La novela nórdica se ha convertido en un verdadero objeto de culto. Los escritores nórdicos son muy bien cotizados a nivel internacional y hay novelas que son éxitos editoriales, con millones de libros vendidos alrededor del mundo. La exitosa saga Millenium, del sueco Stieg Larsson, ha vendido más de ¡78 millones de copias! Tres tomos que te engancharán irremediablemente, al seguir -con ansia febril- las aventuras de Lisbeth Salander y Mikael Blomkvist. Si no lo han leído todavía esta saga es una buena opción para el fin de semana y con ella comenzamos esta recomendación de cinco novelas nórdicas de las que sin duda te enamorarás.
1. Viaje a la Suecia oscura de Lisbeth Salander
Suecia. ¿Qué evoca la palabra? Un país rico, de hermosos paisajes y ciudades, culto, limpio, igualitario, progresista, moderno, donde todo funciona a la perfección y donde sus habitantes han estado más cerca de conseguir el sueño utópico del socialismo. Un paraíso. Pero no todo lo que cuentan las guías de viaje y los diarios del mundo es cierto. Hay una historia escondida, que demuestra que Suecia está lejos de ser el lugar idílico para migrar o refugiarse.
En Los hombres que no amaban a las mujeres, Stieg Larsson lo deja claro: ser mujer en Suecia puede ser una verdadera pesadilla. Su heroína, una chica desgarbada, de aspecto punk, muy delgada y ensimismada, tiene que enfrentarse a una sociedad machista, que desde niña la ha pisoteado. Pero Salander es una genio de las computadoras y su conocimiento será claro para develar un misterio siniestro.
La joven conoce al periodista Mikael Blomkvist -el típico hombre interesante, guapo, culto, cincuentón, talentoso, escritor frustrado que pasa por una racha existencialista- y de la mano de él no solo se entrega al amor, sino que desarrolla una trama intensa en la que busca venganza, pero también luchar contra el mal. Suena simple, pero la novela de Larsson es un libro maravilloso, que ya está entre los grandes títulos de la literatura.
Uno abre Los hombres que no amaban a las mujeres y no puede soltar la novela. Sentís una excitación febril que te atrapa desde el comienzo y no podés parar hasta terminarla. Y al terminarla querés seguir con los siguientes dos tomos: La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina y La reina en el palacio de las corrientes de aire. Si lo escogen como lectura de fin de semana, les aseguro que pasarán unos días intensos, pero maravillosos, dentro de ese país que está lejos de ser idilio de postal, perdiéndose en las calles de una Estocolmo llena de siniestros secretos. Y si no me hacen caso a mí háganselo al Premio Nobel Mario Vargas Llosa, que sobre la novela escribió:
«Como todas las grandes historias de justicieros que pueblan la literatura, esta trilogía nos conforta secretamente haciéndonos pensar que tal vez no todo esté perdido en este mundo imperfecto y mentiroso que nos tocó, porque, acaso, allá, entre la «muchedumbre municipal y espesa», haya todavía algunos quijotes modernos, que, inconspicuos o disfrazados de fantoches, otean su entorno con ojos inquisitivos y el alma en un puño, en pos de víctimas a las que vengar, daños que reparar y malvados que castigar. ¡Bienvenida a la inmortalidad de la ficción, Lisbeth Salander!»
2. La pequeña genio de Soweto
El escritor Sergio Ramírez dijo en una entrevista con Niú que no se explica la literatura sin humor. Pues el segundo libro en nuestra lista te hará reír a carcajadas desde la primera página hasta el final. Es perfecto para el fin de semana, cuando te desconectás del trabajo, la universidad y las obligaciones que nos agobian.
Destapá una cerveza, recostate en tu sillón favorito y dejá que Nombeko Mayeki, la protagonista de la historia, te demuestre que el mundo, en realidad, es una gran broma. Esta chica de la villa miseria sudafricana de Soweto es la protagonista de una serie de sucesos desafortunados tan inverosímiles que no podés hacer nada más que entregarte a la magia con el estómago dolorido de tanto reírte.
Con La analfabeta que era un genio de los números (Salamandra), el escritor sueco Jonas Jonasson ha escrito una obra magnífica, erudita, un viaje por los grandes acontecimientos del siglo XX -incluyendo nuestra revolución sandinista- en los que gracias a la abundancia de su mente la ingeniosa Nombeko pasa de ser una niña analfabeta que limpiaba letrinas en una chabola de miseria de la Sudáfrica del apartheid a una muchacha clave para evitar que el mundo termine en una hecatombe nuclear, que se convierte en amiga del rey de Suecia.
Desde la primera página el libro es toda una declaración de intenciones y al finalizarlo uno termina con una sensación de satisfacción completa, pleno, contento con el mundo, como después de dar cuenta de un delicioso plato o tras un buen orgasmo:
«La probabilidad estadística de que una analfabeta de Soweto de la década de 1960 sobreviva y se encuentre un día subida a un camión de reparto de patatas en compañía del rey y el primer ministro suecos es de una entre cuarenta y cinco billones setecientos sesenta y seis millones doscientos doce mil ochocientos diez. Eso según los cálculos de la susodicha analfabeta».
3. Sopita para el alma
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Astrid y Veronika (Salamandra), la novela de la escritora sueca Linda Olsson es un libro peculiar. Uno pensaría que se trata de literatura ligera, y sí lo es. Pero no como se entienden las novelas para leer en el bus o las súper ventas románticas. Este libro es distinto. Es sobre la pérdida, sobre el amor, sobre la soledad, sobre el encuentro de la amistad, sobre el sentido de la vida, sobre la felicidad.
Veronika perdió a su novio, al que amaba. Se ahogó un día en el que ambos habían decidido pasar en la playa. Fue en Nueva Zelanda. Entonces ella regresó a Suecia y decidió recluirse del mundo en el norte, en un pueblo de rojo ladrillo, gris, con el humo de las chimeneas de las casas cerradas como único signo de vida. En una casa de madera a las afueras de ese pueblo, sola, frente a un campo nevado, rodeada de un bosque, decidió que era el lugar perfecto para gemir su dolor. Pero no contaba con una jugada de la vida. A la par otra casa, más fría, más sola, más vieja que la suya. En ella habitaba Astrid, una anciana solitaria, amante de la oscuridad, de quien no se sabía nada, a quien el pueblo apodaba “la bruja”.
Ambas mujeres se encontraron en su soledad. Se hicieron amigas. Y descubrieron que la vida no es tan pesada como parece. Comenzaron un viaje de búsqueda, de entender la soledad. En largas jornadas cenando, largos paseos por el bosque, pláticas en el porche de la casa de la anciana, ambas compartían sus dolores. El novio muerto, el vacío, la incertidumbre; la hija que Astrid tuvo que sacrificar para que no sufriera como ella lo había hecho, el peso de una vida en reclusión.
“Me ayudaste a ver que esas penas también eran amor, risa y alegría, que debemos aceptarlas de buen grado y que nos acompañarán para siempre”, le dice Veronika a una anciana, Astrid, ya ausente, mientras lee la última carta que le escribió. Esta novela, si estás triste por una pérdida, lame las heridas que ha dejado el vacío. Les dejo este hermoso fragmento de la última carta que Astrid escribe a su amiga:
«El amor nos llega sin avisar, y una vez se nos entrega nunca pueden arrebatárnoslo. Debemos recordarlo. Jamás puede perderse. El amor no puede medirse. No puede contarse en años, minutos o segundos, ni en kilos o gramos. Ni puede cuantificarse de ninguna manera. Tampoco puede compararse un amor con otro. Sencillamente existe. Hasta el roce más sutil y fugaz con el amor verdadero puede bastarte toda una vida. Debemos recordarlo siempre… ¡Vive, Veronika! ¡Arriésgate! Eso es lo que significa la vida en realidad. Debemos buscar la felicidad. Nadie ha vivido nuestra vida; no existen pautas. Confía en tu instinto. Acepta sólo lo mejor. Pero debes buscar con cuidado. No permitas que se te escurra entre los dedos. A veces las cosas buenas llegan a nosotros sin hacerse notar. Y no hay nada que nos llegue completo. El resultado vendrá determinado por lo que hagamos con aquello que encontremos. Lo que elijamos ver, lo que elijamos conservar. Y también lo que elijamos recordar. Nunca olvides que todo el amor de tu vida está dentro de ti, y siempre lo estará. Nunca podrán quitártelo».
4. Canto a la libertad
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Islandia, ¡qué país tan interesante! Una isla de hielo llena de géiseres declarada por John Carlin como el país más feliz del mundo. Cayeron profundo con la crisis económica mundial de 2008 y se levantaron, no sin meter a los banqueros irresponsables en la cárcel y despedir a quienes los llevaron a la quiebra. Han botado a un primer ministro para admiración del mundo. Sin disparar un tiro, sin derramar sangre, de la forma más cívica.
Desde esa isla fría llega nuestra cuarta propuesta, que lleva precisamente el nombre de La mujer es una isla (Alfaguara), de Auður Ava Ólafsdóttir. Esta es una típica novela para leer el fin de semana. No, tienen que esperar una historia sesuda con problemas existenciales. Este es un viaje por Islandia de una treintañera a la que la acaba de dejar el marido. Me explico: dejarla a la islandesa.
Un día ambos se dieron cuenta de que la cosa no funcionaba y él le pidió el divorcio. Y antes de despedirse decidieron tener sexo, por los viejos tiempos, para cerrar por las buenas. Verse sola, divorciada, sin embargo, es un peso grande para una persona, por lo que ella decide emprender el viaje de su vida, un encuentro con ella misma y su país.
Y ahí comienza lo que vale la pena: Ólafsdóttir nos lleva en sus páginas por los paisajes desolados de Islandia, las estepas gélidas, las costas grises, el cielo negro, el frío. Islandia se convierte en un lugar oscuro pero a la vez hermoso, donde esta mujer de 33 años comprende la felicidad de ser feliz. Poco a poco se va olvidando de lo que dejó atrás, del marido que le cortó, y vive una vida más relajada, como si el clima brutal de su tierra la limpiara después de caer bajo, en un charco lleno de estiércol:
«Yo tenía siete años, cuidaba de las gallinas en el campo y me di cuenta enseguida de que la hierba más jugosa para las gallinas crecía en los montones de estiércol de las vacas. Si conseguía caminar sobre la capa superior, sin que se rompiera la corteza, entonces conseguía en poco tiempo un manojo de hierba verde vivo con las tijeras grandes y oxidadas, y dos días más tarde ponían huevos con la yema naranja, no amarilla como en el colmado de Kjartan. Ahí aprendí a corres riesgos, a acercarme al borde del barranco. Por otra parte, corría también el riesgo de caer a través de la corteza y hundirme en el estiércol de vaca, hasta el cuello incluso. Desde entonces me ha sucedido muchas veces que se rompía la corteza y acababa metida en la mierda. Sin embargo, de los montones de estiércol también pueden crecer flores. Las hierbas del estiércol tienen unas flores hermosas y un sabor dulce. Están buenísimas en la ensalada».
5. Un país rasgado por nazis y soviéticos
Para finalizar les recomendamos una novela con contexto histórico. Estonia, ese pequeño país báltico es desangrado primero por la invasión nazi y luego por los soviéticos. Entre las dos fuerzas hay un pueblo que no es capaz de entender el peligro que se les viene encima y celebran la llegada de las tropas de Hitler como a sus libertadores. Más tarde iniciará la pesadilla. Y una mujer, Juudit, es solo una pieza de ese drama. Melancólica, enamoradiza, frágil se enamora de un nazi y cae embobada bajo la bota de su poder, pero está atrapada también en un matrimonio sin pasión, con un miembro de la resistencia. Su vida de juventud, llena de privilegios pagados por el amante alemán, se ve envuelta en un fuego cruzado entre el deseo sexual y admiración por el invasor y el miedo y la carga moral hacia su marido y su pueblo.
La historia se encargará de castigar su atrevimiento y tras la derrota nazi y la imposición del yugo soviético, la pasión de Juudit se apagará hasta convertirse en una mujer gris, fría, alcohólica y meditabunda. Con ella, un país entero cae bajo un pesado telón de la dictadura. Cuando las palomas cayeron del cielo (Salamandra), de Sofi Oksanen, nos cuenta una historia de amor e intrigas y con ella la historia de un país prácticamente desconocido para nosotros y que sufre las ambiciones de dos potencias mundiales. ¿Nos suena familiar?
«El final que Juudit esperaba no llegó. Por la mañana la ciudad se tambaleaba, ardía y humeaba, pero se mantenía en pie, y ella continuaba viva; el Ejército Rojo estaba lejos. Los gritos de júbilo provenientes del exterior la hicieron gatear hasta la ventana, protegida con papel engomado, y abrirla sin reparar en las esquirlas de cristal. La Wehrmacht ocupaba toda la calle, cascos y bicicletas se acercaban como langostas, imposible determinar su número; los estuches de las máscaras de gas oscilaban en bandolera y los soldados avanzaban en una lluvia de flores. Juudit sacó el brazo, las sonrisas estallaban como burbujas de una limonada fresca, los brazos saludaban a los libertadores desprendiendo una fragancia femenina, y las manos parecían hojas de un árbol en verano, agitándose vibrantes; entre ellas algunas rasgaban los carteles del Partido Comunista, las imágenes de sus solemnes dirigentes: se rompían los labios, se rajaban las cabezas, se quebraban los cuellos, los talones impactaban contra los ojos y los restregaban contra el suelo, introduciendo polvo furioso en sus bocas de papel. Luego el viento esparcía los pedazos como si fuera confito, y los añicos de cristal diseminados por todas partes crujían igual que nieve prístina. Una ráfaga de aire cerró la ventana y Juudit se estremeció».