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“¿Guatemala, utz awech?”
Foto: Agencias

     

Aprender un idioma siempre nos abre los ojos. Comunicar en otro idioma no es sólo traducir palabra por palabra las ideas, los conceptos, sino que este camino nos obliga a aprender nuevas maneras de ver el mundo. Tomamos, por ejemplo, algo tan sencillo como un saludo: “¿cómo estás?”. Las variantes de esa frase tan común nos pueden decir mucho sobre la cultura de un pueblo. En chino (“ni chi fan le ma?”) y en coreano (“shiksa haeseyou?”) el ¿cómo estás? se traduce literalmente a “¿ya has comido?”. Eso ya nos dice mucho sobre el rol central de la comida en esas sociedades: el bienestar está estrictamente vinculado al estar bien alimentado. Porque ¿quién puede estar bien si está en situación de hambruna?

En clase #3 de mis clases de k’iche’ (con la brillante profesora María Yax) he aprendido el siguiente diálogo:

A: ¿Utz awech? (Traducción literal = ¿estás bien?)

B: Ma utz taj. (Literal: No estoy bien.)

A: ¿Jas mo ma utz ta awech? (Literal: ¿Por qué no estás bien?)

¿Qué analizo yo en eso? Como alguien con una muy modesta trayectoria en lingüística (que además ha estudiado Análisis de Discurso bajo el fantástico profesor Dr. Fernando Castaños Zun de la UNAM, en México), no puedo dejar en paz este tipo de cosas.

¿Cuál es la diferencia entre “¿cómo estás?” y “¿estás bien?”. El lector lo podrá ir pensando, y si tiene otro análisis me encantaría conversarlo.

Una diferencia llamativa es que, a primera vista, “¿cómo estás?” deja abierta la posibilidad de una multitud de respuestas: estoy bien, estoy cansada, estoy triste, tengo hambre, etc. Pero ahora, lanzo otra pregunta: de todas las veces que preguntamos “¿cómo estás?” en un día, ¿cuántas veces realmente nos interesa la respuesta? ¿Cuántas veces nos detenemos a escuchar?

Ahora miramos “¿Utz awech?” (¿estás bien?). A primera vista, parece ser una pregunta binaria, que tiene sólo dos posibles respuestas “sí” o “no”. Pero si lo pensamos más hay una complejidad allí: ¿no es cierto que una/o puede estar bien en ciertos aspectos y mal en otros? Allí tal vez entra el aq’abal’ (un día en el calendario maya, y también uno de los 20 nahuales, un elemento de la cosmovisión maya que se podría traducir en grandes rasgos como “guías”): esta entretejido entre bueno y malo, día y noche, luz y oscuridad (ojo: yo, escocesa, no pretendo, ni ahorita ni nunca, poder hablar con ningún gramo de autoridad intelectual de la cosmovisión maya… para esto me faltaría toda una vida de transmisión cultural de los valiosísimos conocimientos ancestrales).

Lo que quiero rescatar es la centralidad de “estar bien” (en otros idiomas mayenses, incluyendo el q’eqchi’ (Guatemala), y el tzeltal (Chiapas), la manera de preguntar ¿cómo estás? es literalmente ¿cómo está tu corazón?) lo cual me parece ser el meollo del asunto con ¿utz awech? Hoy día, ¿estamos bien? Con la contaminación de nuestros ríos (y aquí uso “nuestros” para hablar de nuestro planeta, también más allá de las fronteras del Estado Nación de Guatemala), de nuestros mares, la matanza de nuestros bosques, la violencia, la discriminación, la pobreza, la desnutrición… ¿estamos bien?

¿Guatemala, utz awech? ¿Mundo, utz awech?

Yo considero que no, que no estamos bien: Ma utzta uj k’olik. Con el cambio climático amenazando al planeta en su totalidad, y un sistema económico de sobreconsumo que básicamente se puede considerar como saqueo de nuestros bienes naturales, no estamos bien. Con una tasa de desnutrición infantil de casi el 50%, y Guatemala siendo un país supuestamente de “ingresos medios” (una medida que no toma en cuenta la espeluznante desigualdad en la distribución de la riqueza), al tener una tasa así, no estamos bien.

Y me pregunto ¿cómo es posible que en los últimos 50 años hayamos hecho tanto daño a un planeta que tiene milenios? Parte de la respuesta me la sé yo desde mi propia educación en Escocia. En nuestras clases de Historia en el colegio empezamos con la “Revolución Industrial”, como si todo lo anterior no existiese. Siendo el Reino Unido uno de los principales culpables en el mundo de los flagelos del colonialismo, esa palabra ni una vez se pronunció en mi colegio.

¿Entonces, qué? ¿Por qué escribo esto? Pues, quiero abogar por una recuperación de esta historia (tanto la mía como la guatemalteca) que tantas generaciones han buscado silenciar. Los pueblos mayas, por ejemplo, supieron cuidar el planeta durante siglos (o incluso milenios). ¿No somos un poco necios si seguimos sin hacer caso de todo ese aprendizaje?

Para ir terminando, una anécdota. Tengo un amigo en Escocia que es economista (con todas las letras que quieres antes de su nombre). Su primera carrera fue Física, en la cual obtuvo su Maestría. Después doctorado en Economía. Nunca ha estado en Guatemala, ni sabe más del país de lo que yo le he contado en una noche de copas. Pero nos mantenemos al día, compartimos cada quien lo que estamos haciendo (yo entiendo aproximadamente el 10% de lo que me dice, pero me interesa escucharlo igual). Cuando le comenté que estaba estudiando k’iche’, me compartió una cosa que me fascinó: que los cálculos sobre los movimientos de los cuerpos celestes que lograron hacer los mayas (antes de la invasión de los españoles), sin conocer las leyes de la física, tardarían días o semanas con una computadora de hoy. Una computadora de hoy que puede hacer millones de cálculos por segundo.

Entonces, termino agradeciendo a los pueblos indígenas, en este, el Día de la Lengua Materna (que como nota de pie, agrego: desde la lingüística no son “lenguas”, son “idiomas): maltyox por los conocimientos, maltyox por el cuidado del planeta, y muy desde lo personal, maltyox por este viaje de aprendizaje que estoy iniciando.

Postdata: Reconozco que tengo cero autoridad para hablar de todo este tema, pero pensé que el punto de vista de una extranjera podría ser de interés. Yo, por mi parte, me fijo más en lo que escriben los expertos sobre estos temas: las personas y académicos mayas. Y a ellas y ellos también: Maltyox (gracias).

*María Yax es coautora de este artículo.