En pantalla

Del creador de “El Conjuro” y “Annabelle”, viene “Maligno”: Horror en mutación permanente
Maligno

De James Wan, creador de “El Conjuro”, llega una nueva película de horror que parece infectarse ante nuestros ojos con matices de otros géneros.

     

Un prólogo nos ubica en 1993. En un siniestro hospital, un paciente fuera de control muestra su capacidad para desafiar las leyes de la física. Controla la electricidad, y trasmite sus pensamientos a través de ondas radiales. La acción salta al presente, donde conocemos a la verdadera protagonista. Madison (Annabelle Wallis) es una mujer de disposición dócil, cuidando de un embarazo delicado. Su esposo, Derek (Jake Abel), es un patán que la maltrata. Sus reclamos agresivos nos revelan que ella ya ha sufrido varias pérdidas. No por eso deja de empujarla contra la pared, en un episodio de furia incontenible. Pero esa misma noche, una extraña figura invade el hogar, y dispensa venganza.

El director James Wan se ha convertido en una especie de Walt Disney del horror, generando franquicias como “Saw” y “El Conjuro”. Hollywood ahora depende de “IP” – es decir, propiedad intelectual – que puede alimentar una línea de ensamblaje que genera más productos. En ese arte, él va más allá del deber. Sus certeros instintos comerciales han sido premiados con oportunidades para explorar otros pilares del negocio taquillero. Dirigió una entrega de la franquicia de acción “Furious 7” (2015) y entró al coto de los superhéroes con “Aquaman” (2018). “Maligno” supone un regreso a sus raíces.

Si bien es una historia independiente, la “marca de fábrica” se deja ver en los valores de producción. Desde la fotografía a la música, pasando por el diseño de los sets, estamos en un mundo reconocible, una especie de Estados Unidos en clave gótica posmoderna. La acción se desarrolla en un lluvioso Seattle, pero bien podríamos estar en la versión de Los Ángeles de “La Maldición de la Llorona” (Michael Chaves, 2019) que él produjo. Las ropas y la tecnología cambian – diferentes entregas de “El Conjuro” y “Anabelle” se proyectan a décadas pasadas – pero la zozobra es la misma.

Las primeras escenas entre Madison y Derek invocan terror doméstico, eminentemente humano y terrenal. Pero no pasa mucho tiempo antes de qué elementos sobrenaturales se manifiesten. La presencia que escarmienta al esposo abusador nos conecta con el prólogo, y termina sembrando el caos fuera de las paredes que no pueden proteger – ni contener – a la protagonista. En una toma vistosa, Madison corre por la casa huyendo de un invasor. La cámara la sigue desde el aire, en un plano en picada, como si retratara una casa de muñecas sin techo…o si Madison fuera una rata en un laberinto.

La necesidad de sorprender y sobresaltar termina desplazando cualquier otra preocupación. Los personajes son peones en un juego que solo apunta a entretener. En el tercio final, la película se infecta con el virus de la acción acrobática, al estilo de la franquicia de “John Wick” (Chad Stahelski, 2014). Wan sabe que ahora esto es lo que quiere el público, y él está dispuesto a dárselo. Como está trabajando dentro de la provincia del horror, la violencia es exacerbada más allá de los extremos caricaturescos. Si en las películas de Keanu Reeves se disimula la sangre, aquí la cámara se vanagloria en enseñar los efectos de esos golpes irreales: borbollones de líquido rojo, huesos rotos rasgando piel.

Los arquetipos de los personajes son reconocibles: la hermana de armas tomar, el detective apuesto, la inocente investigadora que lo ama, la compañera de patrulla graciosa y escéptica…uno fácilmente puede imaginar a estrellas más reconocibles, asumiendo estos papeles en una producción de mayor presupuesto. Pero los actores reclutados funcionan bien, y mantiene la máquina en movimiento hasta su increíble desenlace. A veces, el horror puede dar risa. Y esto no va en detrimento de la película. Es un efecto buscado y ganado. El espectador puede experimentar gozo e incredulidad ante el exceso. Si tiene el estómago para aguantarlo.

Está por verse si Wan puede darnos algo del calibre de “El Exorcista” (1973) o “The Shining” (1980), pero si de llevar el espíritu del horror serie B a las masas se trata, está haciendo su trabajo. Ha aprendido las lecciones de las producciones de bajo presupuesto que en los 90 iban directo al videoclub, y les ha aplicado un barniz de respetabilidad. Ahora se lucen en estrenos de pantalla grande.

“Maligno”
(Malignant)
Dirección: James Wan
Duración: 1 hora, 52 minutos
Clasificación: * * * (Buena, recomendada con ciertas reservas)