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Tal vez no podamos controlar muchas de las cosas que pasan a nuestro alrededor, pero sí podemos influenciar la forma en que nos enfrentamos a ellas
Dicen que lo que importa no es la carga que llevamos a cuestas, sino la forma en que la llevamos.
No sé si les pasa a ustedes, pero cuando algo me sale mal, estoy cansada o presionada por todo lo que tengo que hacer, tiendo a ponerme de un humor bastante amargo… algo a lo que mis amigas denominan el estado “Maldita Vida”.
Pero me he dado cuenta que cuando estoy en ese estado, no solo me cuesta mucho más hacer lo que me propongo, sino que la calidad de lo que logro hacer no es tan buena como cuando lo hago de buen humor.
Tal vez no podamos controlar muchas de las cosas que pasan a nuestro alrededor. El tráfico, la gente maliciosa, la abrumadora cantidad de cosas que debemos balancear y hacer día a día… pero sí creo que podemos influenciar directamente la forma en la que nos enfrentamos a ellas. Es difícil, muy difícil. Pero como todo ejercicio, creo que con la práctica se va volviendo más natural, hasta que se convierte en un hábito.
Por eso hoy quiero compartirles algunas formas sencillas que me ayudan a combatir el mal humor. Conste que algunos días son más fáciles que otros, pero la idea es nunca dejar de intentar. Por aquí algunas de mis favoritas:
1. El soundtrack perfecto
Mi abuela decía que la música calma a las bestias, yo creo que también calma a nuestras bestias internas. Por eso me he dado a la tarea de crear varios playlists específicos para hacerme reír y recordar cosas agradables. Mis favoritos actualmente son: Gustos Culposos, 90s-2000s y Fiesta Latina (les dejo los links por si se animan a probarlos).
2. Carpool Karaoke:
Relacionado con el punto 1, cantar en el carro es una de mis actividades favoritas en la vida. Sola o acompañada. He descubierto que cantar a grito partido hace no solo que no me estrese el tráfico, sino que hasta disfruto de las filas porque me da más oportunidades de ensayar mis conciertos imaginarios.
3. Girl Time:
Debo confesar que cuando ando en modo “MV” lo único que quiero es estar sola y evitar contacto humano. Sin embargo, he comprobado que cuando a pesar de ese instinto ermitaño busco a mis amigas para platicar de cualquier cosa, siempre terminamos riendo y por ende me siento mucho más relajada y optimista.
4. Consentite:
Darse un pequeño gustito solo porque sí le hace bien al alma. No tenés que gastar un millón de dólares en un retiro a un spa, sino cosas sencillitas de esas que siempre querés pero dejás para otro día. Puede ser un café rico, un almuerzo o cena de un antojo en particular (que en mi caso siempre es sushi o sopa ramen), hacerte las manos y los pies o una mascarilla casera.
5. Terapia ocupacional:
Esta nunca falla en momentos de ansiedad o falta de inspiración. La idea es hacer algo repetitivo con tus manos, que no involucre pensar mucho, para relajarte y así dejar que las ideas fluyan con más claridad. Terapia ocupacional puede ser cualquier cosa: desde archivar papeles o limpiar el escritorio de tu computadora, hasta manualidades.
6. Los mejores terapeutas:
Ya sea que tengas un perro, gato, hámster, iguana o lo que sea… acariciar a una mascota es una de las cosas más relajantes que existen. A mí me pasa que por muy de malas que esté, no puedo evitar derretirme con la nobleza y la alegría de mi perro Memo. ¡Es que no me puedo resistir a esos ojitos, sus orejotas y nariz! Si no tenés mascota o no tenés acceso a ella inmediatamente, te recomiendo fotos o videos de cachorros haciendo tonterías, también funcionan.
7. Hay que mover el bote:
Dicen que luego de mucho tiempo de hacer ejercicio te empieza a gustar y hasta sentís que te hace falta. Yo no sabría decir si eso es cierto porque nunca logro hacer ejercicio por más de tres semanas seguidas (sigo trabajando en eso, no me juzguen). Lo que sí sé, es que aunque tenga cero ganas de hacer ejercicio al comienzo, luego de forzarme a hacerlo me siento increíblemente realizada y con más energías. Creo que (igual que en el punto 3) es otra de esas cosas en las que tenemos que ir en contra de nuestro instinto perezoso, porque los beneficios valen la pena.
8. Un instante de gratitud:
Es muy fácil ver todo lo que está mal y todo lo que nos falta. Pero también es fácil dar por sentado todo lo que tenemos o lo que ya hemos logrado. Especialmente, es fácil dar por sentado a esa gente a tu alrededor que no solo te soporta en tus momentos más oscuros, sino que te dedican su tiempo para escucharte o sacarte una carcajada. Cuando pienso en todo lo que mis amigos y familia me aguantan sin ninguna necesidad, me da pena con la vida andar de malas por ahí y automáticamente tengo un impulso extra para encontrar formas de mejorar mi ánimo.
A los 2 o 3 días de escribir esto tuve una de esas crisis y traté de aplicar estos 8 consejos, no en orden, pero sí todos y me di cuenta que se me escapó uno súper importantes: MEMES. Los memes tienen una capacidad especial de hacernos reír de nuestras propias desgracias y situaciones difíciles y nos ayudan no solo a relajarnos y despejarnos, sino a poner un poco de perspectiva en lo que nos atormenta. Además que físicamente reír o solo sonreír libera un sin número de hormonas y reacciones químicas que realmente nos hacen sentir mejor. Mi favorito: Bad Luck Brian. Ese sí que me hace darme cuenta que cualquier cosa que me esté pasando, podría ser mucho peor.
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