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¡A destilar veneno!

Las mujeres somos el grupo demográfico más grande del mundo, usemos nuestro poder para unirnos y cambiar las cosas, no para tirarnos debajo del bus

Los hombres para probar que son más fuertes se agarran a cachimbazos, nosotras a las tapas. Entre más venenosas somos con “esa maje que nos cae mal”, más poderosas y superiores nos sentimos. Chismear, una vez al año, no hace daño. “¿Vieron la súper híper mega corta puti falda de la Conchita?, la nueva de la oficina”.

Es un acto inocente. No tiene nada de dañino. Se lo decimos en buen plan, para que se cuide y que no piensen que es una fácil, aunque de seguro ya se la cogió el de contabilidad el viernes que le dio ride en su moto. ¡Fijo se la echó en el “saco”! Claro, con esas puti faldas que se pone, debe ser una calzón flojo.

¿Les parece conocida la escena? Criticarnos entre nosotras es algo tan cotidiano. Hablamos de la “otra” por cómo se viste, con quién coje o con cuántos coje, si está gorda o está flaca, si es buena o mala madre. Todas somos culpables, porque yo también he “chismorreado”. Como mamba africana he destilado todo mi veneno sobre “aquella maje que me cae mal”.

Estamos atentas a señalar hasta la última pendejada que a nuestro parecer no es correcta. Pero ¿por qué lo hacemos, qué nos hace querer competir con las demás? Creemos que al reprochar comportamientos que a nuestro criterio son inadecuados dejamos claro que somos “mujeres decentes” y esto nos hace más elegibles ante el sexo opuesto. Porque, claro, ellos van a escoger a la recatada que no se pone la puti falda, no a la loca que coge con quien quiera y se viste como quiera.

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Y no quiere decir que tengas que ser pipita de todas las mujeres que conocés, no es posible, la química y la compatibilidad no se pueden forzar. A veces simplemente no hacés clic y punto. Pero tampoco quiere decir que porque no compartamos los mismos ideales tengamos que apedrearnos. Siempre nos han criticado por volarnos verga entre nosotras, pero no nos recuerdan lo poderosas que somos cuando nos movemos en manada.

Yo tengo la dicha de estar rodeada de lobas, mujeres guerreras que me quieren a mí y a Joaquín sin que compartamos la misma sangre, cada una marcha al ritmo de su propio tambor pero cuando estamos juntas a pesar de ser tan diferentes nos acoplamos a un solo compás. Mi manada me hace ser más valiente, más lista, más fuerte, más ubicada y más sabia.

Ellas me dan la energía que necesito para seguir adelante, cuando he estado en el hoyo me han sacado estilo MacGyver. Simplemente sin ellas y sin su solidaridad no soy. Estoy segura que todas tenemos de esas amiguis moridoras a las que nos une más que una simple amistad, todas hemos sentido esa conexión energética cuando abrazás a tu BFF y te das cuenta que no estás sola, que esa maje está igual de loca que vos y que juntas le patean el culo a Pinky y Cerebro.

Es cierto que no vamos ser amiguis de todas pero tampoco hay razón para echarnos tierra, bien lo dijo JuanGa “pero qué necesidad, para qué tanto problema…” Tampoco se trata de ser hipócritas, sino de ser solidarias, de echarnos una mano si está en nuestras posibilidades, y de mordernos la lengua la próxima vez que la Conchita ande bien perrísima con su escote XXX. Las mujeres somos el grupo demográfico más grande del mundo, usemos nuestro poder para unirnos y cambiar las cosas que necesitan ser cambiadas no para tirarnos debajo del bus.

Y para no perder la costumbre, porque tengo rato de no hacerlo, le dedico esta entrada a Mi Manada.

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