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El estrés en el embarazo sale caro

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La muerte de un familiar cercano durante el embarazo puede ser una gran catástrofe, al igual que sufrir un atentado terrorista, o que un tornado derrumbe por completo tu casa. Pero no hay que llegar a estos extremos para que una mujer gestante se estrese. Fuentes de altos niveles de estrés durante el embarazo también pueden ser sufrir la violencia de género, una amenaza de parto prematuro, tener problemas económicos para llegar a final de mes, el miedo al parto, o quedar embarazada durante una pandemia, entre otros.

¿Puede el estrés ser bueno?

Que exista estrés no es necesariamente negativo. Está demostrado que incluso puede resultar beneficioso en algunas ocasiones. Por ejemplo, si vamos a cruzar una calle y notamos que se acerca un coche, nuestro organismo va a activar una serie de mecanismos relacionados con el estrés para poder reaccionar a tiempo y que ese coche no nos atropelle. El estrés va a hacer posible que nuestros sentidos se agudicen, que nuestro cerebro comience a trabajar más rápido, que nuestros músculos se tensen y se llenen rápidamente de energía para, o bien pararnos en seco antes de cruzar la calle, o bien dar una carrera para salvarnos de un accidente.

El estrés nos salva la vida en múltiples ocasiones y ha hecho posible que la humanidad como especie haya llegado hasta donde nos encontramos hoy en día. Todo un milagro de la naturaleza.

Mucho estrés, poca salud

Un reciente estudio basado en 65 millones de mujeres embarazadas y sus recién nacidos –provenientes de diversos países de Europa, América del Norte, Asia y Oceanía– ha desvelado que los hijos de mujeres con altos niveles de estrés en el embarazo tienen mayor riesgo de sufrir autismo, cólico del lactante u obesidad a lo largo de sus vidas.

Lo más sorprendente del estudio es que ofrece pruebas de que el estrés de la madre puede afectar a la descendencia y de que esos efectos negativos tienen un impacto a lo largo de toda la vida de esos recién nacidos.

El estrés psicológico transforma nuestra biología

Se sabe que el estrés psicológico durante el embarazo altera diversas hormonas y neurotransmisores. Sin ir más lejos, el estrés materno es capaz de modificar los niveles de la hormona cortisol, también conocida como la hormona del estrés, que es capaz de atravesar la placenta y llegar al bebé antes de nacer.

Esos niveles elevados de la hormona cortisol en el feto son capaces de modificar el desarrollo de algunos de los órganos del bebé, incluido su cerebro. Así, un bebé que ha estado nadando en cantidades elevadas de cortisol durante el embarazo tendrá después de nacer una menor capacidad de aprender a hablar o a andar.

Además, existen otras vías por las que el estrés materno puede llegar al feto en desarrollo. Sabemos que altos niveles de estrés psicológico durante el embarazo van a producir cambios en la maduración del cerebro por medio de modificaciones en algunos neurotransmisores como la serotonina, dopamina o noradrenalina.

Cerebro e intestino están conectados

Sorprendentemente existe una clara relación entre el cerebro y el intestino, lo que se conoce como eje intestino-cerebro. Que exista implica que los microorganismos que viven en nuestros intestinos (microbiota intestinal) afectan directamente al funcionamiento de nuestro sistema nervioso central. Y viceversa: el estrés psicológico puede modificar la microbiota intestinal, de tal modo que altos niveles de estrés modifican la calidad de la microbiota, lo que alterara la fisiología y el funcionamiento del sistema nervioso

En el momento del parto, algunos microorganismos del intestino materno pueden alcanzar al bebé y modificar la manera en la que se desarrollará su cerebro . Además, resulta que esa microbiota intestinal materna puede influir en algunas dolencias intestinales del recién nacido, como el cólico del lactante.

Tanto el cólico del lactante, como la obesidad o el autismo son condiciones que dependen de varios factores (ambientales, genéticos, psicológicos). El estrés psicológico durante el embarazo representa un factor más a tener en cuenta, que aumenta la probabilidad de que aparezcan estos problemas.

La conclusión más inmediata es que una buena estrategia para mejorar la salud de los recién nacidos sería reducir en lo posible la cantidad de estrés a la que están expuestas las mujeres embarazadas.

*Este artículo fue republicado The Conversation bajo licencia Creative Commons. Lea el artículo originalRafael A. Caparros-Gonzalez, Profesor de Ciencias de la Salud (Enfermería), Universidad de Granada