En pantalla

Reseña de la serie de Netflix

Narcos: crónica de una muerte anunciada

Al adoptar este título genérico, los productores dejan la puerta abierta para nuevas temporadas centradas en otros capos. No se extrañe si la saga del “Chapo” toma su lugar en un tercer ciclo

     

Adaptar una historia de la vida real a la ficción desactiva en alguna medida el factor sorpresa. Véase el ejemplo de “Narcos”. Todos sabemos como terminó Pablo Escobar, el capo en el centro de la popular serie de Netflix. Curándose en salud, sus creadores han asumido la naturaleza artificial de su construcción.

Desde el primer capítulo, titulares de periódicos y material de archivo televisivo irrumpen ocasionalmente. Vemos al genuino Escobar sonriendo en la nota de un viejo noticiero, e inmediatamente después, al actor Wagner Moura ejecutando su papel. El interés del público no se ancla a un desenlace inesperado o un giro sorpresa, sino en la calidad de la ilusión, lo persuasivo de la narrativa, la manera en que todos los recursos de la producción, materiales y humanos, logran transportarnos a un momento específico con tal nivel de absorción, que saber como termina el cuento símplemente no importa. La muerte de Pablo Escobar es lo menos interesante de él.

Todos sabemos que Escobar no se salva de esta. Para ubicar a los desinformados, la fecha de su muerte (2/12/93) figuraba en los materiales promocionales. El primer episodio de la segunda temporada arranca justo donde habíamos quedado hace un año: el asalto militar a la lujosa cárcel conocida como La Catedral fracasa. Escobar escapa, poniendo en verguenza al gobierno. Desde una casa de seguridad, trata de retomar control de su operación. No será fácil. En su ausencia, la lealtad de sus secuaces se ha erosionado. Su impulsivo asesinato de dos aliados ha puesto a sus familias en su contra. En el frente de la DEA, Javier Peña (Pedro Pascal) y Steve Murphy (Boyd Hallbrook) retoman la cacería, al mismo tiempo que trata de convencer a su esposa de no huir a EEUU, espantada por los riesgos que están tomando.

En los dos primeros capítulos, dirigidos por el mexicano Eduardo Naranjo (Miss Bala, 2011), vemos dos impulsos encontrados batallando por marcar la pauta. Por una lado, hay un esfuerzo por liberarse de peso muerto. Connie, la esposa de Murphy (Joanna Christie) se lleva los clásicos problemas domésticos a Miami.

Una línea y un flashback de una sola imágen nos aclara que el militar Carrillo (Maurice Compte) se ha ido exiliado a España. Esto tendría que permitimos un foco implacable en un número reducido de protagonistas. Sin embargo, también es necesario inyectar algo de novedad. Nuevos personajes son introducidos: Murphy y Peña tienen una nueva nomenclatura burocrática encima de ellos, incluyendo a una nueva superiora de la DEA, Claudia Messina (Florencia Lozano). El principal arco narrativo de los dos episodios tiene que ver con la corrupción de Limón (Leynar Gómez), un taxista reclutado para trasladar a Escobar.

Moura ha logrado neutralizar su acento brasilero – un problema serio para el espectador hispano-parlante, inexistente para todos los demás – dejando que su presencia magnética brille con luz propia. Mientras el narco corre con su familia de un escondite a otro, el presidente César Gaviria (Raúl Méndez) aumenta la presión, cerrando la puerta a cualquier negociación.

La serie es más interesante a la hora de graficar su duelo de voluntades, preocupándose por los pequeños detalles que matizan sus acciones. Antes de un crucial mensaje televisivo, Naranjo nos muestra a la maquillista que prepara a Gaviria. Es un pequeño detalle que humaniza al líder, e ilumina la naturaleza histriónica del trabajo presidencial, a medio camino entre la política y la actuación. Algo similar se experimenta cuando Escobar se arriesga a ser visto, sólo para saludar a gente de la calle y repartir limosna en billetes de 100 dólares. Para él, es asunto de vida o muerte asirse a la idea de que en el fondo, es una buena persona.

https://www.youtube.com/watch?v=U7elNhHwgBU

Puede engañarse a sí mismo, pero no a nosotros. Los dos episodios que ví culminan en momentos “Tony Corleone”. Mientras Pablo disfruta un tango, cantando en la ducha o bailando con su esposa, sus sicarios masacran a adversarios y militares. La repetición es intencional. La rutina brutal esta ahorcando a Escobar. Sólo la muerte puede liberarlo, a él y a la serie. Al adoptar el título genérico de “Narcos”, los productores dejan la puerta abierta para nuevas temporadas centradas en otros capos. No se extrañe si la saga del “Chapo” toma su lugar en un tercer ciclo. ¡Llamen a Kate del Castillo!

Clasificación

“Narcos”

Segunda Temporada

10 episodios

Duración: 1 hora c/u aprox.

Clasificación: * * * (Buena)

* Disponible en Netflix.com

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