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“Animales Fantásticos y Dónde Encontrarlos”

La trama de “Animales Fantásticos y Dónde Encontrarlos” tiene lugar varias décadas antes del nacimiento del hijo dilecto de Hogwarts.

     

Es temporada alta para los fanáticos de J.K. Rowling. La escritora británica firma el guión de esta película que se desarrolla “en el mismo universo” de Harry Potter. La trama de “Animales Fantásticos y Dónde Encontrarlos” tiene lugar varias décadas antes del nacimiento del hijo dilecto de Hogwarts. Newt Scaramander (Eddy Redmayne) es un hechicero británico que llega al Nueva York de los años 20 con una maleta repleta de extrañas criaturas.

Su misión es liberar a un exótico grifo blanco en Arizona, pero no logra salir de Manhattan. Varias especies se le escapan, poniendo en peligro la secretividad del mundo mágico. Además, un ser espectral destruye partes de la ciudad. Oh, y la presencia de Grindelwald, un poderoso mago de las artes oscuras, se anuncia en los créditos iniciales.

Scaramander se cruza con un pequeño ejército de personajes: Porpentina Goldstein (Katherine Waterston), una exagente de la autoridad regente de la magia; Graves (Colin Farrell), un inspector monitoreando las actividades de Mary Lou Barebone (Samantha Morton), fanática activista antimagia. Kowalski (Dan Fogler) es un “no mago” que entabla amistad con Newt. La burocracia se manifiesta en la presidenta del Congreso Mágico de los EEUU, Seraphina Picquery (Carmen Ejogo). En los márgenes, tenemos a Henry Shawn (Jon Voight). Él es un magnate de la prensa escrita. Sus hijos, Henry Jr. (Josh Cowdery), un senador con pretensiones presidenciales, y Langdon (Ronan Raftery), una bala perdida luchando por ganar el favor del padre.

A pesar de nacer bajo la sombra de una franquicia, “Animales Fantásticos…” tiene la misión de “crear un mundo”. Quizás por eso, se acumulan demasiados hilos de trama. Personajes que parecen importantes son subutilizados. Más que crear una película satisfactoria en sí misma, los realizadores están plantando las bases de una saga que se proyecta al futuro. De hecho, Rowling ha anunciado que se producirán hasta cinco películas en esta nueva franquicia.

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El principal problema está en Scaramander. El protagonista es el menos interesante del extenso reparto. Sus preocupaciones ecológicas son de rabiosa actualidad, pero no aportan sustancia a la película. Por muy fantásticos que sean, los animales son un “McGuffin” para justificar la acción. La extensa secuencia en la cual Scaramander recorre la virtual reserva natural que lleva en su maleta es visualmente atractiva, pero dramáticamente inerte. Esta ahí para que los niños más pequeños se antojen y le pidan los muñecos a sus padres.

Todo el peso del casto romance entre Newt y Porpentina es asumido por Waterston, cuya exasperación permanente oculta una profunda alienación. Además de vivir al margen de la sociedad por la política de invisibilidad, ella ha sido expulsada del congreso por ir más allá del deber. La relación con Scaramander supone una tabla de salvación. El amor la puede volver a conectar con algo más grande que ella misma, pero el objeto de su deseo permanece remoto y desconectado. Si quiere ver a Waterstone jugando en reciprocidad, tendrá que buscar “Inherent Vice” (Paul Thomas Anderson, 2014) y “Queen of Earth” (Alex Ross Perry, 2015).

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La película flota, incómodamente, entre asuntos infantiles y preocupaciones adultas de índole carnal. Una larga secuencia de acción bufa depende de la necesidad de aparearse de una especie de hipopótamo luminoso. Kowalski no puede disimular su atracción hacia Queenie (Alison Sudol), la compañera de cuarto de Tina, quien proyecta la desenfadada sensualidad de una flapper. En la subtrama más dramática, los encuentros entre Graves y Creedence (Ezra Miller), el atormentado hijo adoptivo mayor de Mary Lou, tienen una evidente carga homoerótica.

Esto no es un accidente. La cualidad “mágica” de los personajes de Rowling suele cubrir simbólicamente a todas las minorías perseguidas. El celo antimagia de Mary Lou Barebones recuerda a la homofobia de los peores activistas de la cultura heteronormativa. Y no es una casualidad que el villano más destructivo se produzca por la represión de la verdadera naturaleza del ser. Como una artista humanista, Rowling usa la ficción para comentar sobre la realidad que atestigua. Probablemente la era de Donald Trump servirá para hacer que las próximas entregas sean más sustanciales.

A pesar de sus debilidades, “Criaturas Fantásticas…” esta bellamente producida. El diseño de los sets, el vestuario y la fotografía coinciden para transportarlo a un hermoso pasado idealizado. La historia cojea, pero el conjuro de la complicidad puede salvar el día.

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