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Monstruo, Coalición y covid-19

Rosario Murillo y Daniel Ortega

Rosario Murillo y Daniel Ortega durante una reunión virtual con el SICA, el 12 de marzo de 2020. // Foto: Gobierno

Hablemos (como dijo Suetonio refiriéndose a Calígula) del monstruo: Rosario Murillo no tiene cabida en la realidad; vive su delirio a costa de millones de personas que serán, tarde o temprano, y sin exclusión, sus víctimas.  Como en el caso del emperador insano, el desquicio de la Murillo no tiene remedio, ni límite, ni freno. Llegado el momento, el monstruo es incapaz de distinguir entre quienes lo adversan y quienes lo alimentan.

Puede ser que ese trance sea ya inevitable, a juzgar por la respuesta que la presidenta de facto ha dado a la mortal amenaza del coronavirus. ¿Presidenta de facto, o dictadora en funciones?: el monstruo parece haber despojado al tirano oficial, su marido, del poder real. ¿Qué está haciendo con el poder? Dar rienda suelta a la orgía surrealista que habita en su mente, pero esta vez no es el escudo nacional, ni el paisaje urbano, lo que deforma sus alucinaciones psicodélicas.

Esta vez la fuerza mortal de que es capaz no es dirigida a un grupo específico, sino a toda la sociedad. Ha convertido la pandemia del coronavirus en un circo. En un circo tan real y cruel como el que organizó, con payasos y demás, el domingo 23 de marzo en la costa del Lago de Managua. La campaña “contra el coronavirus”, ha incluido desfiles escolares, asambleas, marchas, y un carnaval grotescamente titulado “El amor en los tiempos del covid-19”.

Único en el mundo en esta postura, el Estado de Nicaragua bajo el mando de la Murillo no ha llamado a sus ciudadanos a combatir la propagación de la epidemia aumentando la distancia corporal. Su política ha sido exactamente, increíblemente, la opuesta, y no es nada audaz la hipótesis de que la dictadora en funciones haya procurado inducir el contagio, no prevenirlo.

¿Qué hacer? Algunas ideas para el ciudadano común

Este es un momento en la historia de Nicaragua en que la desobediencia civil se hace esencial para sobrevivir.  Para la mayoría de los ciudadanos, seres que no han perdido el instinto de conservación, la respuesta es fácil: desconfiar de toda autoridad política, exigir, pero no esperar, de ningún supuesto liderazgo—todos están en lo suyo.  Buscar cómo aprovisionarse lo mejor posible, dadas las restricciones de la pobreza, y exponerse lo menos posible al contacto físico; cubrirse la boca y la nariz a como sea, y mantener una distancia de al menos dos metros si tiene que salir a la calle. El lavado de manos, por supuesto, y otras medidas de higiene que se anuncian en otros países y circulan en Nicaragua a través de las redes.

¿Qué hacer? Algunas ideas que los políticos que dicen representar al pueblo deberían contemplar.

Siempre que uno los critica, espetan el trillado “vos solo criticás, no proponés”.  Bueno, pues aquí van varias propuestas, que presento a quienes dicen ser la Coalición Nacional, gente que acompaña en lista a Juan Sebastián Chamorro, Félix Maradiaga, José Pallais Arana, Mario Arana, Carlos Tünnermann Bernheim, Azahálea Solís, y otros.  Se los presento, con nombres y apellidos, porque los políticos deben hacerse responsables con nombres y apellidos, y no escudarse en siglas ni en palabras vacías:

La vida de millones de personas está en peligro por la evidente incapacidad mental de quienes controlan los poderes del Estado. Desalojarlos del poder pasa de ser una meta de mediano plazo a un asunto urgente: la amenaza para todos, pobres, pero también ricos; opositores, pero también partidarios del Gobierno, es inminente.  Estos no son momentos para disertar sobre “vías constitucionales”.  Si yo fuera un oficial del Ejército, por ejemplo, tendría que pensar en la plaga que amenaza la salud de mi familia.  Del seno de la Coalición ha salido un volumen considerable de elogios al Ejército. ¿De qué sirve esa cercanía si no vale para proteger a todos de una hecatombe medieval?

El poder económico de un puñado de milmillonarios se sienta a la mesa con ustedes, participa a través de sus representantes en el liderazgo de la Alianza, y de hecho tiene una deuda enorme con el pueblo nicaragüense, tras 12 años de dictadura FSLN-Cosep. Los políticos de la Coalición Nacional deberían pedir a sus aliados del gran capital que pongan sus enormes recursos a trabajar de inmediato para salvar miles de vidas:

Que den vacaciones con goce de sueldo a sus empleados por los próximos 30 días. Sería como un adelanto y un aumento de las vacaciones de Semana Santa, y sería menos de lo que, en otras ocasiones de la historia, decidieron parar por otros motivos.  El gran capital puede absorber las pérdidas, que de todos modos serán peores si la pandemia arrasa y disloca.  Como mencionaba el presidente salvadoreño, no van a quedar en la pobreza por hacerlo.

Que organicen un fondo de apoyo económico significativo para los pequeños productores afiliados a sus cámaras, para ayudar a que también estos puedan absorber el golpe y enviar a sus empleados a refugiarse por tiempo prudencial.

Que pongan sus recursos, dentro y fuera de Nicaragua, a trabajar para asegurarse que los hospitales no carezcan de mascarillas, guantes, y de ser posible, que busquen como aumentar de emergencia la cantidad de respiradores disponibles en el decrépito sistema de salud del país.

Nada de esto está fuera del alcance de las fortunas que, combinadas, poseen el equivalente de más de la mitad (estimado conservador) del Producto Interno Bruto de Nicaragua, un número que ilustra la inequidad económica grotesca del país.

Pueden hacer esto, y pueden hacer más: pueden unirse de una vez al resto de los ciudadanos para que el país tenga, no necesariamente un gobierno ideal, ni un gobierno en el que todos estemos representados (estaremos lejos de eso, en el mejor de los casos) pero al menos un gobierno que no esté en manos del monstruo.

*Más en el blog del autor: Ciudadano X