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Sean felices, amen, viajen, conozcan nuevas personas, vean lo positivo que tiene cada quien. Y por favor, no sean un cuervo más.
Hoy quiero que hablemos de tres cosas que aparentemente no tienen nada que ver: acoso, hipocresía y cuervos. Ya verán porqué. También advierto que usaré esta entrada como “carta de compromiso para Yamlek de 28”. Tomen asiento.
Cuando estaba en primaria fui víctima de acoso escolar. Los niños siempre buscaban formas para hacerme sentir mal. Todos los días era algo distinto. Un día eran mis trenzas o la forma en que caminaba. Que estudiaba mucho o que me llegaban a traer. Que no me gustaba jugar fútbol o que usaba lentes. Siempre encontraban la manera de hacerme saber que yo era una “mierda”. Esos comentarios de niños de nueve o diez años me siguen afectando casi una década después.
Claro, la gente mayor te asegura que todo mejorará. No es cierto, la vida es una gran primaria donde siempre existirán “niños” dispuestos a hacerte sentir mal porque para ellos es divertido.
Ahora hablemos de la hipocresía.
Según la Real Academia Española, hipocresía significa “Fingimiento de cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen o experimentan”. Y pues, en algún momento vos y yo hemos sido hipócritas. El problema es que algunos exceden eso.
Vivimos alrededor de un montón de personas que conviven y festejan juntos, pero internamente se odian. Se abrazan, pero por la espalda se clavan cuchillos. Admiran el trabajo del otro pero piensan que ellos lo habrían hecho mejor. Lo más lógico sería expresarlo directamente ¿No?, pues no. Las personas así saben muy bien que de aquel del que están hablando se pueden beneficiar.
Finalmente, los cuervos.
El cuervo es un ave carroñera que espera pacientemente la muerte de sus víctimas para atacar. Como sus condiciones naturales no le permiten devorar partes sólidas de los cuerpos, utilizan a otras aves más fuertes, como los buitres, para poder acceder al resto del cadáver. Son lo peor del reino animal. Se aprovechan de situaciones fuera de sus asuntos para beneficiarse.
El acoso, la hipocresía y los cuervos aparentan no tener relación. Pero sí la hay.
Siempre existirán cuervos que esperan el momento exacto para que un buitre diga algo en contra tuyo y todos puedan devorarte mejor. Que ven siempre todo lo malo que digás o no digás, que hagás o no hagás, que mirés o no mirés. Estos cuervos generalmente te sonríen y te dicen que todo lo que hacés va muy bien. Que sos genial y que te admiran. Pero al final siempre dejan ver lo que son: cuervos.
Muchas veces lo que estos cuervos hacen nos destruye y consiguen que caigamos a un vacío en el que te preguntás qué hiciste tan mal para que te devoraran. Te doy un secreto: no hiciste nada. En realidad, si los cuervos atacan es porque estás haciendo las cosas bien y quieren destruir eso.
La envidia es su motor. Un artículo publicado en El País Semanal dice que «la envidia surge cuando nos comparamos con otra persona y concluimos que tiene algo que nosotros anhelamos».
Estamos en una gran primaria, repito. Tenemos que hacer sentir mal al compañerito para sentirnos mejor con nosotros mismos. Estamos en la sabana africana, “vigilemos a esta presa que tuvo una caída para poder devorarla”.
Pues les digo, yo no quiero ser parte ni de su primaria ni de su ecosistema. Yo me pongo feliz cuando alguien hace algo bueno y trato de ayudar, en privado, cuando alguien tuvo un error. Porque no necesito probar mis conocimientos para ser mejor profesional o mejor persona. Porque no necesito la aprobación de una gran primaria donde aparentemente se aman, pero todos se envidian entre sí.
Sean felices, amen, viajen, conozcan nuevas personas, vean lo positivo que tiene cada quien. Hay que dejar «de demonizar el éxito ajeno para comenzar a admirar y aprender de las cualidades y las fortalezas que han permitido a otros alcanzar sus sueños». Y por favor, no sean un cuervo más.
La hipocresia es la mejor forma de engañar a las personas.
Los cuervos vuelan en parvadas, hacen un ruido infernal con sus graznidos, se suelen ver en otoño, antes de la entrada del invierno, cuando las hojas de los arboles se visten de acuarelas de multiples colores, nunca he sabido de donde vienen ni donde pasan el frio invernal, y si tambien son carroñeros, como los compañeritos de los que habla Yamlek en este gran salon de la primaria de la vida de los que unos seguiran repitiendo hasta que venga la parca por ellos y otros aprobaran de arrastradas dejando los pelos en los alambres y unos cuantos pocos, poquisimos alzaran el vuelo como las aguilas, como los condores que anidan en las cimas escarpadas de la vida y siempre andan solos, viviendo su vida sin hacerles daño a nadie.