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Blog | La caída de la Súper Liga y la cultura del fútbol
super liga de futbol
Foto: Agencias | Niú

La resistencia empezó en la calle, frente a actores sumamente poderosos y excluyentes

     
  • Umanzor López Baltodano
  • 26 de abril 2021

Aunque solo sea para distraernos de la difícil perspectiva que arroja el país, o apaciguar un poco los duros recuerdos que vienen con abril, es posible que los aficionados del fútbol no hayan hablado de otra cosa en las últimas 72 horas. El domingo, de manera un tanto sorpresiva pero fulminante, doce equipos de élite europea anunciaban la creación de una Super Liga para reemplazar la Champions League actual. Hoy miércoles la idea ha quedado felizmente enterrada -al menos de momento. 

Según el documento que acompañó su anuncio, la Súper Liga estaría conformada por los doce equipos firmantes, más otros tres grandes por confirmar (PSG, Dortmund y Bayern Múnich), que tendrían una plaza fija. A estos quince equipos se sumarían otros cinco aún por determinar. Con este proyecto, los clubes más ricos tomaban las riendas de los encuentros más apetecibles del fútbol a nivel mundial, dejando de lado la Champions manejada por la UEFA. Esta especie de secesión, ya se lo imaginan ustedes, suponía aumentar los ingresos directos de manera considerable. Por otra parte, según los promotores, la Súper Liga y su novedoso formato respondería a la demanda del mercado por más espectáculo y una mayor cantidad de partidos entre las estrellas, en un modelo cercano a la NBA. Al fin de cuentas, ¿quién no quiere ver un Barca vs Liverpool, o un Real Madrid vs Bayern cada semana?, se pregunta cínicamente desde esta acera. 

La respuesta no ha tardado en llegar, tumbando el proyecto de 3,500 millones de euros. De un lado, y esto no es sorpresa, la UEFA -institución nada inocente, por cierto- respondió amenazando a los involucrados con sanciones. Otras federaciones y clubes denigraron el proyecto. Hubo reacción contraria de gobiernos, como el de Boris Johnson. Incluso la Corona Británica tuvo palabras negativas al respecto. Sin embargo, fue el clamor de futbolistas (en activo y retirados), directivos, entrenadores, periodistas y sobre todo de los aficionados, lo que logró parar la maquinaria.

El disgusto de los seguidores a esta Súper Liga tiene diversos motivos, incluyendo el claro desprecio a los más pequeños o el impacto de la medida en el fútbol base, por mencionar algunos. Sin embargo, la principal razón tiene que ver con la ruptura de la cultura de la imprevisibilidad, competencia y apertura de este deporte. 

En el actual sistema, los equipos europeos compiten en sus ligas locales; aquellos que quedan en los últimos puestos descienden de categoría y los que consiguen los primeros lugares se ganan el derecho a participar en la Champions League en la temporada siguiente. La competencia por no descender o bien por quedar en ‘puestos europeos’ es feroz y da vida a las ligas cada fin de semana, más allá de dilucidar quien es el campeón. Ello además permite que equipos con presupuestos más humildes tengan incentivos para mejorar y, ganado un puesto, competir al máximo nivel. Con mucha asiduidad estos equipos pequeños y medianos dan sorpresas derrotando a clubes de élite. Aunque parece un tópico, nos apasiona el fútbol porque te permite soñar y a menudo te sorprende. Todos recordamos al Super Dépor eliminando al Milán, al Villareal de Riquelme o el Oporto campeón de 2004. Que en este deporte solo se debe ganar en el campo, y que con pasión y determinación “te puede ganar cualquiera”, lo saben hasta los jóvenes que se enfrentan a veteranos fuera de forma en Casa de España cada fin de semana.

La Súper Liga, conformada arbitrariamente atendiendo criterios económicos, rompía con esta tradición al garantizar a los quince equipos fundadores una plaza fija en la máxima competición, a la vez que cerraba casi de manera definitiva la participación de otros equipos, dejando de lado cualquier mérito deportivo. Obviamente, los aficionados de estos equipos excluidos se mostraron asqueados. Pero igual fue el rechazo generado entre aquellos que sienten hasta la médula a algunos de los equipos beneficiados por proyecto -como es mi caso. La lealtad está con primero con el deporte y sus valores.

En el fondo, fue el mundo del fútbol el que rechazó una medida tomada por empresarios que responden a criterios económicos y de mercado. No es casualidad, por tanto, que el único club de élite manejado por exfutbolistas (Bayern) fuera de los primeros en auto descartarse, y que la presión que acabó por descarrillar el tren viniera de Inglaterra -cuna del deporte. 

Como dije, en Gran Bretaña desde las instituciones hasta jugadores en activo se manifestaron en contra de la Súper Liga, pero fueron los aficionados organizados los que desmontaron el proyecto, protestando en las calles contra las decisiones excluyentes que unilateralmente tomaron los propietarios de los equipos. Estos se hicieron con el control de los clubes para sacar las ventajas de explotar un mercado (cinco de los seis equipos ingleses involucrados están presididos por extranjeros que no vienen del mundo del fútbol) pero parecen desconocer la cultura que subyace en estos clubes y que -incluso siendo productos cada vez más globales- los ancla con su comunidad y la identidad de sus aficiones, por lo menos hasta el día de hoy. “We saved football!” coreaban los aficionados ingleses en las calles, tras confirmarse que sus clubes abandonaban el nonnato torneo, luego de un martes de protesta. Sin los equipos ingleses, el producto Súper Liga dejó de ser apetecible para el mercado, propiciando la vergüenza pública y la desbandada de los otros involucrados.

Conviene no caer en la tentación de un fácil romanticismo ni ser demasiado optimista. Inevitablemente el fútbol se ha convertido en una arena de negocios y en un producto global. Seguramente los equipos mencionados alcanzarán un nuevo trato con la UEFA u otra medida para garantizarse más recursos, aumentando las desigualdades con otros clubes. Éstas preocupan menos a una nueva generación de espectadores globales interesados exclusivamente en el ‘espectáculo’ y la inmediatez. Sin embargo, y aunque el fútbol es tan injusto como la vida, mientras haya espacio para competir el deporte se encargará de alimentar esperanzas y darnos los sobresaltos que lo hacen tan apasionante. 

Finalmente, es útil hacer una reflexión más amplia de este suceso: una vez más, y a través de la resistencia organizada, grupos cargados de valores y una visión fueron capaces de plantar cara a dinámicas y actores sumamente poderosos y excluyentes. Una vez más, la resistencia empezó en la calle.