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“El cerebro es complejo, pero maravilloso”

Carolina Cantarero neurocirujana

Los neurocirujanos como la doctora Carolina Cantarero viven, respiran y operan en plazos de vida o muerte. Abrir el cráneo para salvar la vida del paciente, teniendo en cuenta que el más mínimo error pudiera desencadenar secuelas irreversibles, mantienen la tensión al máximo.

Son esa adrenalina y pasión, sin embargo, las que hacen que la doctora Cantarero, de 39 años, ame su trabajo con tanto fervor. Ella es la primera mujer nicaragüense en graduarse en esta especialidad y además es la primera profesional del país en hacer la especialidad de neurocirugía pediátrica.

“El cerebro es complejo y maravilloso, cuando estás operando estás dándolo todo, son diez horas de tu vida que se van en cirugía, pero no importa, soy feliz”, expresa Cantarero.

Para ella, la oportunidad de mejorar la calidad de vida de los niños y utilizar los avances tecnológicos en hacer procedimientos lo menos invasivos posibles, es una tarea que toma con la responsabilidad y fuerza que conlleva.

“Antes se pensaba que la neurocirugía pediátrica era un pronóstico oscuro, pero no, tiene muy buenos resultados”, explica la doctora.

La conexión con la cirugía de cerebro

Aunque de niña nunca soñó con ser médico, un evento en la adolescencia cambió su percepción. A los doce años, en 1987, su abuelo materno fue atropellado en Managua. Fue operado por un hematoma en la cabeza, pero la intervención lo dejó en coma. Al poco tiempo falleció.

Cantarero recuerda que ese evento la marcó y que por su mente se cruzó la idea de ser cirujana de cerebro: “tal vez se pudo haber hecho algo por mi abuelo”, se dijo de adolescente.

Entró a la universidad a estudiar Medicina, aunque no estaba decidida por ninguna especialidad, pues le gustaban todas. En el internado le llamó mucho la atención ginecología y estaba decidida a especializarse en esa rama.

Sin embargo, los reveses del destino la llevaron hacia otros rumbos. Por problemas administrativos en la universidad, esa generación de médicos graduados salió cinco meses después de lo esperado y Cantarero logró defender su tesis hasta en mayo del año 2000, no pudo hacer los exámenes de especialidad para ese año. Se acercó al Hospital Lenín Fonseca a ofrecerse como médico voluntaria para trabajar en emergencias.

“Era como mi hospital madre. Entonces hablé con el doctor Eddy Zepeda, que era el jefe de emergencias y me dijo que sí. Estando de voluntaria ahí me ofrecen entrar a trabajar en neurocirugía, y en ese momento me hizo como clic: ¡cirugía cerebral, donde estuvo mi abuelito! No lo pensé dos veces”, cuenta Cantarero.

Ella trabajó un año en esa área hasta que la UNAN abrió la especialidad de neurocirugía. Hizo los exámenes y logró clasificar. En 2006, se graduó en la primera generación de médicos neurocirujanos del país, y ella fue la única mujer.

“Éramos seis nada más los que nos graduamos. Cuando entré otros médicos me decían ahí es pesado, ahí es terrible, pero me encantó desde que entré”, dice la doctora.

Ingresó en 2007 a trabajar en el Hospital Manuel de Jesús Rivera “La Mascota”, que en ese momento no tenía un área de neurocirugía y los niños eran remitidos al Lenín Fonseca, donde eran tratados por neurocirujanos de adultos.

En 2012 se trasladó a México a estudiar Neurocirugía pediátrica en el Hospital Infantil “Federico Gómez”, un centro de referencia nacional en México y a nivel latinoamericano.

Ahí, de la mano de los mejores especialistas de ese país, logró culminar su título con honores. Recibió ofertas de trabajo para quedarse, y entró en una encrucijada.

“Cuando terminé neurocirugía pediátrica me iba a quedar en México trabajando, pero quería regresar aquí (a Nicaragua) a hacer tantas cosas que faltaban por hacer. Una parte mi quería quedarse allá, pero aquí había que abrir camino, yo quería ayudar a los niños y por eso me vine”, manifiesta la neurocirujana.

A Nicaragua volvió para seguir trabajando en el Hospital La Mascota y también en Hospitales privados como el Vivian Pellas y Salud Integral. En este último realizó la primera neurocirugía navegada en el país.

“Era una niña que tenía secuelas de meningitis, tenía un quiste en el cerebro y logramos meter el endoscopio por un agujero de 2.5 centímetros y atravesamos toda la corteza cerebral. Esta es una cirugía que hubiera sido abierta, grande, y nosotros pudimos drenar ese quiste. En ese momento no había neuronavegador y se tuvo que traer de Costa Rica”, explica Cantarero.