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El día del padre
Manos
Las manos de un abuelo. Foto: Pixabay.com

El coronavirus es la nueva dictadura de la humanidad. La que nos encierra en casa y nos roba a nuestros seres amados.

     

«Joder”, dice mi compañero. Quienes conocen este país, saben que esa es una expresión que generalmente acompaña a cosas no tan positivas.

«¿»Joder» ya desde tan temprano?», le pregunto. No son ni las 8 de la mañana, así que me sorprende verlo tan preocupado al revisar sus mensajes del teléfono.

«Ha muerto el suegro de un compañero de trabajo por el coronavirus».

La mañana transcurre con normalidad, solo que las conversaciones giran en torno al mismo tema. Su familia no pudo estar con él en sus últimos momentos. Ni siquiera pudieron verlo a través de algún cristal de metacrilato o acompañarlo mientras se iba.

No van a poder velarlo. No hay cuerpo presente. Les entregarán una pequeña urna con su cuerpo incinerado.

Es como la historia de un soldado que un día salió de casa, y ya no volvió más. No saben  si tenía miedo, si tenía dolor. No pudieron tener un adiós o una despedida fundida en un abrazo.

Es como la historia del hijo que salió a dejar agua a los atrincherados en la UCA y que murió por un disparo de los paramilitares en la garganta.

El coronavirus es la nueva dictadura de la humanidad. La que nos encierra en casa y nos roba a nuestros seres amados. Las simetrías con la dictadura de Ortega Murillo, el virus que lleva intoxicando y matando a los nicaragüenses desde 2007, son aterradoras. Más aún cuando, ante la llegada de la pandemia a Nicaragua, actúan como sociópatas asesinos de la población sin tomar medida alguna para protegerla.

Hoy es el día del padre en España. Imagino la amarga despedida de un hijo que ha perdido a su padre de forma repentina. La congoja de un abuelo que, a las puertas de la muerte, no pudo abrazar por última vez a sus nietos.

Pienso también en el dolor de un padre a quien su hijo le fue arrebatado por una bala en la sien o en el pecho.

El virus se contagia, es inevitable en cierta forma. Sé de buena mano que se extremaron todas las medidas para salvar la vida a este hombre.

Pero los asesinatos ordenados por Ortega y Murillo son otra cosa. Son criminales que se empeñaron en matar a los manifestantes y en rematarlos, obligando a los médicos a faltar a su juramento hipocrático y negarles auxilio.

Malditos. Mil veces malditos.

CroNicas del coronavirus

*Este texto es parte de la serie CróNicas, publicada en la Revista Niú, a partir de este 16 de marzo, sobre las experiencias y reflexiones de cómo los nicaragüenses en España viven las medidas de confinamiento tomadas por el Gobierno español. Te invitamos leer más testimonios en este enlace.