde con monosílabos y parece reservado. Es delgado como un alambre, con jeans y tenis rojos. Por las tardes, después del colegio, aprende el oficio de zapatero y será un abogado cuando crezca, afirma.

Él se levanta todos los días a las 5 de la mañana para ser el primero en clases. “Solo 90, 100”, tiene en el boletín, asegura su mamá. “Es bien ahorrativo el chavalo, rápido a las letras y le pone amor al estudio”, cuenta Cándida.

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Una vez en el banco, las cajeras rompen la cabeza de los chanchitos para sacarles el dinero | Carlos Herrera | Niú

Cada moneda suelta un grito metálico al caer en la máquina: Clín-Clín-Clín-Clín… Los niños, 14 en total, ven cómo las cajeras echan cada uno de sus “pesos” en un aparato que los cuenta.

Sus chanchos ahora están vacíos. Aún no se sabe cuánto dinero tenían dentro.

Anielka Rivera decoró su cerdito con corrector, le anudó un pañuelo al cuello, y le echó cinco córdobas cada día. Con los 223 que acumuló, quiere comprarse los útiles del próximo año. Su mamá trabaja en una zona franca y le ayudó a ahorrar. Anielka tiene 11 años y quiere ser contadora.

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Anielka llenó un cerdito. Lo decoró y consiguió 223 córdobas. Es la 1ra vez que ahorra | Carlos Herrera | Niú

A Roberto Martínez, de 10 años, sus papás le daban 10 córdobas diarios para el recreo. Guardaba cinco en su alcancía y el resto lo ocupaba para comer algo. Su meta inicial era una mochila y cuadernos. Con lo que recogió en seis chanchitos, ahora quiere una bicicleta montañera y abrir una cuenta de ahorro. Tiene más de 4 mil córdobas y confiesa que sintió “mucha felicidad” al saber cuánto dinero acumuló. “Me emocioné bastante, porque yo no había ahorrado en todos mis años”, dice.

Esto de ahorrar también es nuevo para Zeyda Rosales, su profesora. Es la primera vez que enseña a niños de quinto grado y a sus alumnos les decía que si antes se comían tres helados, ahora compraran solo uno y que el dinero que les quedaba lo guardaran.

“Yo nunca he sabido cómo ahorrar”, admite. Llenó dos alcancías y media, y en su casa le ha mostrado a sus sobrinos “educación financiera”.

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El Colegio Parroquial Divino Niño es sencillo y las necesidades son muchas | Carlos Herrera | Niú

En el Colegio Parroquial Divino Niño no hay cancha, tampoco lujos. Toda la escuela se reduce a una L formada por ocho aulas. En los pabellones unos niños corren, mientras otros barren o jalan baldes con agua junto a sus maestros, para calmar el polvo que se cuela por el patio.

Este centro escolar nació en 1995 para enseñar catequesis. Al año siguiente la comunidad se organizó para solicitar que se convirtiera en un preescolar. Al principio solo eran cuatro aulas, hoy tienen 220 alumnos y 10 colaboradores. Aquí no se cobra una mensualidad, sino con una cuota mensual y voluntaria de los padres de familia. Esto se debe, explica el subdirector, a que son hogares que se mantienen con la agricultura y el trabajo en zona francas o como comerciantes.

El Colegio Parroquial Divino Niño, desde hace cuatro años, es parte del programa Ahorrando para tu futuro del BAC. Un proyecto que nació hace seis años con el propósito de brindarle a los niños «herramientas que les permitan optimizar el uso de sus recursos para alcanzar sus metas personales y familiares». La iniciativa consiste en seleccionar a escuelas cuyos alumnos se proponen una meta de ahorro, que alcanzarán en un período de nueve a diez meses.

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El ejemplo de estos estudiantes ha inspirado a todo el colegio, donde se ahorrara desde preescolar | Carlos Herrera | Niú

Escogen a niños de quinto grado porque «antes del quinto grado o antes de los 10 años el niño puede ahorrar, pero es una acción mecánica. No porque entiende el proceso. De los 10 a los 12 el niño puede desarrollar el hábito, porque lo comprende, porque entiende lo que significa. Cuando a estos niños se les pide que sacrifiquen un gasto o sacrifiquen un gusto que quieren darse, ya significa una decisión», asegura Alba Aguirre, coordinadora de Responsabilidad Social Corporativa de BAC- Credomatic.

Ahorrando para tu futuro trabajó en el 2016 con 27 escuelas, en 14 departamentos. Son más de mil alumnos que aprendieron sobre educación financiera. En este programa no se eligen escuelas privadas. La experiencia les ha revelado que donde hay necesidades económicas es donde los niños más toman en serio el ahorro.

«En las familias en las que comprar una bicicleta o comprar una mochila es un lujo, la única herramienta para adquirirla es el ahorro. Si nosotros trabajamos con los niños, una vez que estos lleguen a adultos tendremos una sociedad más sana financieramente. ¿Cómo se les enseña a los niños a manejar su dinero? Enseñándoles a ahorrar», asevera Alba.

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Cada chanchito era pesado regularmente para asegurarse que no le faltara ni un córdoba | Carlos Herrera | Niú

Se premian aquellos centros en los que se alcanzaron las metas propuestas. Para el resguardo de las alcancías cuentan con el apoyo del Ministerio de Educación y dan charlas sobre educación financiera en la comunidad. No se trata solo del alumno, sino también de su entorno.

A Alba hay niños que le han dicho: «Es que mi chanchito es puentero», porque así se llama la pandilla que está en la zona donde se ubica su colegio. Al final de cada año el banco se encarga de comprar lo que cada estudiante esperó obtener con el dinero que ahorró. Uno, por ejemplo, llenó su alcancía para comprarse una ternera. Ahorrando ya ha conseguido cuatro vacas lecheras.

Este año el Colegio Parroquial Divino Niño, por cuarta vez consecutiva, será una de las escuelas escogidas. Allí los niños han empezado a ahorrar desde preescolar. Con el premio del 2015 se logró pintar la escuela y dividir las aulas con concreto. Ahora quieren construir un par de salones más. En uno de ellos –quizá- se reunirán de nuevo los «chanchos» al inicio del año, se les asignarán dueños y al final de año se convertirán en lo que un niño quiera -o mejor dicho- en lo que sus ahorros le permitan.

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