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El miedo detrás del valor de “El Rey Proscrito”

Los fanáticos de “Braveheart”, la sangrienta épica histórica que le valió el Óscar al actor y director Mel Gibson en 1996, encontrarán una especie de secuela en esta producción original de Netflix.

     

Los fanáticos de “Braveheart”, la sangrienta épica histórica que le valió el Óscar al actor y director Mel Gibson en 1996, encontrarán una especie de secuela en esta producción original de Netflix. Sin embargo, el espíritu y la ejecución de la película de David Mackenzie son radicalmente diferentes.

El título hace alusión a Robert Bruce (Chris Pine), heredero de uno de los clanes más poderosos de Escocia en el siglo XIV. El rey Eduardo I de Inglaterra (Stephen Dillane) avanza en sus pretensiones de anexar el territorio a su reino, fortaleciendo una alianza con los clanes y extendiéndoles títulos nobiliarios a sus líderes. La persecución en contra del rebelde William Wallace, oculto en las montañas, opera como una historia cautelar. Es más fácil rendir pleitesía al monarca, que ser objeto de su cruenta persecución. Algo cambia cuando se descubre que Wallace ha sido asesinado por los ingleses. La violencia innecesaria del acto motiva a Robert a revelarse, pero no será fácil persuadir a los demás líderes escoceses a unirse en rebelión contra un monarca aparentemente invulnerable.

Fotograma de «El Rey proscrito» | Tomada de Internet.

“Outlaw King” es una especie de proyecto soñado para el director David Mackenzie. El tipo de producción ambiciosa que un artista obtiene licencia para acometer después de un éxito de crítica y público. En este caso, se trata de “Hell or Highwater” (2016), un soleado ejercicio de noir, sobre dos hermanos empujados a asaltar bancos en un desesperado intento por salvar la granja de su familia. Mackenzie ejecutó un admirable equilibrio entre las convenciones del género y el comentario social, enraizando su ficción en un palpable sentido de realidad. Buena parte de sus personajes están desesperados por poder pagar sus cuentas, y esta desesperación matiza sus decisiones. No en balde la película conquistó cuatro nominaciones al Óscar, incluyendo Mejor Película y Mejor Guion.

Al volver a casa –Mackenzie es escocés–, y a la historia antigua de su pueblo, el director encuentra la oportunidad de revertir las convenciones de otro género. La épica histórica suele idealizar el pasado. Cualquier ejercicio narrativo que invoque a la monarquía, incluso en papel de antagonista, abona al culto a los reyes con su amorosa reproducción de la pompa y el boato. Mackenzie cumple con los requisitos de reproducir los ropajes y el ambiente del momento. También aprovecha los castillos legendarios y paisajes de su tierra. Sin embargo, hay algo persuasivamente precario en su tratamiento. Las ceremonias se sienten como rituales improvisados, recién inventados para crear la ilusión de legitimidad. Tome nota de la curiosa procesión donde el Príncipe Edward (Billy Howle) encabeza un desfile cargando dos cisnes por el cuello. Pareciera el rito de iniciación de una alienante fraternidad universitaria. En los márgenes de la acción, percibimos el tejido de la vida cotidiana, sucia y precaria. Los castillos son especies de plazas públicas: sucios y transitados. Los espacios habitados por la corona inglesa son marginalmente más elaborados, pero también tienen esa extraña cualidad de experiencia vivida en el momento.

La otra revisión importante tiene que ver con el carácter del protagonismo. El machismo violento e inflamado que Gibson brindó a Wallace contrasta con la inseguridad que Pine infunde en Robert. La duda lo acecha. Cuando da el paso decisivo, responde momento a momento, sobre la marcha, en rumbo hacia un futuro incierto. Las derrotas se acumulan, las filas de sus seguidores son devastadas. Su triunfo será ganado, no un final predeterminado por el temple de héroe que las leyendas petrifican. Aquí, el heroísmo es difícil e inconveniente. Es más probable que te deje atravesado por flechas y flotando en un lago, antes que dejarte triunfal en un trono. Florence Pugh es excelente como una noble inglesa de bajo rango, concedida como esposa a Robert para terminar de sellar su alianza con la corona inglesa. El matrimonio no cumple con ese cometido, pero ella se convierte en una formidable aliada de su esposo.

Si en algo tropieza la película, es en la densidad narrativa que acarrea consigo un pequeño ejército de personajes secundarios. Se ha reportado en la prensa que Mackenzie cortó 20 minutos de escenas de la película después de su estreno en el Festival de Cine de Toronto, la mayor parte en el tercio inicial del filme. La versión original no está disponible, pero al ver el corte oficial disponible en Netflix, uno queda con la sensación que pasan cosas a su alrededor que no terminan de registrarse.

“Outlaw King”
(El Rey Proscrito)
Dirección: David Mackenzie
Duración: 2 horas, 1 minuto
Clasificación: * * *  (Buena)

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