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Fotoensayo

El contador de historias de La Mascota
Fotos de Rubén Lucía

Chema Campos, enfermo de Insuficiencia Renal, visita a niños con cáncer para aliviar con cuentos su sufrimiento

     

Cuando Chema Campos entró a contarle una historia a una pequeña paciente de cáncer en el hospital La Mascota, volví a reconocer que Managua está llena de historias increíbles. Donde uno menos se lo espera, como en los barrios nada bonitos que rodean al hospital La Mascota, por ejemplo. Allí hay un mundo de gestos, de gente desconocida para el resto de la ciudad, pero que sí conocen bien en las salas de los niños afectados por el cáncer y en el alojamiento para sus familias.

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Una de esas personas es Chema Campos, un contador de historias para niños que cada semana, desde hace 10 años, tras someterse a hemodiálisis dos veces por semana, va a leerle cuentos a los pequeños ingresados en las salas de oncología.

Chema conoce bien el dolor, y ha estado más cerca de la muerte que la mayoría de nosotros durante estos años por la insuficiencia renal crónica que arrastra, y que se ha llevado tantas vidas en Nicaragua.

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Con la debilidad y la incertidumbre, no ha encontrado en el mundo de los adultos lo que sí ha descubierto en el de los niños: la posibilidad de encarar la muerte cercana a través de la imaginación y la fantasía. Chema es una historia sin final. Su rostro sólo se relaja y sonríe cuando está con los niños. Pero sus brazos delatan el enorme impacto de la insuficiencia renal.

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Chema enseña sin reparo los quistes enormes que le salen en el brazo. Sus venas necesitan repararse cirugía tras cirugía. Ya es un enjambre por dentro parecido al de los cables desnudos de la luz en las casas pobres. Yo miro de reojo los bultos. Pero para mi sorpresa, a los niños no les asusta. Más bien, preguntan curiosos. Y él le contesta que son “músculos de un superhéroe”.

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La cirugía más reciente de Chema fue el 3 de noviembre en el Militar. Lleva tantas encima que ya ni las cuenta. Pero sus escasos recursos se resienten los días que debe pasar en el hospital y los de convalecencia. Él está acostumbrado a lidiar con poco o con nada: fue un niño de la calle, me cuenta. Quiso hacerse religioso, pero acabó trabajando en una ONG en la que descubrió los secretos y técnicas de los cuentacuentos. Ahora va por libre, pero deben también mantener a su propia familia.

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Le acompañamos varias tardes, desde su casa, a unas cuantas cuadras del hospital La Mascota, a leer cuentos a los niños. Chema hace algo distinto. No entra en las salas de los niños en cama a contarles una historia sin más. Primero les pregunta si ellos se saben alguna.

Una niña de San Rafael, de nueve años, le dijo que ella se sabía una de memoria. Se titulaba El perro sin voz. A la niña le faltaba el aire, pero entre sollozos consiguió contarla hasta el final. La mamá de la niña entró en la sala al final del cuento, y se le pusieron los ojos brillantes. Nos dijo que era increíble, sólo le había contado a la niña esa historia una vez, hacía mucho tiempo. Nunca más la había vuelto a contar. Sin embargo, a la pequeña se le quedó en la memoria con todo lujo de detalles, como si hubiese esperado durante años tener a alguien enfrente que le escuchara contarla.

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Chema no pertenece a ninguna organización. Todo lo hace solo y voluntariamente. Ahora necesita ayuda económica para seguir viviendo y seguir contando historias a los niños. Es un hombre extraordinario al que hay que conocer. Y al que hay que ayudar en la medida de lo posible. No podemos dejar que se apague la magia que él mismo descubrió con los niños que no le tienen miedo a la muerte. En la memoria de los niños estamos todos nosotros.

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*Eduardo Wong Valle

Su última cirugía “fue muy extensa, varias cortadas en mis brazos, y eso viene de lo dramático que son las hemodiálisis”, explica Chema. Ha sido muy difícil para él continuar acomodando a su familia que ve su necesidad de medicamentos y tiene que cubrir los gastos que se requieren para mantener su salud estable. El costo del transporte, como taxi y combustible, además de alimento ha sido un reto duro para su familia. “Hemos vivido una década de restricción total y la gente no sabe mucho sobre esto”, lamenta.

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Chema lleva en su pared una especie de diario con frases que le han dicho sus hijos // Fotos de Rubén Lucía

Él ha creado una página en Facebook llamada “Storytelling at La Mascota Children Hospital” donde comparte su experiencia como lector para niños. A Chema le alienta mucho hablar sobre aquellos que están luchando por vivir, los niños que son muy poco entendidos: como los niños con cáncer y  VIH. “Yo prometí dedicar mis últimos días a compartirlos con ellos”, asevera Chema.

Hace 10 años lo desahuciaron, le dieron dos horas para morir, y desde entonces ha tenido la oportunidad de leerle a muchos niños. “Compartir con ellos es como brindarle vida a lo que el cáncer ha robado”, expresa Chema. “Es importante que tengan la oportunidad de reír, de soñar y sonreír”, concluye.


Si deseás ayudar a Chema podés depositar tu contribución en las siguientes cuentas bancarias:
LA FISE // Bancentro: 1615-0143-6 (dólares) 400-5011-37 (córdobas)
O podés contactarlo en:
Teléfonos: 22895103 // 83936570
[email protected]

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