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¿Cuantas muertes más podemos soportar?
Asesinato a Jorge Rugama

La ejecución de Jorge Rugama, a manos de Abner Pineda, un simpatizante del Frente Sandinista

     

El sicario sandinista Abner Pineda, arma en mano, le ordenó amenazante a Jorge Rugama, arrodillarse ante él.

Le disparó fríamente en la nuca, delante de centenares de testigos, incluidos los sandinistas que detuvieron su caravana partidaria para presenciar el ajusticiamiento. Y frente a la madre de Jorge.

Crimen atroz tan similar al de Bill Stewart, el periodista estadounidense ejecutado de la misma forma, en la calle, contra el suelo, el 20 de junio de 1979, por la guardia somocista. ¿Alguien puede distinguir a estas alturas, a aquellos guardias somocistas de los sicarios sandinistas?

Jorge quedó doblado en el suelo, camisa azul, zapatos blancos, graficando a su patria, desarmado, impotente; ¿Observan ese suelo nicaragüense embebido de su sangre?;

que es nuestra sangre;

la sangre derramada violenta e impunemente por “ellos“, los sandinistas,

los que dicen tener un país socialista, cristiano y solidario y que, si gritamos “Patria libre y vivir libres”, solo merecemos, antes y entre SUS elecciones, otros balazos en nuestras nucas.

El sicario, Abner Pineda, ni siquiera está detenido y ya comienzan las hienas sandinistas a difundir que fue un acto de defensa propia.

Rosario Murillo dijo que fue pleito entre borrachos.

En todos lados, muchos nos preguntamos unos a otros: ¿Cuántas muertes más podemos soportar de manos de Ortega y Rosario Murillo, del FSLN, del sandinismo, esa abominación, ese mal que nos carcome moral, espiritual, económicamente y nos está destruyendo desde nuestras raíces humanas?

Y como el poeta:

“Cuántas veces deben volar las balas de cañón,
antes de ser prohibidas para siempre (…)
Cuántos años puede existir una montaña,
antes de que sea arrasada por el mar.
Cuántos años pueden vivir algunos,
antes de que se les permita ser libres.
Cuántas veces puede un hombre girar la cabeza,
y fingir que simplemente no lo ha visto(…)
Cuántas veces debe un hombre levantar la vista,
antes de poder ver el cielo.
Cuántas orejas debe tener un hombre,
antes de poder oír a la gente llorar.
Cuántas muertes serán necesarias,
antes de que él se de cuenta,
de que ha muerto demasiada gente” (…)

(Bob Dylan – Blowing in the wind – Flotando en el viento)

Y es inevitable que nos preguntemos, también: ¿Cuándo podremos juntar todas nuestras dispersas cobardías para juntar de una vez un solo brazo popular liberador y justiciero?

La respuesta ya no es la del poeta (“La respuesta está flotando en el viento”): está dentro de nosotros, formando huracanes, revolviendo para un lado y otro, nuestras conciencias.

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