Música

A Managua le calzó el bombín de Sabina
Sabina en Nicaragua
Wilfredo Miranda | Niú

Joaquín Sabina habló de su amor por la literatura nicaragüense y dedicó su concierto en Managua a la escritora Gioconda Belli, que lo escuchó en el Teatro Rubén Darío

     

La espera terminó cuando apagaron los cigarrillos en el camerino. La banda salió primero al escenario. José Miguel Sagaste con su falda escocesa, la esbelta Mara Barros llevada del brazo por Antonio García De Diego, Pancho Varona con su sombrero Pork Pie y sus anteojos negros, y los demás secuaces en sus posiciones: Laura Gómez Palma en el bajo y el incorrompible rockero de la guitarra eléctrica, Jaime Asúa. Joaquín entró con sigilo mientras la ovación del público lo recibió de forma rotunda. ¡Por fin! El juglar del asfalto, el de las cenicientas de saldo y esquina, y las calles melancolías con bulevares de sueños rotos, pisaba Nicaragua y la sala mayor del Teatro Nacional Rubén Darío.

Sabina correspondió la ovación alzando el bombín con la mano derecha. Hizo una reverencia ante la platea. Dio espacio para que la ovación alcanzara a la banda, y, de inmediato, se situó frente al micrófono a entonar con su voz rasgada los primeros versos de la noche:

Cuando era más joven viajé en sucios trenes que iban hacia el norte 

Y dormí con chicas que lo hacían con hombres por primera vez, 

Compraba salchichas y olvidaba luego pagar el importe. 

Sabina en Nicaragua
Wilfredo Miranda | Niú

Es cierto, Joaquín fue joven. Tiene 69 años recién cumplidos. ¡Cuánto miedo y rumor se esparció previo a su presentación en Managua! Era bien sabido que en México, hace dos semanas, canceló conciertos porque sufrió mareos. Uno de ellos le hizo perder el equilibrio y se golpeó en el ojo. ¿Pospondría Sabina una vez más su concierto en Managua? Entre los Letraheridos sabineros se percibió con temor que Joaquín haya bajado del avión en silla de ruedas. ¿Estaba bien Joaquín? Lo supimos el sábado, pasadas las ocho de la noche: Sabina subió a las tablas del Rubén Darío para brindar un show memorable, con ahínco, empuje y vigor.

— Está bien. Es un tipo muy simpático—  me dijo la poeta y escritora Gioconda Belli.

Antes de que la velada iniciara, Belli saludó a Sabina en el camerino.

— Hasta me fumé un cigarro con él—  saca su celular y nos muestra la foto que su esposo, Carlos Castaldi, le sacó junto a Joaquín.

— Me dijo que era una poeta muy guapa — cuenta y ríe Belli.

Todos fumaban. Los vidrios del camerino reflejaban los cigarros y el humo.

Cuando los cigarrillos fueron quemados, la espera en las butacas por Sabina terminó.

Tras más de 80 conciertos en la gira Lo Niego Todo, Joaquín llegó a Nicaragua “a conocer nuevos amigos” y a ser su cómplice entregando una actuación vívida, sudada y rítmica, que disipó toda preocupación sobre su estado de salud. El crápula de los 69 años (“un número hermoso y redondo. Soy un viejo verde”, bromeó) desbordó vitalidad y energía en el Teatro.

La parada de Joaquín en Nicaragua resultó muy especial y coincidente desde el plano poético. No solo porque él es un renovador del rock en español, como Rubén Darío lo es del lenguaje, sino porque en sus canciones ha colocado a las princesas darianas entre la cirrosis y la sobredosis.

Sí, Sabina es rockero. El veneno de los Stones y Bob Dylan fue inoculado en Londres durante su exilio y, por eso, huyó del “rocanrol en español desconsolado con ridículas traducciones y con invenciones peores”. Joaquín relató que antes de componer, interpretaba canciones de Joan Manuel Serrat y Paco Ibáñez y aquella de Carlos Mejía Godoy que dice: “son tus perjúmenes mujer”. Al escucharlo los aplausos inundaron el auditorio. Con los guiños a Nicaragua, Joaquín hilaba poco a poco la complicidad con el público, hasta domarlos y hacerse de sus corazones. Joaquín no solo se tomó en serio a Nicaragua, sino que demostró que la conoce a través de su literatura. Porque antes que rockero irreverente del español, Sabina es poeta, poeta universal como los de este pequeño país volcánico.

Wilfredo Miranda | Niú

Durante la tarde me estaba viniendo a la cabeza aquella frase de Cortázar: Nicaragua tan violentamente dulce— .

Sentado en una silla alta, a la par de una mesa con una copa que era rellenada una y otra vez, Sabina habló de poetas.

— Yo quise hacer realidad tres sueños: tocar en Londres en el Royal Albert Hall, en el Olympia de París, y pisar por primera vez el teatro Rubén Darío. Para los cantantes y para quienes jugamos con las palabras, Nicaragua ha sido tierra de poetas y de mucha inspiración. Rubén, del que ustedes a lo mejor están hartos de tanto oírlo, para nosotros fue un tipo que la vieja lengua de madera de Cervantes la convirtió en diamantina.

En medio de ensordecedora aclamación, Joaquín continuó hasta el presente poético y literario de Nicaragua.

Wilfredo Miranda | Niú

— La gente de mi generación, aparte de vivir y sufrir la peripecia histórica, a veces legendaria de Nicaragua en el siglo XX, también creció con Claribel Alegría. Y con Ernesto Cardenal. Y con Sergio Ramírez. Y, sobre todo, los que estamos aquí (la banda) le hemos pedido en el camerino un carné de ese partido que ella quería fundar, y que se llamaba la Izquierda Erótica.

Sabina se refería a la poeta Gioconda Belli. Un tanto atónita, Belli recibió el agasajo de Joaquín en medio de la platea. El público aplaudió a su poeta.

— Como anda por allí, le vamos a dedicar este concierto de parte mía y de parte de muchos poetas españoles amigos míos que la aman como la amamos nosotros — dijo Sabina.

En la primera etapa la gente “tuvo que joderse” a pedido de Joaquín. Advirtió que tocarían las canciones del nuevo disco, cuya gira lo trajo al escenario del Rubén Darío. Hubo risas, porque Joaquín también le entra a la complicidad con el humor. Después vendrían sus clásicos, bitácoras sentimentales de Hispanoamérica. Quizá Sabina creyó que pocos iban a corear su última obra, en la que hace una recapitulación de su intensa vida. Pero no fue así. El 80 por ciento del público lo negó todo.

Wilfredo Miranda | Niú

Ni en los sueños más locos habíamos imaginado que teníamos tantos amigos en Nicaragua — confesó Joaquín. En el teatro habían muchos costarricenses y hondureños que vinieron a ver al de Úbeda en Managua.

Durante toda la noche las letras de Sabina eran seguidas al pie de la letra por el aforo. La explosión vino con sus clásicos. Aunque no cantó todos, sí los suficientes para reventar con ritmo y estribillos el Rubén Darío. Primero ese alimón delicioso de Sabina con Mara Barros en Y Sin Embargo. ¡Qué voz de mujer! Parafraseando a Joaquín, la Mara es ese huracán sin ojos que lo gobiernen.

Creo que, esta vez, Princesa fue el éxtasis por encima de 19 Días y 500 Noches. Con dos platillos en la mano marcando el compás de Pastillas para no Soñar, Joaquín demostró que todavía su mezcla de poesía y rock hacen magia. Prestidigitador del escenario como Darío de las letras. A la noche de Managua le calzó el bombín de Sabina.

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