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Querido Niño Dios,
Ojalá esta carta te llegue a tiempo. Va un poco atrasada, pero mi lista no es muy larga.
Antes de explicarte lo que quiero, quiero que sepás que entiendo lo difícil que debe ser darle gusto a tanta gente, y que a lo mejor por eso este año no me toque tenerlo todo. Por ejemplo, yo este año hubiera querido mi propia revolución. Una de verdad, no como la vez anterior, que me salió dañada y duró lo que un raspado a mediodía. Bueno, a mí, a otros les fue mejor.
Pero no te enojés, que no te estoy reclamando; es solo para que sepás que llevo tiempo algo triste, esperando a que llegue mi turno.
Por eso te doy (¡desde ya!) mi lista del año que viene. Que no se me adelanten los bandidos de siempre. Culpa mía, yo sé, por no pedir a tiempo. No me vuelve a pasar. Además, decile a ellos que no todos los años les toca; que Navidad no es solo para ellos, y que deben irse acostumbrando, porque ya no quiero juguetes de segunda. Por cierto, que casi todos los amigos del barrio piensan igual. Tampoco ellos van a conformarse.
Para empezar, me hace falta (o “nos” hace falta) un país propio. Que podamos decidir todos cómo cuidarlo, y cómo compartirlo. ¡Si es que no entiendo cuál es el problema en compartirlo! Pero ya ves, este año, otra vez, se encerraron los cuatro de siempre a decidirlo todo por nosotros. Cuando vieron que estábamos hartos del presidente amigo de ellos, nos dijeron: “nosotros también”, y “todos contra él”. Sonó bonito al comienzo, como si de verdad por fin nos tomaran en cuenta. Qué ingenuos, nosotros, ¿verdad? Al ratito ya estaban jugando sus juegos, a espaldas nuestras, mientras su presidente nos echaba los perros.
Ahora andan callados, calladitos, pero nosotros sabemos lo que hacen: no se oyen porque susurran, hacen planes para cambiar todo sin que cambie mucho. O sea, ven que estamos a punto de explotar y que se pueden ir ellos en la avalancha y buscan cómo quitar al capataz, darnos uno nuevo, menos grosero, pero que siga obedeciéndoles a ellos, no a nosotros.
Yo digo que ni modo, que si van a quitar a su odioso presidente que lo quiten, que nos hagan el trabajo. Pero también les digo que ni sueñen que ahí acaba la cosa. Ahí más bien comienza. Porque ya no nos basta con pasar de un capataz a otro, aunque el nuevo hable más dulce y no mate a nadie. Queremos que nunca más puedan ellos imponernos a uno que no nos guste, ni que se le suban los humos al capataz y diga “esto es mío”. Nunca más.
Creo que ya sabemos cómo hacerlo. Para empezar, ningún capataz debe tener su propio cuerpo de policía. Mejor que la policía esté bajo el control de las ciudades y departamentos. Tampoco que el capataz tenga su propio ejército. Pensándolo bien, ni falta que nos hacen sus tanques y aviones. Así que, a la gente que le gusta trabajar en uniforme y tener rango, le podemos dar tres opciones: cuidar las costas, cuidar la naturaleza, y rescatar a la gente de los desastres. Cada uno de uniforme distinto, con jefe distinto, y que cada jefe a su vez responda a quienes nosotros elijamos.
Ojo al Cristo, todo el tiempo.
Y hablando de Cristo, ningún capataz debe gastar ni un centavo del presupuesto que le demos, ni partido por la mitad, en religión. Al César solo lo que es del César.
Lo del presupuesto también ya está pensado; de hecho, lo hemos discutido mucho los del barrio. Creemos que de aquí en adelante hay que manejar al capataz a mecate corto. Para que no se le suban los humos, hay que asegurarse no solo de que no tenga su propio ejército y su propia policía, sino que no tenga dinero para comprarlas.
Vos sabés como son estos tipos: en el momento que se ven con toda nuestra plata en sus manos, se enferman. Así que les vamos a evitar la tentación: que no sean ellos los que recauden; que seamos nosotros, en las ciudades y departamentos, y luego nos pongamos de acuerdo cada año en cuánto le vamos a ceder al capataz.
Seguramente nos va a costar mucho trabajo aprender cómo hacerlo, y vamos a tener que cuidarnos siempre de los primos “veloces” que hay en la familia. Pero ni modo, hemos tratado de otro modo y no funcionó, ya ves cómo estamos. Es que tenemos que aprender mucho, mucho más; tenemos que educarnos y educar a todos los nuestros, y en eso es que tenemos que gastar, para eso es que te mando esta primera lista.
Y mirá, no quiero que pensés que estoy de pesado, pero si a vos se te complica el encargo, pasáselo porfa a los Reyes, que por ahí vienen. Que te ayuden ellos que saben seguir las estrellas y andar.
Cuidate mucho y no dejés que te alcance el tal Herodes. Son bromas. Pero en serio, no tardés mucho, porque a nosotros sí nos ha fregado bastante el míster. Tanto, que a veces hasta a Pilatos buscamos…
Con fe,
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