Cultura

Lo que Fernando Silva me enseñó
Fernando Silva
Fernando Silva | PxMolinA

“Él hablaba poesía. Tenía un lenguaje poético muy nicaragüense”, dice Gioconda Belli

Recostado en una silla mecedora, con su boina, y sus dedos largos y finos, Fernando Silva cuenta cómo su amigo Julio Cortázar llegó a su casa y se tomó un trago con él. Cortázar “vivía enamorado de Nicaragua”, sentencia Silva.

Fernando Silva era poeta, médico y pintor, pero era sobre todo alguien a quien le gustaba compartir. Compartir anécdotas, compartir libros, compartir conocimientos. Era de los que disfrutaba recibir en su hogar a aquellos que quisieran aprender.

No en vano, cientos lamentaron su muerte este primero de octubre en las redes sociales. Ese día, un usuario de Facebook compartió: “Doctor de mi padre, amigo de mi abuela, gran poeta y inspiración para seguir haciendo lo que me gusta, leer y escribir. ‘joven cuando querrás un libro avisame, lo buscamos, te lo lees y me lo comentas’ descansa en paz”.

“Él siempre estuvo abierto a este tipo de interacciones. Tenía muchas visitas de colegios casi todos los meses y gente que venía de escuelas de otros departamentos con sus profesoras para conocer de su opinión y sus obras literarias: cuentos, poesía…”, comparte Fernando, hijo de Fernando Silva.

En sus años de buena salud se hacían giras, con ocho o diez estudiantes para llegar a platicar con el poeta. “Habían grupos de estudiantes que lo conocían como profesor, aunque también gente del extranjero. Muchos que estudiaban la literatura nicaragüense o de Centroamérica, lo buscaban”, agrega su hijo.

Cuando Nicaragua era en los ochenta un atractivo literario para el mundo, muchos escritores vinieron al país y conocieron a Silva. Autores como el uruguayo Eduardo Galeano, quedaron cautivados con su personalidad.

Fernando Silva
Fernando Silva | Esta Semana

Adiós al médico

Silva, además de escribir e ilustrar sus libros, fue médico y un reconocido pediatra especializado en Francia. Se destacó como director del Hospital Infantil Manuel de Jesús Rivera “La Mascota”, donde creo áreas de atención contra el cáncer.

El poeta, es parte de las anécdotas de varias familias nicas que solían visitarlo en busca de atención. En su casa en el centro de Managua y también en su ciudad natal, Granada, empezó su práctica de la Medicina.

Amigo del río

Su cosecha literaria forma parte de la generación de los años 50. Silva refería en su obra su cercanía al Río San Juan en su niñez. Durante su vida se hizo amigo de poetas como Luis Rocha Urtecho, quien aún habla de él con gran cariño.

Su alma de poeta era muy distinta a “aquellos exploradores de la maldad que a costa de su angustia y sufrimiento, la trituran en su interior. No le tocó, por supuesto, a Fernando Silva quemarse en ese fuego, sino empaparse en las aguas de su río San Juan, humedecer sus palabras ‘con alma’, moldearlas en el propio barro de su sangre”, comenta Rocha en “El Ángel de Fernando Silva”, un escrito reciente.

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Fernando Silva Espinoza falleció de neumonía en Managua. El escritor, en sus últimos años, hablaba de cuánto sufría por los achaques de la edad y cuánto lamentaba la muerte de su esposa, cuya partida le dejó desolado.

Luis Rocha Urtecho, explica que Silva fue uno de los grandes innovadores de la literatura nicaragüense y que universalizó el lenguaje nica. Su obra “está llena de modismos propios del país: haciéndole honor a esta afirmación se destaca uno de sus mejores poemas titulado ‘Yo soy el hombre más nicaragüense del mundo’”.

En 1952, su primera publicación “Barro en la Sangre”, lo dice todo sobre él. Sobre todo cómo llevaba en sus venas la forma de ser un nicaragüense. En su libro “El comandante” (inspirado en su padre), Silva narra su infancia en El Castillo, Río San Juan. Esto lo llevó a atarse profundamente con la naturaleza, con el agua, y la tierra.

“Conoció la pesca, se vinculó con los pescadores y marineros. En un niño, este paisaje y la vida cerca de la naturaleza era como un tesoro inagotable, ya que dejan una enseñanza para respetar, de valorar nuestra infancia considerando la belleza de la naturaleza como una gran fuente de riqueza”, comenta el poeta Luis Rocha Urtecho, para quien Silva era como un hermano.

“Parece que el bosque literario nicaragüense se está quedando sin árboles”, dijo el escritor hondureño Julio Escoto al enterarse de la muerte de Silva.

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“(Fernando) era una persona que tiraba a la vida en toda su totalidad. A la vida me refiero a las comidas, a los paisajes, era pintor también y muchos de sus libros están ilustrados por sus pinturas. También tirando en el asunto del humor, era una persona que siempre estaba con un sentido muy vital del humor”, cuenta Rocha Urtecho.

Para Silva, la muerte de su esposa Gertrudis, hace cuatro años, fue devastadora. A su amigo poeta le contaba que la vida sin ella ya no tenía sentido. Al estar en una silla de ruedas, la vejez le entró abruptamente recordando a Gertrudis.

“Él hablaba poesía”

La escritora Gioconda Belli conoció a Fernando desde que se inició en la poesía. “Él era un hombre alto y de mucha presencia, pero lo que me llamaba la atención era que tenía la poesía en la boca, él hablaba poesía. Tenía un lenguaje poético muy nicaragüense, en el sentido que mezclaba las palabras que más se usan (como las del campo), y las mezclaba en la poesía”.

Daniel Fajardo Valenti| Flickr.com | Creative Commons
Daniel Fajardo Valenti| Flickr.com | Creative Commons

Era de esos capaces de reproducir el sonido de una rana para ilustrar una plática, recuerda Belli. “Fue un hombre muy versátil. Tuvo una vida humanamente ejemplar, además de su tiempo dedicado en la Mascota, nos dejó un legado bien importante porque sublimó mucho de los nicaragüenses”, afirma la escritora.

“Tenía esa gran capacidad de captar la cultura de los nicaragüense, en términos antropológicos, en todo lo que es la comida, la manera de hablar, vestirse y la manera de relacionarnos entre nosotros”, concluye.

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