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Campestres y borracheras
Wilfredo Miranda | Niú

Basta un lugar amplio para toda la familia y una buena sazón. Así se comparten las borracheras con la familia

     

Algunos prefieren el domingo, otros el sábado. No importa. Da igual. Hay fines de semana que decidimos salir en familia, fuera del estrépito de las ciudades, y pasar un rato en un ambiente distendido y fresco. Resumido en un solo verbo: Compartir.

Provengo de una familia numerosa y alegre. Es por eso que cuando convergemos, el compartir se vuelve casi una fiesta. Eso nos obliga a buscar sitios donde podamos comer “familiar size” y rico; es decir, la búsqueda de sabores criollos. También, lugares donde los abuelos estén a gusto, y no se vayan de espaldas al recibir la cuenta de las cervezas o el ron.

Soy del sur de Nicaragua. De Nandaime, Granada. Conozco bastante bien la zona antes llamada “la cuarta región”, que comprende Masaya, Carazo, Granada y Rivas. Los restaurantes “típicos campestres” abundan por esta geografía. Pero no a todos decidís volver.

El ambiente de un restaurante campestre lo definen sus amplios espacios, ya sea bajo un techo cubierto de paja o tejas; la música de José José, José Luis Perales, Luis Miguel, los merengues y salsas noventeras, que, en mi caso, irremediablemente me transportan a la infancia.

Uno de esos clásicos campestres –y el que más cerca está de Managua– es El Paraje, en Masaya. Restaurante preferido de una de mis abuelas, este lugar funciona desde hace décadas, y su filete de res a la jalapeña mantiene ese sabor picante y dulcete, que combina de maravilla con el arroz. El Paraje es tan grande, que en los noventa ofrecía a los clientes un zoológico, y todavía conserva la sala para quinceaños, bautizos y bodas. Es una parada estratégica si se dirige hacia alguna playa del sur, salió con hambre de la capital, y quiere comer como Dios manda.

Subiendo los llamados “pueblos blancos”, desviándonos en la carretera que conecta Catarina con Masatape, hay dos campestres de grandes ligas. El primero ya tiene leyenda, el segundo es más nuevo, pero ya trabaja en su mito producto del lomo de costilla jumbo que ofrecen a 350 córdobas.

Pero empecemos con La Bandeja, la leyenda de Masatepe. Otro negocio familiar que hasta el día de hoy ofrece una amplia variedad de platillos, pero donde lo más sabroso es la carne de res. La Bandeja es de los campestres que mejor estructurada tiene la carta de bebidas y licores. Hay de todo. Por ejemplo, si pide una media de ron, siempre lo acompañan unos jugosos limones, siempre frescos en cualquier época del año. En este restaurante, puede uno encontrar desde vino, tequila, rones, vodka hasta un baileys para la digestión.

A pocos kilómetros de Catarina está el campestre del lomo de costilla jumbo. Se llama “Pueblos Blancos” y lo genial es que las carnes son asadas al carbón y leña. Ese sabor característico en un corte sustancioso, que difiere mucho de la carne cocida en parrillas o planchas de gas. En este campestre, algunos patos y gallinas deambulan por los jardines. No dude en pedir el lomo de costilla jumbo con tostones. Pida, además, el chile criollo que ofrecen, y tenga una cerveza helada a la par.

Las cervezas frías son unas de las ventajas de los campestres. Te reciben los mediodías de un sábado o domingo casi cenizas (aunque los expertos recomiendan beberlas a 7 grados), para apaciguar la sed.

Siguiendo la ruta de estos pueblos, uno llega al campestre El Aguacate, ubicado en Diriomo. Si de las ensaladas es amante, pida la de aguacate en este restaurante. Un plato abundante de tajadas verdes de esa fruta y queso fresco. O si la reunión familiar es el domingo, y anda con resaca, ordene los consomés de El Aguacate. Son salvadores.

Al otro lado, sobre la carretera que conecta Jinotepe y Nandaime, está un campestre más gourmet: Casa de Campo. Funciona desde hace ya varios años, y ofrece una experiencia más refinada. Alterna platillos típicos, asados, buenos vinos, pizzas y postres. Aunque su precio es más elevado en comparación a los campestres antes mencionados, vale la pena visitarlo. Está ubicado en una finca donde los árboles frutales y los huertos orgánicos dan la materia prima para los platos. También puede cabalgar a caballo o realizar caminatas en la propiedad, y, con suerte, ver los monos congos que se asoman de las copas de los árboles.

Una de nuestras terrazas en Restaurante Casa de Campo, ideal para compartir #RestauranteCasadeCampo

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Más adelante, en Nandaime, está El Parador Santiago, otro negocio familiar que ofrece exquisitos cortes de carne de res a precios accesibles. El churrasco, el lomo de costilla y las costillas de cerdo son la especialidad, según mi criterio. El dueño de El Parador Santiago gestiona muy bien las carnes, ya que antes de convertirse en dueño de restaurante, ya era distribuidor de carne de res en Nandaime. El Parador Santiago también tiene un caldo de res insuperable, incluso mejor que los de El Aguacate. Este campestre posee además un huerto que proporciona verduras para los platos. Este lugar está a la orilla de la carretera Nandaime-Rivas, y es refrescado por los vientos provenientes del Mombacho, que mueven los copetes de los sembradíos de caña de azúcar y sorgo cultivados en estas tierras.

Una familia numerosa como la mía disfruta estos lugares que les he mencionado. Desgraciadamente, en ninguno de ellos ofrecen una michelada bien hecha para apaciguar alguna impertinente resaca. A los dueños de estos campestres, les hago un llamado por el bien de la humanidad: La michelada no se hace con salsa inglesa Lizano. Por lo demás, este fin de semana puede coger su carro, su familia y enfilarse a pedir ¡otra, por favor! en estos campestres. Ponga en práctica ese hermoso verbo: Compartir.

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