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El Gran Showman: Hugh Jackman baila, canta y conquista
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El Gran Showman. Foto: Twentieth Century Fox

El Gran Showman se toma a pecho el espíritu populista, creando una fantasía romántica de superación personal. Es una producción original, diseñada para lucir los talentos de Hugh Jackman

Si alguien nació para abonar un musical con su vida, ese fue Phineas Taylor Barnum. En el siglo XIX, este empresario neoyorquino fusionó las tradiciones del teatro de variedades y el circo, para crear un espectáculo popular que convirtió las artes circenses en una industria masiva. Ya en 1980, se estrenó en Broadway una obra inspirada en su vida. “The Greatest Showman” (El Gran Showman) es, sin embargo, una producción original, diseñada para lucir los talentos de Hugh Jackman. El hombre que conocemos como Wolverine no es solo un héroe de acción. Tiene formación teatral, y ha protagonizado producciones muy populares en su nativa Australia, así como en Nueva York y el West End de Londres. En Nicaragua, apenas experimentamos esa faceta en “Les Miserables” (Tom Hooper, 2012). Por eso, su número inicial aún tiene efecto de sorpresa.

Barnum tuvo una vida compleja, con incursiones en el periodismo y la política, pero el guion original de Jenny Bicks y Bill Condon se concentra en su carrera en el mundo del entretenimiento, y en su progreso de la pobreza a la riqueza vía la celebridad. Las escenas promocionales incluyen casi todas las líneas de diálogo verbalizadas en el filme, ocultando el hecho de que estamos ante un musical en el sentido estricto de la palabra. Los personajes cantan sobre sus sentimientos y sus sueños. Las canciones se presentan una tras otras, tumbando a su paso el tiempo y el espacio. Los temas son compuestos por Benj Pasek y Justin Paul, ganadores del Óscar por su trabajo en la reciente “La La Land” (Damien Chazelle, 2016).

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La película se toma a pecho el espíritu populista, creando una fantasía romántica de superación personal. Barnum triunfa porque es fiel a sus ideales. Cuando tropieza, es porque busca obsecadamente la aprobación de la burguesía. Su esposa, Charity (una luminosa Michelle Williams), nació en cuna de oro, pero le da la espalda a sus privilegios para construir una vida con él. Buscando legitimidad, Barnum se desvía para manejar la carrera de la cantante de ópera Jenny Lind (Rebecca Ferguson). Es una doble traición: primero en contra de su devota esposa, segundo, en contra de sus propios orígenes. La bella y sofisticada Jenny es la antítesis de los “fenómenos” que le ayudaron a construir su fortuna.

Para incrementar las credenciales progresistas, la trama incluye un romance interracial entre su socio Phillip Carlyle (Zac Efron), un apuesto heredero de rancia alcurnia, y Anne Wheeler (Zendaya), una bella trapecista morena. Los principales antagonistas son el populacho y los ricachones, turnándose como agentes de violencia e intolerancia, frente a la diversidad representada por los artistas.

“El Gran Showman” no existe para preservar la historia real, sino para vendernos el mito. La mayoría de las asperezas de Barnum quedan limadas para que funcione como un héroe romántico e ideal. El fantasma de la explotación no mete estática en la relación con sus empleados. El único vestigio de oscuridad viene de sus propias debilidades. Tome nota de la escena en la que cierra la puerta en las narices de Lettie (Keala Settle), la mujer barbuda, cuanto trata de entrar al salón donde los ricos agasajan a Barnum y su nueva diva. En general, el tono del filme es celebratorio, idealizado y orgullosamente cursi. Los sets no ocultan su teatralidad. Las canciones son puro “pop” inspiracional.

El número más memorable es el showstopper “Never Enough”, que perdurará para siempre en audiciones para concursos de televisión. Suena como la mejor canción que nunca ganó el festival de la OTI. Antes que salga a buscar los discos de Rebecca Ferguson, sepa que su voz cantante pertenece realmente a la vocalista Loren Allred, veterana concursante del show “The Voice” – servicio social: la banda sonora está disponible en Spotify-. “Nunca es suficiente” podría ser el lema de la película misma. Aquí el exceso es una virtud.

En un epílogo inesperado, Ringling Brothers, Barnum & Bailey, el conglomerado que terminó absorbiendo la empresa fundada por Barnum, cerró  operaciones en mayo del 2017. Ahora, queda como homenaje esta irresistible pieza de escapismo.

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