Perfiles
Inició en la música cantando contra la dictadura somocista y cuarenta años después, vuelve a alzar su voz en contra de otra: la de Daniel Ortega. Esta es la historia de uno de los integrantes del grupo Pancasán.
Francisco Cedeño conoció la clandestinidad mucho antes de cumplir los 20 años. Era la década de los setenta y en Nicaragua se vivía una insurrección. Fue en esa misma clandestinidad que compuso canciones testimoniales que en esa época se volvieron himnos.
Pancho, como hasta hoy es conocido, era uno de los integrantes del grupo Pancasán, autores de las canciones: La Hora Cero, Apuntes del Tío Sam y María Rural. Cuarenta años después, ha vuelto a escribir y componer ante el clamor de una nueva generación que pide el fin de otra dictadura.
“Por segunda vez en mi vida estoy haciendo canciones en contra de una dictadura y sí, son canciones de lucha”, dice.
Hace más de un año, en el pequeño estudio musical que construyó en su casa, compuso y escribió la primera melodía que le dictó su corazón, después de ver en una de las marchas, la peregrinación de unos jóvenes que al anochecer alzaban en sus brazos unas cruces y mochilas en honor a los estudiantes desaparecidos y asesinados.
“El contexto de hoy me encuentra con 60 años. Con una madurez de vida, con una forma de ver más clara, más serena y menos impulsiva que cuando tenía 20. No me arrepiento de lo que hice antes y no me arrepiento hoy de expresar lo que tengo que expresar a través de una canción”, afirma.
El canto de ayer
Las primeras veces que Pancho Cedeño cantó con el grupo Pancasán fueron en los pabellones y aulas de la UNAN. Fue allí que todos se unieron y acogieron en la música, como hoy lo hacen las nuevas generaciones, el grito de lucha hecho canción.
“Nosotros ensayábamos de noche en las aulas y también hacíamos lo que en esa época se conocía como ‘labores de conspiración‘. Algunas de las canciones las compusimos entre todos, otras eran de Salvador Baltodano y algunas eran mías. Y el canto que comenzó en las actividades del movimiento estudiantil se trasladó a los barrios, a los departamentos y a algunas zonas semi rurales del Pacífico”, recuerda.
En esos días cantar a favor de la insurrección, al igual que hoy también, era casi un delito. Aquellos que se atrevían hacerlo sabían que tenían que ocultarse de la Guardia Nacional y en los mítines, similares a los hoy piquetes exprés, solo tendrían oportunidad de cantar una o dos canciones.
“(En aquel entonces) había que tener buenas piernas porque la Guardia te iba a perseguir y si te agarraban, te pateaban, te llevaban preso o te desaparecían. Nosotros antes de ir a los mítines planeábamos por dónde íbamos a salir corriendo, a veces había un carro que nos esperaba a dos cuadras. Llevamos otra camisa y en la corrida nos cambiábamos. Más de alguna vez la Guardia descubrió donde dejamos las guitarras y se las llevó”, cuenta Cedeño.
Al triunfo de la Revolución, Pancasán hizo una pausa y los integrantes se dedicaron hacer otras cosas. Años después, en los ochenta, se integraron otras personas y cambiaron el sonido musical que los caracterizaba. Pero sus canciones quedaron dentro del repertorio de música testimonial de esos años.
“El arte y la música es un reflejo de su época. Las canciones que se hicieron en aquel entonces son un reflejo de su época y el arte de hoy, es el reflejo de lo que estamos viviendo”.
El grito del pueblo azul y blanco
La primera canción que Pancho Cedeño compuso en este nuevo contexto dictatorial se titula: «Atabal de la revoluta». Fue escrita y grabada unos años antes que surgiera la crisis de abril de 2018 y es una combinación de rapeos y coplas con los que critica a la clase política de Nicaragua que a su juicio empujaron al país a este punto.
Su segunda canción llamada “En Abril” surgió en los meses que el régimen ejecutó la «Operación Limpieza» y esta fue grabada a distancia, gracias a la tecnología, por el grupo de jóvenes que alguna vez formaron Pancasán.
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“Quise hacerla con el grupo y logramos reunirnos los originales de Pancasán gracias a la tecnología. Esta es una canción hecha a los caídos. Y es que nuestro canto siempre ha sido a los caídos porque la canción testimonial así es. Nosotros nunca creímos en el culto a la personalidad, por lo menos la generación que comenzó en los setenta no estaba por prevendas, estabámos por un compromiso, porque creíamos que como jóvenes teníamos que involúcranos, después, en los ochenta, sucedieron otras cosas”, explica.
A este repertorio se sumó la versión renovada de “Canción a un reo político”, una canción que fue escrita hace más de cuarenta años cuando la dictadura somocista apresaba a los opositores, y “El desaparecido”, una canción escrita para las decenas de nicaragüenses desaparecidos desde abril de 2018.
“Nosotros fuimos la generación que hizo la Revolución (…) y yo me imaginaba que iba a llegar tal vez a los sesenta en otro tipo de país, un país con más oportunidades, mayor desarrollo, mayor respeto, muy avanzado en las formas de ver las cosas”, se lamenta.