En pantalla
Borat no ha disfrutado de los frutos de su éxito taquillero. Su primera película lo habrá convertido en un fenómeno global, pero en casa, es un paria.
Han pasado 14 años desde que Sacha Baron Coen desató a Borat, ficticio periodista kazajo, sobre un no tan inocente público norteamericano. El personaje, originado en un programa de comedia de la televisión británica, viajo por primera vez a EE. UU. para poner en evidencia el lado oscuro de este país. Uno creería que sería difícil repetir exitosamente la broma. Uno estaría equivocado.
Borat no ha disfrutado de los frutos de su éxito taquillero. Su primera película lo habrá convertido en un fenómeno global, pero en casa, es un paria. Kazajistán es el hazmerreír del mundo entero. Ahora, tiene el chance de redimirse, llevándole un soborno a Donald Trump para que incluya en su club de tiranos amigos al “hombre fuerte” local. Después de unos enredos truculentos, la misión se convierte en entregar como concubina a Tutar (María Bakalova), la hija de 15 años de Borat, quien sufre por conquistar el cariño de su padre.
La película sigue la matriz de su antecesora, combinando escenas de pura ficción con improvisaciones filmadas con gente común, bajo la pretensión de que aparecerán en un documental de TV extranjera. La popularidad del personaje complica el asunto —una secuencia muestra a transeúntes reconociéndolo—, pero no faltan personas que caen en el engaño. La incredulidad del espectador da paso a la alarma, al ver con qué facilidad el ser humano ostenta sus peores prejuicios. Véase a la dependiente de pastelería que sin pestañear decora un pastel con una leyenda antisemita; o el pastor “provida” que, en una falsa clínica, quiere persuadir a Tutar de no abortar “el bebé que su padre le puso adentro” —en realidad, es un muñeco plástico que decoraba un pudín—.
La película se centra en el predicamento de Tutar. Su vida en casa es una exageración absurda del machismo imperante en la sociedad moderna. Sus aventuras en Estados Unidos suponen un despertar feminista, y una educación ética para su padre. La dinámica pone en evidencia cómo la brutalidad del tratamiento a las mujeres se normaliza, aplicándole un barniz de tradición y gentileza. La idea viene desde la premisa —Tutar es el soborno ideal, precisamente porque saben que Trump ha sido acusado de acosar sexualmente a numerosas mujeres—. Para disimular, Borat trata de entregársela a Mike Pence, el piadoso vicepresidente que aseguró que nunca se reúne a solas con otras mujeres.
El humor puede llegar a extremos grotescos, pero en realidad, es solo una manifestación extrema de las ideas que subyacen en la sociedad. Véase la incursión de Borat y Tutar en un baile de “presentación en sociedad” de la burguesía tejana. En el pasado, como ahora, la condición de las “debutantes” está definida por su estatus casadero. ¡Ya no son niñas! ¡Ya pueden casarse! … porque ya pueden procrear. Qué apropiado, entonces, que Tutar tenga su período. Padre e hija han preparado una rutina de baile que no deja nada a la imaginación. Los otros invitados quedan horrorizados, pero el verdadero horror, es que estos rituales subsistan en pleno siglo XXI.
Uno puede racionalizar que la emboscada a sujetos como Rudolph Giuliani es merecida. Sin embargo, la ética se complica cuando utiliza a personas que operan en el plano de la buena voluntad. Véase el caso de Jeanise Jones, una abuela afroamericana de Georgia. Ella es reclutada para cuidar de Tutar mientras Borat trabaja para completar el dinero de una cirugía plástica. La mujer honestamente cree que la actriz es una niña de 15 años camino de ser virtualmente prostituida. Sus intentos por cambiar la situación son conmovedores, y la convierten en la reserva moral de una película que juega a no tener ninguna. Habrá cursos universitarios debatiendo su “Borat…” funciona realmente como tratado feminista —por lo menos, debería haber una nominación al Óscar para Bakalova—.
Por si hiciera falta, los realizadores confirman sus ‘bona fides’ en el arte de la improvisación al dejarse llevar por la pandemia de covid-19. La crisis del coronavirus infecta la película en su tercio final, pero es integrada con gracia y elegancia narrativa. No es el primer adjetivo que viene al pensar en “Borat…”, pero este es el mundo en que vivimos ahora. Lo que empezó como un chiste viejo, termina siendo una cápsula histórica de este tiempo extraño que nos ha tocado vivir.
“Borat, Siguiente Película Documental: Entrega de prodigioso soborno a régimen americano para hacer beneficios para nación que fue gloriosa, Kazajistán”
(Borat Subsequent Moviefilm: Delivery of Prodigious Bribe to American Regime for Make Benefit Once Glorious Nation of Kazakhstan)
Dirección: Jason Woliner
Duración: 1 hora, 35 minutos
Clasificación: * * * * (Muy Buena)
*Disponible en Amazon Prime Video