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Cocoplum es un bar especializado en tragos, cócteles, micheladas y una cocina juguetona, que alterna sabores tradicionales y exóticos.
Es probable que cuando piense en Bello Horizonte como un lugar adonde ir a tomarse unos tragos, de inmediato lo asocie con los mariachis de la rotonda. El bullicio de las bandas con bajos y trompetas compitiendo por clientes en Los Ídolos. También puede pensar en los otros bares que hay en la zona, pero no son el ambiente que anda buscando un viernes por la noche, por ejemplo. Sin embargo, hay un Gastropub que desde agosto de 2016 ofrece una experiencia distinta.
Para llegar a Cocoplum hay que dirigirse al Tope Sur de Bello Horizonte, seguir una cuadra más hacia el sur, y doblar a la derecha. Allí encontrará la taberna que Diony Fuentes construyó con sus propias manos a los veintisiete años. Un bar especializado en tragos, cócteles, micheladas y una cocina juguetona, que alterna sabores tradicionales y exóticos.
La idea de fundar un restaurante o un bar rondó la cabeza de Diony casi quince años. Primero estudió un técnico en Ingeniería Civil, pero esa profesión no iba con su espíritu emprendedor. Sacó la carrera de Turismo en la Universidad Centroamericana, y un día agarró sus maletas y llegó en lancha a Little Corn Island a dirigir un hotel de cinco estrellas, asentado en la paradisíaca islita.
Caminando por una de esas blancas costas, junto a un guía costeño de cinco años de edad, Diony encontró una fruta de icaco.
– ¿Cómo se dice esto en creole?
– Cocoplum – contestó el avispado pequeño guía.
Diony tenía interés particular en esa fruta. Le recordaba a su abuelo. Aquella vez que ambos estaban tumbados en una hamaca colgada de dos palos de icaco, y él, niño en ese entonces, comía el fruto.
– Cocoplum… ese es nombre para el bar – se dijo Diony. Decidió renunciar a su salario fijo, salir de la isla, vender su carro, su nintendo y hasta su celular para fundar el negocio.
Cocoplum quiso ser un restaurante, pero con los ocho mil dólares que Diony obtuvo con la venta de sus pertenencias, no daba ni para comprar sillas y mesas. Decidió que Cocoplum iba a ser una taberna. Pero el dinero seguía siendo un problema. Tampoco alcanzaba para comprar un local. Su mamá le ofreció el garaje de la casa en Bello Horizonte. Un espacio de 3×11 metros. Ni modo, era lo que había. En unos papeles diseñó el bar. Buscó a un albañil (no había para pagar otro) y comenzó a mezclar cemento, a cortar bloques y a construir Cocoplum él mismo.
Diony quería un bar que no fuese cantina ni un lugar de tanta etiqueta. “Un sitio donde no se escupa en el piso y donde no es necesario llegar vestido de polo y zapatillas. Algo relajado”, describe.
Cocoplum abrió sus puertas el 30 de agosto, día de pago. Las cuatro cajillas de cervezas que compró se agotaron. Fue un “alegrón de burro”. Casi nadie llegó los siguientes días. “Me dolía porque esto lo construí con mis manos”, recuerda.
La clave para el éxito que goza Cocoplum hoy día estuvo en Facebook. Diony alimentaba un fanpage ofertando cervezas bien heladas, tragos y la comida. Consiguió que una publicación se viralizara, y así la clientela creció a tal punto, que el propietario ya no podía ser cajero y mesero a la vez. Contrató personal y amplió el garaje. Solicitó a su madre más espacio de la casa. Derribó muros, y la taberna se hizo Gastropub. Fue una decisión arriesgada, porque este Gastropub no está ubicado en sectores de Managua en los que, usualmente, se ubican bares para bacanalear. Ya sea Los Robles, Plaza 101, Zona Hippos, Carretera Sur o Galerías Santo Domingo.
“El Barba” tras la barra
El bartender que articula la barra en Cocoplum es dicharachero. “El barba” te prepara los tragos y te hace sentir su broder. Aunque bromea todo el tiempo, es solemne cuando prepara un cóctel o un trago: ingredientes naturales, medidas exactas, y limpieza en los recipientes y la barra.
“El Barba” conoce ochenta recetas de bebidas, pero su especialidad son los tragos flameados. Me ofrecieron la especialidad de Cocoplum: Un Cámara de Gas. Un licor que el bartender añeja con canela y que, al pegarle mecha, los vapores suben por el vaso. Usted bebe y luego aspira el vapor. Un trago bastante rudo. También hay recetas propias en este Gastropub. Diony va todas las mañanas al mercado a comprar frutas frescas, que luego “El Barba” disecciona con destreza. Además de disfrutar los sabores, resulta un espectáculo ver a “El Barba” preparar las bebidas.
Si usted no es tan de trago, no deje pasar las micheladas. Los domingos ofrecen ocho tipos distintos, siendo las más apetecidas las de mago y tamarindo. Yo siempre soy tequioso con las micheladas, pero la clásica que “El Barba” prepara pasa la prueba con creces.
El ambiente es relajado en Cocoplum. La música es seleccionada con ese aire de playa que infunde este Gastropub. Siguiendo esa línea, la especialidad de la cocina es un dip de langosta con queso. El orgullo de Diony, pero que dice que los clientes prefieren las alitas. Ya sean picantes o a la barbacoa.
“La gente dice que nuestras alitas son mejores que las de otros lados, porque son más grandes. Damos libra y media. Y por el sabor”, explica el propietario. Es cierto, las alitas están bien cocidas, las salsas no son prefabricadas y las papas fritas están bien tostadas.
Diony habla con entusiasmo de su Cocoplum. No tiene ni un año funcionando, y planea la construcción de otra barra. Hay noches que el bar no da abasto a la demanda. Sin embargo, el propietario piensa en todo, en cada detalle. En las luces, en la decoración Gastropub que quiere imprimirle a su negocio. Esos estilos industriales: con bloques expuestos, tubos al estilo inglés. “Si yo me siento bien, los clientes se van a sentir bien. Ese es el objetivo”, sostiene Diony.
La noche continúa en Cocoplum, y el equipo de #OtraPorFavor deja la taberna con la firme convicción de volver para ver los avances de este emprendimiento. A este Gastropub en honor a un abuelo y en donde la cultura del buen beber y comer está honrada.
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