En pantalla

El deseo y el materialismo combustionan en el misterio de “Burning”

Esta cinta, disponible en Netflix, está basada en un relato del famoso autor japonés Haruki Murakami.

Lee Chang-Dong es uno de los cineastas surcoreanos más aclamados a nivel mundial. “Burning”, su película más reciente, es un buen puerto de entrada a su obra. Ganó el Premio de la Federación Internacional de Críticos de Cine en el Festival de Cannes 2018, y fue incluida en la selección oficial, como candidata a la Palma de Oro, en una muestra altamente competitiva. La Palma de Oro fue a manos del japonés Hirokazu Kore-Eda, con “Shoplifters”, otro título indispensable, que debe ver a toda costa.

El protagonista de “Burning” es Lee Jong-Su (Ah-in Yoo), un joven con ambiciones de convertirse en escritor. Divide su tiempo entre trabajos que le permiten pagar las cuentas, y el cuido de la modesta granja de su padre, preso por agredir a un burócrata municipal. Un día, Jong-Su es abordado en una agitada calle comercial por Shin Hae-mi (Jong Seo-Jun). Ella es una impulsadora comercial, bailando en una acera, promoviendo las rebajas de un almacén. Cuando él no la reconoce, ella se identifica como una vecina de infancia. “Me hice cirugía plástica. Ahora soy bonita”, explica. La pareja se enfrasca en una relación de facto, hasta que ella regresa de unas vacaciones con un nuevo mejor amigo. Su nombre es Ben (Steven Yeun). Apuesto, adinerado y con nombre occidental, Ben desplaza silenciosamente a Jong-Su. El triángulo amoroso se desdibuja entre cortejo y amistad, mientras una silenciosa tensión promete un desenlace violento. Revelar más detalles de la trama podría suavizar el impacto de la película, un lacerante drama que arde a fuego lento.

“Burning” está basada en un relato del autor japonés Haruki Murakami. La historia original, de apenas 13 páginas, establece la línea básica de la trama. Chang-Dong realiza un ejemplar trabajo de adaptación, conservando su esencia y expandiendo su alcance. También ofrece un guiño generoso a los fanáticos del escritor japonés: un gato, que podría existir o no, figura en la trama (los felinos domésticos son un elemento recurrente en la obra de Murakami). Pero la caprichosa atmósfera surrealista de su narrativa es suplantada por una especie de realismo expresivo.

Convertir a los protagonistas en jóvenes, apenas iniciando la vida adulta, permite aprovechar la cualidad amorfa de esa etapa de la vida, en la cual el individuo lucha por saber quién es en realidad. Jong-Su quiere ser escritor. El deseo es parte de su identidad, pero apenas escribe. Al menos, puede reclamar a Faulkner como su escritor favorito; y comparar a Ben con Jay Gatsby, el misterioso millonario de la novela de F. Scott Fitzgerald. Hae-Min vive para encarnar su ideal de belleza. “Es de esas chicas que trabajan para pagar su deuda de tarjeta de crédito”, dice una exjefa. La riqueza de Ben nunca es explicada. Es otra faceta misteriosa de esta atractiva quimera. La atención al ambiente y comportamiento de los personajes cristaliza sus lugares en la escala social, aterrizando el melodrama en una realidad reconocible.

En una escena reveladora, el trío sale una noche con los amigos ricos de Ben. La muchacha dramatiza una anécdota de su viaje, ante la gélida cordialidad de los acompañantes. Ella no pertenece a ese grupo, pero no se da cuenta. O decide ignorarlo. Este es el tipo de película que prefiere sugerir, antes que decir. No hay hostilidad patente entre los dos hombres. Más que un amigo, Ben necesita un confidente. “Me gusta quemar invernaderos”, le confiesa a Jong-Su en un momento de intimidad, abonado por un poco de marihuana. Es una confesión extraña, que cobrará sentido en el tercio final de la película.

El director no hace alusiones directas al régimen de Corea del Norte, pero la política es, literalmente, un eco lejano. La finca de Jong-Su es limítrofe con el belicoso vecino del norte. Transmisiones de radio propagandística reverberan entre las montañas, como el rumor de una locura incipiente. Los tres protagonistas viven ajenos a la toxicidad totalitaria de los vecinos del norte, pero la paz capitalista que los alberga tiene sus propios riesgos: diferencias de clases, roles de género, y una intangible angustia existencial que finalmente les pasa la cuenta. Entre los tres vértices de su triángulo, el director destila las ansiedades de una generación y un país entero.

“Burning» (Beoning)
Dirección: Lee Chang-Dong
Duración: 2 horas, 28 minutos.
Clasificación:  ⭐⭐⭐⭐ (Muy Buena)
Disponible en Netflix


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