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Atletas nicas: de medallistas a «terroristas»

Ilustración: Juan García

El régimen de Daniel Ortega ha criminalizado la protesta en Nicaragua. Nadie, aunque antes haya sido incluso alabado por el Gobierno, que se atreva a manifestarse se salva de ser perseguido, acosado, encarcelado e incluso asesinado.

Deportistas que han representado a Nicaragua y han ganado medallas en competencias de alto rendimiento a nivel internacional han sufrido la violencia del régimen. Su delito: pedir la salida de Ortega del poder.

Algunos de ellos han pasado de ser considerados glorias deportivas por el aparato oficial a ser considerados «terroristas» por participar en marchas durante las protestas que iniciaron hace casi seis meses, el pasado 18 de abril.

“No me matés loco, por favor”

Hace menos de un año Broderick Hernández ganó una medalla de oro en los XI Juegos Centroamericanos Managua 2017, que el Gobierno de Nicaragua organizó con mucha parafernalia.

Seis atletas nicaragüenses, incluyendo a este joven, subieron al podio a recoger sus preseas doradas en la disciplina de sambo. Su triunfo generó alegría en el país, tanto que los organizadores quisieron incluir a última hora las preseas dentro del medallero oficial; algo que finalmente no se hizo ante el reclamo de las otras delegaciones.

Broderick Hernández ganó medalla de oro en la disciplina de sambo en los XI Juegos Centroamericanos. Foto: Franklin Villavicencio | Niú

Sin embargo, para Broderick ese triunfo quedará siempre en su memoria. Recuerda el momento cuando consiguió la medalla dorada en los 62 kilogramos al ganar 1-0 al hondureño Elvin Cruz.

Este joven, de 20 años, ahora teme que el mismo Gobierno que lo festejó, lo detenga arbitrariamente, lo golpee o lo mate. ¿Por qué? Por exigir justicia y democracia. Su temor no es infundado.

Desde el inicio de las protestas

Broderick ha participado en varias de las manifestaciones pacíficas. De hecho, estaba en Camino de Oriente el 18 de abril cuando todo inició. Pudo ver cómo las huestes orteguistas agredieron a ciudadanos que protestaban con banderas y cartulinas en contra de las fallidas reformas a la Seguridad Social. 

Ese día a él también lo atacaron. Tuvo que tirarse a un cauce para que las turbas de la Juventud Sandinista junto a antimotines no lo alcanzaran mientras perseguían a los manifestantes.

Sin embargo, eso no lo detuvo. Casi un mes después, el 17 de mayo, el joven asistió a un plantón en la rotonda de Metrocentro, en solidaridad con las madres de los asesinados en las protestas hasta esa fecha.

Recuerda que al finalizar el plantón, junto a un amigo, esperaban que los pasaran trayendo. Una camioneta Hilux se estacionó frente a ellos y solo pudieron ver cómo se bajaron dos hombres: uno con pistola y otro con un tubo.

Broderick jamás pensó que portar una bandera como capa sobre los hombros, como lo había hecho el 17 de diciembre cuando ganó la medalla de oro provocaría que lo golpearan. Pasó de ser una gloria deportiva a un «golpista» más, para el régimen de Ortega.

Broderick Hernández llevaba una bandera de Nicaragua como capa el día de su premiación. El 19 Digital

“El que llevaba la pistola agarró a mi amigo y el que llevaba el tubo me comenzó a golpear con eso”, recuerda. Él intentó defenderse, pero en medio de las patadas y los golpes que le proporcionaban, sentía que se le acababa el aire. De su boca solo logró salir un “no me matés loco, por favor.” Creía que iban a matarlo.

De la camioneta también se bajó otra persona. Hubo un momento en que los golpes se detuvieron. El hombre les gritó: “¡ustedes son los que andan botando los chayopalos!”.

La agresión continuó. A pesar que por la calle aún transitaban personas, nadie se detuvo a ayudarlos por temor. Quince minutos después, la fuerte golpiza terminó. “El que se llevó la peor parte fui yo. A mí me rajaron la cabeza y me fracturaron el antebrazo”, recuerda.

El joven atleta decidió ir a un hospital público, sin embargo uno de sus mayores miedos era no ser atendido debido a las órdenes de no auxiliar a manifestantes opositores del Gobierno. A él, se le ocurrió decir que lo habían asaltado cerca de su casa. “Si no hubiese dicho eso no me hubiesen atendido”, lamenta.

Broderick Hernández después de la agresión por parte de los paramilitares. Cortesía

De ser aclamado por el Estado a convertirse en su enemigo

En la inauguración de los Juegos Centroamericanos Managua 2017, Broderick pasó por un pasillo del Estadio Nacional Dennis Martínez poco antes de iniciar la ceremonia. Afuera cientos de personas lo esperaban para aplaudirle. “Cuando nos llevaron a presentarnos, entrar al campo, y ver a toda esa gente aplaudiendo y tomando fotos. Fue algo increíble”, relata.

El joven dedicó meses a sus entrenamientos previos a la competencia. Pasaba sus días entre las aulas de clase de la facultad de derecho de la Universidad Centroamericana (UCA) y el gimnasio de entrenamiento en la UNAN-Managua.

Los últimos meses previos a la competencia, fue enviado a Cuba, en un viaje financiado por el Instituto Nicaragüense de Deportes (IND). Todo dio frutos. El 17 de diciembre, ganaba el primer lugar en su categoría y todos los medios, incluidos los oficialistas, aclamaban su nombre.

Un video viral en Facebook

“Son las 1:57 pm. No estoy en mi casa ahorita. Tengo miedo de llegar a mi casa”, fueron las palabras con las que el atleta comenzó un video en vivo en su cuenta de Facebook, luego de haber sido atacado por encapuchados. “Dije que tenía miedo por mí, por mi mamá. Yo sabía que eso se iba a hacer viral y era algo que necesitaba compartirlo”, narró al salir del hospital.

Luego de realizar la publicación comenzaron a llegarle mensajes amenazantes a su Facebook. “Me llegaron bastantes amenazas”, afirma. Y estas no eran solo hacia a él, sino también hacia su familia.

«Me chatearon diciéndome que sabían quiénes eran mis padres, que cuántos años tenía» comenta. Después de eso, decidió que lo mejor era eliminar a simpatizantes del Gobierno de su Facebook.

Aún enyesado y con las puntadas en su cabeza, Broderick no dejó de asistir a las marchas. Aunque todavía tiene miedo que le vuelva a pasar lo mismo, no va a dejar de salir a manifestarse. Según él, seguirá exigiendo su derecho a manifestarse.

Un gesto heroico

Cuatros meses antes del inicio de las protestas en Nicaragua, Katherine Arauz, subía al podio a que le colgaran su presea de plata en los XI Juegos Centroamericanos Managua 2017.

Ella junto a su equipo de Karate Do aportaron una presea de plata en combate por equipo al medallero nicaragüense y ella ganó una presea de bronce en combate individual en la categoría -61kl.

Su triunfo generó algarabía en la comunidad deportiva de Nicaragua, tanto así que entre los medios oficialistas era adulada por sus triunfos deportivos.

Katherine Arauz en los XI Juegos Centroamericanos Managua 2017. Cortesía

El 20 de abril sintió miedo y vivió en carne propia la violencia del régimen de Ortega. Katherine se encontraba junto a una amiga recogiendo víveres para los estudiantes de la Upoli, luego que estallaron las protestas en contra del Gobierno de Ortega y comenzaron las tomas de universidades.

La joven sintió la necesidad de estar ahí apoyando a los muchachos que estaban siendo atacados por policías y paramilitares en las afueras del recinto universitario. “No podía quedarme en mi casa sabiendo lo que estaba pasando”, recuerda.

Después de pasar toda la mañana y parte de la tarde en las afueras del recinto universitario, Katherine decidió unirse a una improvisada caminata. Todo empezó con tranquilidad para las cientos de personas que protestaban.

Entre todos los asistentes a la improvisada marcha, Katherine se sintió atraída por una anciana que cargaba una bandera de la Iglesia. “Yo soy católica, y me llamó la atención, pensé que la señora no debería de andar ahí porque podía ser peligroso”, cuenta.

Cuando la marcha llegó al monumento de Alexis Argüello, se encontraron con un cordón policial que les impedía el paso. Ella siguió caminando cuando los antimotines empezaron a disparar. Todos corrieron, incluyéndola, hasta que se dio cuenta que la señora que había visto metros atrás se había quedado paralizada y los antimotines se dirigían hacia ella.

“Yo me regresé y le empecé a decir a los policías que la dejaran, que no estaba haciendo nada, que no teníamos armas, que no nos disparan», cuenta. Los antimotines al ver que la joven los desafiaba, intentaron apresarla. Katherine solo escuchaba: “llévensela, llévensela”.

Dos de las antimotines se le tiraron encima, pero pudo golpearlas y tirarlas al suelo. De repente la rodearon. «Tenía como a diez mujeres antimotines encima, con intenciones de agarrarme y golpearme, en ese momento yo siento como que me dan un golpe durísimo en la pierna”, relata.

Katherine en ese momento de desesperación no le puso importancia al dolor. Su meta principal era huir. Tras el forcejeo les escuchó decir: “déjenla, que se vaya, que se vaya”.

La joven se encontró con la anciana que había podido esconderse, la tomó de la mano y caminaron hacia un lugar seguro. En el camino, la joven sentía un olor a sangre… era su sangre.

Pierna de Katherine Arauz después del impacto de bala. Cortesía

Fue trasladada en ambulancia a un hospital público de Managua. Ella pensó que no la iban a atender por andar protestando. Aunque pidió le entregaran la bala de goma para intentar encontrar al culpable, le dijeron que no era posible.

Para Katherine los primeros meses de recuperación fueron difíciles. “Me sentía decepcionada, molesta, frustrada, pero al tercer mes empecé a caminar un poco”, recuerda. No ha podido volver a entrenar.

De medallista a víctima del régimen de Ortega

El día que Katherine Arauz ganó las dos medallas para Nicaragua «estaba feliz y sentía que todo el esfuerzo había valido la pena”.

Esta joven de 25 años forma parte de la Selección Nacional de Karate Do, desde hace ocho años. Ha representado a Nicaragua en competencias de alto rendimiento a nivel internacional, y ha ganado varias medallas.

Katherine Arauz (tercera de izquierda a derecha) en la premiación de los XI Juegos Centroamericanos 2017. Carlos Cortez | Cortesía

Dedicaba su vida a prepararse cuatro horas al día toda la semana. Cargaba en su bolso su ropa de entrenamiento, sus equipos deportivos y además ropa para asistir a clases y al trabajo. Sus días consistían en entrenar, trabajar y estudiar.

Era una de las deportistas más queridas de la Selección Nacional de Karate Do de Nicaragua, cuenta. Le pone triste saber que ha dejado en alto el nombre de Nicaragua en competencias de alto rendimiento y ahora cataloguen de “terroristas” a todas las personas que asisten a las marchas pacíficas.

“A veces me pongo a pensar, no es posible que nosotros siendo deportistas y no siendo malas personas nos vean así después de tanto que les hemos dado, después de tanto que hemos puesto el nombre de Nicaragua en alto”, lamenta.

Afirma que tiene «puerta abierta» y que hasta el momento no le han negado el formar parte de la Selección Nacional de Karate Do y entrenar junto a los demás seleccionados nacionales. Actualmente sigue en recuperación pero espera volver pronto a las competencias para poder representar a Nicaragua a nivel nacional e internacional. Pero el dolor y la decepción siguen ahí.

 

Tuvo que huir a España

A inicios de este año, Manuel Rodríguez de 25 años de edad, dividía sus días entre las clases de la Facultad de Ingeniería de la UCA y los entrenamientos de voleibol y judo. Hoy se encuentra exiliado en España, luego de recibir amenazas físicas y verbales solo por haberse manifestado en contra del gobierno de Ortega. En su vida «ya nada está normal», asegura.

Manuel ha representado a Nicaragua a nivel centroamericano en judo y voleibol, dentro de las ligas universitarias. El 2017 fue su año deportivo. Ganó medalla de bronce en el Campeonato de Judo Centroamericano a nivel de clubes en El Salvador, fue campeón universitario en voleibol masculino, subcampeón en el Pentatlón Universitario y galardonado con el premio al mejor atleta del pentatlón. Su desempeño era tan bueno, que estuvo a punto de ingresar a la Selección Nacional de Judo. Sin embargo la crisis en el país, junto a todas las amenazas que recibía derrumbaron su sueño. 

Manuel Rodríguez (de pie, segundo de izquierda a derecha) Campeón universitario de voleibol. Cortesía.

El horror empezó

El 18 de abril, el joven entrenó judo hasta tarde dentro de la UCA. Tenía alrededor de dos semanas de no practicar y ese día, junto a otros compañeros, decidieron retomar los ejercicios. Para él la noche transcurría con normalidad, hasta que escuchó gritos afuera de la universidad. Salió a ver lo que estaba pasando y se encontró con una escena nefasta e inesperada: turbas oficialistas atacaban con piedras y garrotes a manifestantes que se encontraban en ese momento dentro del recinto.

Manuel sintió que debía guardar evidencia, así que comenzó a grabar lo que pasaba frente a sus ojos. «Yo me moví a hacer algunas transmisiones en vivo desde Facebook para tener evidencia de que ellos eran los que estaban agrediendo a los muchachos”, relata.

Recuerda ver a  jóvenes corriendo de un lado a otro, desesperados, con miedo. Manuel, junto al rector de la universidad y otras personas, coordinaron vehículos para que los manifestantes, provenientes de fuera de la capital lograran, regresar a sus casas. Según relata el joven, no fue hasta las 12 de la medianoche que salió el último estudiante de la universidad.

“Tenías que salir con cuidado, porque al que salía lo seguían, lo agarraban y lo golpeaban. A varios los golpearon así”, cuenta.

Estaba molesto y sentía que debía hacer algo. Al día siguiente, junto a estudiantes de otras universidades, armaron grupos y decidieron salir a marchar. “El 19 de abril éramos 50, 60 y después se fueron uniendo un montón”, recuerda. Ese día fue histórico para él, al ver a estudiantes de varias universidades luchando juntos.

Una lucha de universitarios

Era casi mediodía cuando Manuel vio cómo un antimotín desde una caseta le disparaba a personas que no estaban en los enfrentamientos. Junto a otros jóvenes desconocidos, tomaron piedras y comenzaron a tirarlas hacia el policía para que dejara de disparar. El antimotín los miró desafiante, pero eso no hizo que Manuel se detuviera, hasta que el antimotín le disparó.

El estudiante comenzó a sentir que algo le quemaba el hombro derecho, luego miró la herida de bala de goma. Estaba sangrando.

Disparo de bala de goma en el hombro derecho de Manuel Rodríguez. Cortesía

Debido a esa situación Manuel tuvo que irse fuera de Managua, y regresar a su ciudad natal, Ocotal. Pero su lucha no terminó. Ahí asistió a marchas, participó en plantones y estuvo activo «en la lucha».

Siempre grababa videos con su celular para tener evidencias de la situación que se vive en Nicaragua. También participó, por coincidencia, en el primer tranque que se realizó en el empalme Yalagüina, entre Somoto y Ocotal. Afirma que la idea no era realizar un tranque, sino moverse a hacer un plantón cerca del empalme debido a que la ciudad de Ocotal estaba asediada por paramilitares, pero la situación los obligó a atrincherarse.

El tranque duró alrededor de dos horas, debido que paramilitares llegaron a atacarlos. “A uno de los que andaba con nosotros le reventaron un mortero en el brazo y por eso decidimos irnos”, lamenta.

Al día siguiente pobladores de los alrededores volvieron a levantar el tranque. Sin embargo el joven estudiante dejó de participar por miedo. Pero desde ese día comenzó el asedio en su contra por parte de los simpatizantes del régimen de Ortega.

Manuel Rodríguez ganador del premio al mejor atleta en el Pentatlón Universitario 2017. Cortesía

De Ocotal a España

Sufrió amenazas verbales por parte de integrantes de la Juventud Sandinista (JS) y trabajadores de la Alcaldía Municipal de Ocotal. «Me llamaban al teléfono, me decían que ya sabían que anduve en las protestas, en los plantones» comenta.

Manuel conocía a las personas que lo amenazaban. Su mamá, que actualmente reside en España le aconsejó que lo mejor era que saliera del país. «Yo los conocía a ellos, más que todo por presiones mi familia me tuve que ir», lamenta.

El 15 de agosto Manuel Rodríguez partió hacia España. Para él lograr pasar migración fue «incómodo» y «tardado» pero finalmente se pudo ir a Europa. Cuenta que se ha logrado adaptar al cambio de horario, sin embargo para él ha sido un poco «complicado».

Actualmente tiene planeado estudiar un curso de cocina, pero los cursos empiezan en octubre. A pesar de querer regresar, siente que no es lo correcto hasta que se mejore la situación que para él está cada vez “peor”. El miedo aún sigue con él.