En pantalla

“Dumbo” encuentra turbulencia en vuelo

"Burton es un estilista extraordinario, pero aquí trabaja en piloto automático. El diseño de producción es brillante, pero no tiene vida"

En el mágico mundo de Disney, todo lo viejo es nuevo otra vez. El éxito de “El Libro de la Selva” (Jon Favreau, 2016) abrió las compuertas de un nuevo cauce de ingresos. Además de remozar periódicamente sus clásicos, pueden rehacerlos. Así, el estilo de animación encajará con las expectativas de las nuevas generaciones. Este año, viene una nueva versión de “The Lion King” (Roger Allers, Rob Minkoff, 1994) que nadie había pedido. Más adelante, estrenarán “Aladdin” (Guy Ritchie, 2019), ahora con actores de carne y hueso, y un Will Smith teñido de azul tratando de hacernos olvidar la voz de Robin Williams en el genio.

Por el momento, tenemos aquí a “Dumbo”. Estrenado en 1941, es uno de los filmes claves de la era dorada de la animación. No en balde, en 2017, la Librería del Congreso de Estados Unidos lo incluyó en la colección del Registro Nacional del Film. Pero un animalito silente, protagonizando una película que apenas dura una hora y cuatro minutos, no puede ser competitivo en el mercado actual. Por eso, el estudio ha comisionado un nuevo guion, escrito por Helen Aberson y Ehren Kruger. La dirección ha sido asignada a Tim Burton, probado como mercenario eficiente con “Alicia en el País de las Maravillas” (2010).

“Dumbo” pasa a segundo plano frente al drama de los humanos: Holt Farrier (Colin Farrell) regresa de la II Guerra Mundial con un brazo de menos. En su ausencia, ha muerto su esposa, compañera de un número de rodeo en el circo de los Hermanos Medici. Para mantener a sus hijos, Milly (Nico Parker) y Joe (Finley Hobbins), Holt acepta el puesto de domador de elefantes. Quiere la suerte que Max Medici (Danny de Vito), dueño del circo, haya invertido en una elefanta embarazada, apostando a que la cría atraerá público. Cuando el animalito nace, sus orejas gigantescas parecen sabotear los planes. Pronto, los niños descubren que pueden funcionar como alas, convirtiéndolo en una fenomenal atracción. Al sonido del dinero, aparece el empresario V.A. Vandevere (Michael Keaton), dispuesto a comprar al circo entero, con tal de presentar al elefantito en su lujoso parque de atracciones.

Los elefantes parecen entender a los humanos, pero son estos los que controlan los hilos de la trama. “Dumbo” es un extra en su propia historia. La película trabaja tiempo extra para ser coherente con la mentalidad contemporánea. La pequeña Milly quiere estudiar y ser científica. En unos de los giros más improbables, los veteranos del circo Medici conspiran para liberar a los elefantes, abogando tácitamente por la modalidad de circo sin animales que se ha convertido en el estándar de nuestros días. Y en un sustancial arrebato de autocrítica —o cinismo—, el villano es un codicioso magnate de los parques de diversiones, no muy distinto al viejo tío Walt.

La nueva película dura casi el doble que la original. Eso se traduce en mucho peso muerto. Curiosamente, el evento más prescindible es un homenaje al filme original. Una de las secuencias más memorables presentaba las alucinaciones etílicas que Dumbo experimentaba después de ingerir accidentalmente licor. La secuencia mostraba a los folclóricos “elefantes rosados” que popularmente se asociaban con la borrachera, invadiendo la pista de un circo. Mientras el grueso de la película invocaba una realidad reconocible, este segmento deja que el mundo de las pesadillas irrumpa en la pantalla con el aplomo de un surrealista. Como Dalí, insertando una secuencia en un filme de Hitchcock —“Spellbound” (1945)— Aquí, antes de que Dumbo tome la pista, unas ‘vedettes’ construyen elefantes gigantes con pompas de jabón. Tienen la forma de las caricaturas de 1941, pero nada de la magia.

Burton es un estilista extraordinario, pero aquí trabaja en piloto automático. El diseño de producción es brillante, pero no tiene vida. La artificialidad de los elementos animados contagia a los humanos. Lo más rescatable de la película escapará del público infantil. Eva Green, interpretando a una exótica trapecista francesa, invoca una carnalidad que se acentúa en medio del artificio. Tiene química con Farrell, al extremo que uno desea que escapen a una película más humana, y más adulta. Claro, eso es una tontería. Hay un elefante volador en el aire, y como muestra la toma de un estante repleto de peluches a la entrada del circo…esto no es magia. Es comercio.

“Dumbo”
Dirección: Tim Burton
Duración: 1 hora, 52 minutos
Clasificación:  ⭐⭐ (Regular)


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