En pantalla
“El Otro Lado del Viento” es densa e intrincada, plagada de actuaciones brillantes.
«El Otro Lado del Viento” es un artefacto cinematográfico tan milagroso, que existe independiente de cualquier apreciación crítica. Orson Welles, uno de los cineastas más importantes en la historia del medio, murió en 1985 sin terminar de editar su última película. Para ese entonces, llevaba casi diez tratando de conseguir el dinero para completarla. En las décadas siguientes, varios intentos en falso chocaron contra la maraña legal tejida por herederos, financieros y dueños de derechos sobre el material. En el 2017, Netflix, el gigante del streaming, anunció que se encargaría de completar la película – parte de su estrategia para cultivar credibilidad en la industria -. Unos meses después de su estreno en el Festival de Cine de Venecia, cualquier persona, en cualquier lugar del mundo – incluyendo Nicaragua – puede verla en la sala de su casa. Es un epílogo perfecto para esta brutal comedia apocalíptica.
Estamos en el Hollywood de principios de los 70. Jake Hannaford (John Huston) es un legendario director en el ocaso de su carrera. En medio de la desastrosa filmación de su última película, organiza una extraña fiesta de cumpleaños. Decenas de estudiantes de cine y advenedizos son invitados provistos de cámara para filmar todo lo que suceda en su rancho a la orilla de mar. El grupo incluye a sus colaboradores de toda una vida: el productor Matt Costello (Paul Stewart), la editora Maggie Noonan (Mercedes McCambridge), el Maquillista Zimmer (Cameron Mitchell), y muchos más con funciones más nebulosas. Un séquito de directores de nueva generación pujan por convertirse su discípulo favorito, siendo el más aventajado Brooks Otterlake (Peter Bogdanovich). Una escéptica crítica de cine (Susan Strasberg) busca material para un libro. Brilla por su ausencia John Dale (Robert Random), el protagonista del filme en proceso. Lo vemos en fragmentos de la película, proyectados para un financiero poco convencido la genialidad de Hannaford, así como para los invitados a la fiesta. El filme se llama “El Otro Lado del Viento”. Y ese es también el título de la película que nosotros vemos, armada con el material filmado invasivamente por los invitados a la fiesta, y un equipo de producción que filma un documental sobre el supuesto genio incomprendido. En solo la introducción, el narrador nos adelanta que al final de la noche, Hannaford morirá.
Es fácil asumir que Welles se ve reflejado en Hannaford, pero los paralelismos son sólo un arma más en una sátira brutal que no deja títere con cabeza. Más que pasar la cuenta como bálsamo para sus heridas, Welles se burla de la volatilidad de la vida creativa, en un momento específico de la historia de Hollywood. En la primera mitad de los 70, cuando la película se filmó, los viejos leones de la era dorada de los grandes estudios cedían terreno a los rebeldes del “nuevo Hollywood”, miembros de la primera generación de las escuelas de cine. Mientras ellos debatían sobre el alma del séptimo arte, grandes conglomerados empresariales absorbían en sus portafolios los estudios al borde de la quiebra. La clase creativa miraba con envidia el cine europeo, y trataba de imitarlo. No es casualidad que el “filme maldito” que Hannaford no puede terminar, se ve como una sátira de “Zabriskie Point” (Michelangelo Antonioni, 1970). La contra-cultura ya había sido replicada, empacada y vendida al mejor postor.
El insular mundillo de Hollywood puede ser alienante para el espectador contemporáneo, pero Welles invoca proféticamente nuestra era de intensa auto documentación vía teléfonos con cámara. La abundancia de estímulos y la realidad fragmentada se siente como casa. Al invitar a las cámaras en su fiesta, Hannaford ha creado el primer reality show que no sabíamos que existía, a través del cual expondrá las grietas de su fachada. El vertiginoso mosaico de puntos de vista, texturas de película y rangos de proyección fragmenta nuestra percepción, confirmando el carácter elusivo de la imagen y la persona. Vemos momentos filmados en 8 mm, 16 mm, 35 mm, a color o blanco y negro, bajo tormentas de granos o lustrosa iluminación. La película dentro de la película puede ser un chiste, pero tiene cinematografía de un millón de dólares. La fiesta apocalíptica donde la gente se dice sus verdades es un género familiar, pero el espectador necesitará potenciar su complicidad para dejarse llevar por el caos controlado.
Sus esfuerzos se verán recompensados. “El Otro Lado del Viento” es densa e intrincada, plagada de actuaciones brillantes. Bajo el modernismo de su forma, se esconde una irresistible carta de amor envenenada, para la industria que tanto martirizó a Welles.
⭐⭐⭐⭐ // Muy Buena
El otro lado del viento
(The other side of the wind)
Dirección: Orson Welles
Duración: Dos horas, dos minutos
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