En pantalla
Un tenaz abogado pone en riesgo su futuro, su familia y su propia vida para sacar a la luz la verdad sobre un número creciente de muertes inexplicables vinculadas a una poderosa corporación
Todd Haynes, el cineasta detrás de “Carol” (2016), usa un subgénero popular para seguir explorando las incontables maneras en que la sociedad aplasta a los más vulnerables.
Robert Billot (Mark Ruffalo) es un brillante abogado corporativo en una poderosa firma de Cincinnati. Al menos, hasta que Wilbur Tennant (Bill Camp) invade su oficina. Él es un granjero de la vecina Virginia del Oeste. Quiere que investigue porqué sus reses mueren, aquejadas por monstruosos tumores. No le interesa que esa no sea su especialidad. Es el nieto de su vecina. ¡Seguro que va ayudarle! En la esquina opuesta se encuentra la poderosa empresa Dupont. Es tan avanzada, que contamina con químicos artificiales que nadie sabe que existen. Ni siquiera el Gobierno.
Haynes tiene una agenda múltiple. Más que celebrar la decencia de un redentor, mide cuan inconveniente puede ser hacer lo correcto, y cómo la reivindicación se diluye en años de reveses y derrotas. El guion de Mario Corre está basado un artículo periodístico de Nathaniel Rich, publicado en 2016 por The New York Times bajo el título “El abogado que se convirtió en la peor pesadilla de Dupont”. El personaje es más un Sísifo que un David. No hay pedrada milagrosa que derribe al gigante en un segundo. Es una labor dura, ingrata y desgastante. Billot se juega su propia movilidad social —Tennant es un avatar de su pasado, como proletario rural—. Para cuando el triunfo sea patente, tantos inocentes habrán muerto, y tantos millones se habrá ganado el culpable, que la victoria se registraría como pírrica… si para el protagonista no fuera recompensa suficiente hacer lo correcto.
Más allá de la decencia que celebra, la genialidad de Haynes se hace patente en todos los niveles de significado que logra infundir en la narrativa. La película cristaliza como la cultura de la codicia prevalece sobre el sentido de comunidad. “Dark Waters” es el thriller ético más poderoso desde “The Social Network” (David Fincher, 2010). Apoyado en la fascinante fotografía de Edward Lachman, Haynes retrata la soledad de la vida en la urbe moderna. Cada fotograma es como un cuadro vivo que invoca a Edward Hopper para nuestro tiempo. Las líneas de la arquitectura encierran y separan a los individuos. La oscuridad los envuelve como un inquietante manto protector, roto solo por la luz de tubos fluorescentes, indispensables en las oficinas —o en las morgues—. En este vívido retrato del mundo en que habitamos, hasta los espacios de concordia familiar están comercializados. No es casualidad que dos escenas cruciales encuentran a la familia Billot en restaurantes de franquicia, y que el cálido fulgor que ilumina un momento de gracia viene de un rótulo de neón, distintivo de la cadena Benihana.
En el andamiaje de un drama legal tradicional se monta un lacerante análisis sobre la manera en que vivimos ahora. Es común ver roles femeninos de mujeres formidables que apoyan al marido “heroico” asumiendo el papel tradicional de guardiana del hogar —véase en la reciente “Ford versus Ferrari” (James Mangold) cómo se desperdicia a Caitriona Balfe—. Aquí, el personaje de Anne Hathaway asume ese papel —porque es cierto, muchas mujeres hacen justo eso, incluyendo a la verdadera Sra. Billot—, pero la película le concede el derecho a su propia furia. Bill Camp es brillante como el terco e insistente granjero que se convierte en la conciencia de un aprendiz de yuppie. Si no hubiera invadido la oficina del abogado con su caja de videocintas malditas, Billot hubiera seguido su camino hacia el éxito económico y la bancarrota moral. En el centro de este fascinante retrato social se encuentra la brillante actuación de Mark Ruffalo, funcionando como centro de gravedad. Es un alivio ver que los millones de Marvel no la han hecho complaciente.
Lo más conmovedor de la película, es la manera en que retrata como DuPont convierte a sus propias víctimas en cómplices de su ruina. La gente apuesta su vida y la de los demás en un pacto con el diablo. Después de todo, la empresa les da trabajo y funda obras sociales. Si su veneno mata a unos cuantos, por lo menos, lo hace lentamente. Cualquier parecido con los empleados de una dictadura no es pura coincidencia. “Dark Waters” trasciende a los límites de su propia historia y muestra lo mejor y lo peor de la naturaleza humana.
“El Precio de la Verdad” (Dark Waters)
Dirección: Todd Haynes
Duración: 2 horas, 6 minutos
Clasificación: (Muy Buena)