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Danza Garífuna: Sabor, cultura e historia
Grupo de aprendices de Danza Garífona con los músicos y maestros. Foto: Elmer Rivas

Me fui una mañana entera a bailar Danza Garífuna y esto fue lo que aprendí

     

Nunca antes había bailado ningún tipo de danza caribeña con la disciplina y conciencia que amerita. Tal vez en alguna fiesta improvisé un Palo de Mayo de forma loca y espontánea, pero jamás con esa connotación espiritual que esta cultura imprime en sus bailes.

Los colegas de la Revista Niú me plantearon un reto que consistía en ir a un taller de tres horas de Danza Garífuna. Acepté y me fui a bailar con mis “ancestros” y a conocer un mundo diferente que cabe dentro de nuestros límites geográficos, pero que ignoraba.

Al llegar al Centro Cultural de España en Nicaragua, lugar donde se impartiría el taller, me topé con unas 25 personas que estaban dispuestas, como yo, a participar del taller. Esta fue mi primera sorpresa.

Bailar no es mi fuerte, pues mi cuerpo y la música nunca han sabido coordinarse. Le huía a las veces en las que se organizaban grupos de danza en el colegio y en las fiestas tenían que pasar muchas horas –y uno que otro impulso eufórico— para que mis pies fueran arrastrados a la pista de baile.

Al ver esa cantidad de personas, respiré profundo y me dije a mí mismo “aquí vamos pues”. La clase inició a cargo de Leonel Pérez, un excelente bailarín y promotor de la cultura caribeña. El maestro nos explicó que íbamos a bailar con nuestros ancestros. En seguida me conecté con la danza y dejé de verla como un ejercicio corporal y sentí que era también una manifestación espiritual.

Leonel Pérez narró la historia del pueblo garífuna, su génesis y también su éxodo. Mi cuerpo empezó a relajarse más y la tensión que me provocaba el temor de hacer el ridículo se fue evaporando.

Los garífunas tienen una historia llena de orgullo. Nunca fueron esclavizados. Sus ancestros provienen de la mezcla de esclavos africanos con indios arahuacos de la isla San Vicente. La académica italiana Francesca Gargallo se ha encargado de narrar en el libro “Garífuna, Garínuga, Caribe” los antecedentes históricos de este pueblo: Un barco proveniente de África y lleno de esclavos naufragó cerca de la isla San Vicente, en el Caribe. Ellos lograron escapar y los nativos de la isla les brindaron asilo.

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Alrededor del mundo hay convenciones y talleres sobre la cultura garífuna. Esta tuvo lugar en Washington DC | Flickr CC | Elvert Barnes

Gargallo explica también otra versión que narra que el naufragio fue provocado por la resistencia y las ansias de libertad de los esclavos que iban dentro del navío. Desde sus inicios, el pueblo garífuna tendría en su genética un espíritu indomable.

Según las investigaciones que realizó Gargallo, en la memoria de los garífunas persista la historia de la vida en aquella isla donde eran libres y tenían todo lo que necesitaban. Muchos de ellos se refieren a sí mismos como “el pueblo de la diáspora”, pues lograron mantener sus tradiciones aún después de ser arrancados de su tierra.

Estos aspectos históricos se mezclan con las manifestaciones culturales de todos los pueblos afrodescendientes. En el caso de los garífunas, la danza cuenta con 30 bailes diferentes y cada uno de ellos tiene su peculiaridad tanto en vestimenta, tradición y movimientos.

Desde hace dos siglos los garífunas viven en las costas de Honduras, Belice y Nicaragua | Flickr CC | Jonathan Palombo

El que aprendimos en el taller fue “La punta”, que suele bailarse en señal de duelo cuando un adulto muere. La danza consiste en mover el cuerpo y desplazarse hacia adelante con la punta de los pies.

Lo primero que hicimos después de una breve reseña histórica del origen de este pueblo, fue calentar el cuerpo. Luego formamos cuatro filas de cinco personas cada uno y practicamos el primer paso.

Mi cuerpo agradecía moverse un poco y lamentaba la vida sedentaria que llevo. La mayoría de personas en el salón dominaba los pasos y contaba con la flexibilidad que a mí me faltaba.

Dos horas después de sudar mucho y sufrir dolores en los pies y las pantorrillas, llegó el momento de cambiarnos y vestirnos con la ropa tradicional para bailar “Punta” y armar una pequeña coreografía. Mi segunda sorpresa fue cuando nos dijeron que los hombres debían de bailar sin camisa. Eso sí no lo esperaba. En ese momento pensé “¡Adiós reto!”.

El velo representa para la mujer garífuna una parte importante de su vestimenta | Flickr CC | Camille Hislop

Nos colocamos en fila y pusimos en práctica todo lo que aprendimos por la mañana. Yo solo seguía a las personas que estaban delante de mí y creo que todos estábamos haciendo eso. El ritmo del tambor y sus compases se ajustaban a nuestros pasos y nosotros llevábamos la partitura de la música.

Las filas se rompieron cuando un palo cayó en el centro: esa era la señal para formar un círculo. Admito que me transporté y sentí la espiritualidad de aquella danza que era casi como un ritual. Me sentía feliz y que en verdad estaba bailando con mis ancestros y descubría mis propias raíces. El reto terminó siendo tres horas de libertad, paz y unión con el cuerpo.

Los grupos afrodescendientes fueron responsables de una explosión cultural que pese a haber estallado hace siglos, sus ondas expansivas siguen en el mundo. A ellos les debemos el jazz, el blues, el gospel, la samba, el patí, el rondón y mucho más. Ahora que conozco la historia del pueblo garífuna, siento que crecí mucho culturalmente y estoy dispuesto a investigar, bailar y conocer cada día más sobre estas tradiciones.

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