En pantalla

“Climax”: una fiesta inolvidable, si sobrevives para recordarla

No termino de decidir si “Climax” es la mejor o la peor película para ver en tiempos de confinamiento, pero si es uno de los filmes más notables de 2018.

Una tropa de jóvenes bailarines franceses se confina en una vieja escuela abandonada para un ensayo final, previo a una gira a Nueva York. En la fiesta de despedida, alguien adereza la fuente de sangría con LSD. Los resultados son mortales.

No termino de decidir si “Climax” es la mejor o la peor película para ver en tiempos de confinamiento. Puedo confirmarles que es uno de los filmes más notables de 2018. Es un ligero “spoiler” advertirles que la película arranca con la última toma y los créditos finales. El director Gaspar Noé siempre ha jugado con el orden de las convenciones narrativas. Violencia y formalismo son sus mayores preocupaciones. En “Climax”, el desorden de los elementos anticipa el caos por venir. La violencia ya la llevan adentro. Solo hace falta un catalizador para que estalle.

Nadie puede acusar a Noé de ser sutil. En una secuencia inicial, vemos una edición de las entrevistas de audición de los bailarines. La pantalla del televisor está flanqueada por dos columnas. A la izquierda, libros: Nietzsche, el diario de Patricia Heart, la biografía de Luis Buñuel, “Mi Último Suspiro”. A la derecha, cintas de VHS: “Salo, o 120 Días de Sodoma (Pier Paolo Pasolini, 1975); “Suspiria” (Dario Argento, 1977), “Un Perro Andaluz” (Buñuel, 1929) —querrá poner pausa para descubrirlos todos—. Los títulos y autores apuntan al espacio mental e ideológico del filme, pero también ponen en evidencia el impulso casi adolescente por generar shock.

Lo que eleva “Climax” por encima del fatalismo juvenil es su concesión de que el ser humano también es capaz de crear armonía. Véase el ensayo final —que es el número inicial—. “Supernature”, de Cerrone, estalla a través de los parlantes. Más de 20 bailarines ejecutan un número coral que lo dejará asombrado. Noé da una clase magistral en cómo se debe filmar la danza. A diferencia de la tendencia contemporánea de cortes abundantes y rápidos, la cámara nunca deja de correr. Se mueve pocas veces, sin cortar, para cambiar la perspectiva. Así, la coreografía y el movimiento de los cuerpos imponen el discurso. Aún si la violencia lo termina sacando de la película, tiene que ver esta escena. También un número que marca la mitad del metraje, con la cámara clavada en una vista aérea que convierte el suelo en una especie de pared.

Si la película tiene una protagonista, es Sofía Boutella. Hollywood trató de convertirla en estrella de acción en ‘Star Trek Beyond” (Justin Lin, 2016) y “The Mummy” (Alex Kurtzman, 2017), pero jamás le dieron algo tan interesante como esto. Sea comandando la pista de baile o atrapada en una alucinación, su presencia es magnética. Con casi 20 personajes en una trama más o menos improvisada, es inevitable que la mayoría queden como bosquejos. Como en una película-desastre, importan en la medida de lo que representan. Nuestra conexión con ellos depende del morbo de saber si sobrevivirán a la catástrofe. La pregunta sobre quién sirvió el cóctel letal también dirige la acción. Al final, son la presencia y la habilidad física las que cuentan. Hasta el más marginal sorprende, ejecutando pasos de break dance, vogue, krumping, y muchos otros estilos que no puedo distinguir, ya no digamos nombrar.

Pero la concordia de este grupo multirracial es solo una ilusión. Los hombres y mujeres capaces de crear belleza sublime con sus cuerpos son humanos, a fin de cuentas. Una serie de conversaciones a dúo, filmadas en tomas fijas, dejan que sus deformaciones sociales salgan a luz: machismo, racismo, xenofobia, homofobia, vanidad e hipocresía. La gigantesca bandera francesa que sirve de telón de fondo le da resquemor a algunos —el fantasma del colonialismo y el nacionalismo en tres colores escarchados—.

El discurso de Noé puede ser secretamente conservador —¡No tomen drogas, chicos!—, y a veces, explícito: dos mujeres discuten la posibilidad de abortar, y el texto: “Nacer es una oportunidad”, se sobrepone en la pantalla. Más que tomar bando, se muestra escéptico ante la posibilidad de vivir en concordia en la sociedad moderna. ¿Cómo albergar, y mantener el respeto, entre tantas diferencias? Quizás el único refugio sea, precisamente, el ejercicio y apreciación del arte, esos momentos claramente definidos, donde todo tiene un sentido discernible. Puede ser tan corto como una canción. O una película.

“Climax”
Dirección: Gaspar Noé
Duración: 1 hora, 37 minutos
Clasificación:  ⭐⭐⭐⭐(Muy buena)
Disponible en Netflix