En pantalla

“Crip Camp: una revolución de verdad, a la sombra de la contracultura
Crip Camp

Un año después de llevarse el Óscar al Mejor Documental por “American Factory”, la productora fundada por Barack y Michelle Obama tiene otro chance gracias a “Crip Camp”.

A mediados de los 70, el Campamento Jened, en las montañas Catskills del norte de Nueva York, recibe a un colectivo de documentalistas que pretende registrar para la posteridad a esta comunidad inusual y efímera. La tradición del campamento de verano es relativamente ajena a nuestra cultura, pero en EE. UU. es un legítimo rito generacional. Durante varias semanas del verano, los niños son enviados a convivir con sus pares, en medio de la naturaleza. Suena como algo banal, pero Jened es extraordinario, porque atiende solo a jóvenes discapacitados.

Las grabaciones permiten construir una fascinante cápsula temporal. Poco a poco, empezamos a identificar a algunos protagonistas: James Lebrecht es un quinceañero con espina bífida, alienado en un entorno poblado por cuerpos tradicionalmente hábiles; Judith Heumann es una sobreviviente de polio con dotes naturales de líder; Denise Sherer tiene parálisis cerebral, e insertarse en la dinámica social del campamento le abre la mente a un mundo posible. Ninguno ha visto a tantas personas como ellos, reunidas en un solo lugar. Las discapacidades pueden ser variadas, pero todos tienen en común la otredad que la sociedad les impone, y las expectativas disminuidas sobre lo que pueden hacer con sus vidas. Unidos, ese factor de diferenciación desaparece. “¡Es una utopía!”, exclama Denise.

Debería existir una prohibición para el uso de “For What It’s Worth”, la canción de Buffalo Springfield, en cualquier producto audiovisual que quiera ubicarnos en el nexo de la contracultura, en los Estados Unidos de los 60 y 70. Afortunadamente, “Crip Camp” la usa solamente en los créditos iniciales, como cumpliendo un requisito, para después dedicarse de lleno a contar una historia inspiradora, en el sentido más estricto de la palabra.

El idealismo de la época puede sentirse como un lugar común, pero la película se eleva por encima de las buenas intenciones, al retratar como ese verano idílico los inspira a luchar por promover una legislación en contra de la discriminación a las personas con capacidades diferentes. El punto más álgido de contención resulta ser la sección 504 de la Ley de Rehabilitación de 1973, que exige inversión pública para garantizar el acceso de todos los edificios y servicios públicos. La necesidad de invertir en infraestructura para garantizar rampas y ascensores en hospitales, universidades y transporte público se convierte en un obstáculo a la hora de que la Administración Carter aplique la ley en todos sus alcances.

Heumann pasa de organizar votaciones en la cafetería del Campamento Jened — “¡Los que quieren lasagna, que levanten la mano!”—, a coordinar asambleas y huelgas de hambre. Decenas de sus compañeros se integran en la lucha, y a la vez que seguimos el proceso de protesta, los acompañamos en el progreso de sus vidas. Los hitos personales se combinan con el activismo: graduaciones, mudanzas a hogares independientes, trabajos y matrimonios. La película es inspiradora, no porque nos muestre a sus protagonistas “superándose”, sino porque le da vuelta al pensamiento convencional. El verdadero obstáculo no es la discapacidad, sino las barreras que la sociedad impone sobre las personas que existen fuera de las normas establecidas. Ser diferente es castigado.

La película es una sobria lección de civismo, al mostrar que estas conquistas no dependen de la voluntad de un gobernante —o un dictador—, sino de la fortaleza y la capacidad organizativa de los ciudadanos. La democracia es imperfecta, y los seres humanos somos falibles. A lo que sí podemos aspirar es a tener gobernantes que responden al activismo ciudadano, y que al final terminan moviéndose en la dirección correcta. Eso es lo que consiguen los veteranos del “Crip Camp”, con mucho esfuerzo y sacrificio.

Entre otras acciones, Heumann y sus compañeros se toman el Senado de San Francisco, y viajan hasta Washington DC para hacer un plantón frente a la casa del Ministro de Salud. Personas con cuadriplejía, sordera, no videntes y muchos más. Todos tienen algo que aportar. Cuando Lebrecht quiere asistir a una manifestación en Nueva York, tiene que subir las escaleras del metro, apoyando sus manos en los escalones sucios, arrastrando detrás de su silla de ruedas. En abril, puede llevarse un Óscar. No solo es egresado de campamento. También es el director de esta conmovedora película.

“Crip Camp: Un Campamento Extraordinario”
(Crip Camp)
Dirección: James Lebrecht, Nicole Newnham
Duración: 1 hora, 46 minutos
Clasificación: * * * (Buena)
*Disponible en Netflix