Estilo

El clamor de las familias que esperan afuera de El Chipote
Los familiares llegan a la Dirección de Auxilio Judicial para verificar la lista de detenidos. Foto: Rodrigo Sura | EFE

Algunos duermen en El Chipote y no piensan moverse hasta que les entreguen a sus seres queridos, la mayoría fueron detenidos arbitrariamente por "civiles" encapuchados y policías

Anastacia Morales tiene 96 años y desde hace cinco días, su nieto permanece detenido arbitrariamente en la Dirección de Auxilio Judicial (DAJ), mejor conocida como El Chipote. Anastacia espera en la entrada de este centro de detención, cuya fama se ha construido a raíz del terror que producen las historias de torturas que albergan sus paredes.

La anciana aguarda sentada durante horas en una silla de plástico roja, rodeada de almohadas. Su espera tiene nombre: Bernardo José Jarquín Urbina, de 27 años, detenido por la Policía Nacional y los paramilitares el 15 de junio en la zona de Multicentro Las Américas.

“Yo me siento culpable, porque en realidad él –Bernardo– me iba a traer. Yo lo que le pido es que me lo den por el amor de Dios y la Virgen Santísima. Ya no aguanto estar aquí cinco días. No me da ni hambre. Estoy pidiendo a Dios de que me lo saque”, dice.

Ha logrado verlo solo una vez que los oficiales la dejaron entrar por 15 minutos. Cuenta que lo notó «bien», y al menos tiene la «tranquilidad» que a su nieto no le han hecho daño, pero esto no le basta para irse a su casa. Anastacia lo que quiere es que se lo entreguen, para “irse con él en paz”.

Su rostro se ha vuelto viral en las redes sociales y en algunos medios internacionales. Le han mandado muestras de solidaridad desde España y Estados Unidos. Sus familiares hacen turno para acompañarla durante el día y la noche. Pese a que padece del corazón y ha recibido la visita de un médico, no piensa moverse hasta que su nieto esté libre. “Eso es todo lo que quiero, que me lo den”, exclama.

Anastacia crió a Bernardo desde pequeño, «de ahí viene el cariño que le tiene», dicen las tías del detenido que acompañan a la anciana. Ella es su «mita». Hoy espera volver a verlo y que la dejen entrar, aunque sea unos quince minutos.

«Mejor no hubiera ido. Todo estaba tranquilo. Solo para eso (fui). Digo yo que soy la culpable… ¡¿para qué salí?!», se reprocha Anastacia.

Junto a ella, hay más de una decena de madres, hermanas, esposas y cuñadas de los detenidos. Casi todas esperan desde el viernes la liberación de sus familiares. Dentro de las celdas del Chipote, hay jóvenes de 19, hasta de 37 años. Algunos secuestrados en la calle, mientras iban al trabajo, y otros sacados sin orden alguna en sus casas. Como en el caso de Wilder Octavio García. El 12 de junio, la Policía Nacional fue hasta su vivienda ubicada en el barrio Primavera. Antes de ser llevado a la Dirección de Auxilio Judicial, Wilder logró llamar a su madre, María Magdalena Saldaña quien le dijo: “Que la Sangre de Cristo te cubra. Entregate, porque no has hecho nada malo».

“Mi hijo saldrá libre porque él es un hombre trabajador que no ha cometido ningún delito y si es por levantar la bandera azul y blanco, que es la que tenemos que respetar todos los nicaragüenses, ahora yo levantaré más banderas y mañana vengo vestida de azul con mi bandera alzándola, porque ese es un derecho que todos nosotros tenemos”, sentencia la madre.

María Magdalena espera junto a unas 20 personas más a que sean las cinco de la tarde para dejarle la cena a su hijo. Los platos de comida son donados por un grupo de personas que llegan diario. Para algunas familias, esto resulta un alivio.

Pero la ayuda no se queda allí. Es común que durante la tarde lleguen ciudadanos a dejar botellas de agua, galletas, picos, pan, de todo. “Es cuando más hemos comido”, dice un familiar que espera en el Chipote.

A María Magdalena, le regalaron una cama movible para que descanse por la noches. “Si no sale mi hijo, yo no me iré y si mañana no sale, aquí seguiré. Y no me iré hasta que sepa las condiciones de mi hijo”, exclama.

A unos metros de María Magdalena, está Gina Poveda. A su esposo, Joel Antonio Mayorga, yerno de Milciades Poveda, integrante del grupo musical Los de Palacagüina, lo detuvieron el viernes 15 de junio en su casa, en Villa Progreso. Y no solo eso, también se llevaron productos que Gina vende. Ella cree que su esposo fue arrestado por estar en “la lista de los CPC”. Algunos familiares han denunciado públicamente la existencia de este listado donde aparecen personas que no comulgan con el partido o han ayudado a los jóvenes que están en las barricadas.

“Si algo le pasaba a mi esposo, son tres personas (de los CPC) las que tengo (identificadas). Ellos son los que se encargan de andar viendo y amputando a la gente”, sentencia Gina.

Como ella hay otros familiares que no pierden la esperanza. «Sé que esta noche lo me van sacar», se repiten una y otra vez cada día.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.