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Cómo surgió esta famosa dupla, y cuáles son las mejores recetas te lo contamos aquí
La noche de este viernes cocinaré alitas de pollo picantes para compartir con los amigos. Será una reunión con cerveza en mano. Las alitas se han vuelto entremés “de cajón” en casi cualquier tertulia. De hecho, la industria de las alitas alrededor del mundo ha instalado sucursales en Nicaragua. Ahora, comer alitas con cervezas es casi un ritual.
Antes no lo era. De hecho, las alitas eran una de las piezas más baratas del pollo. Pero una vez alguien me dijo: “cuando los borrachos comenzaron a comerlas, las alitas subieron de precio”. Es cierto. Un plato de doce “alas-muslitos” se cotiza en algunos sitios en unos diez dólares. Más las “vichas”. La suerte es que en algunos de estos sitios especializados en alitas hay promociones de cerveza, e incluso combos de cerveza y alas, como muestra de que se han convertido en dos aliados casi naturales.
No son gourmet. No son bajas en grasa. Pero son deliciosas cuando son bien hechas. Hay decenas de recetas y múltiples tipos de salsas que las cubren. Pese a la variedad, cualquiera pensaría que estamos ante un plato milenario que se ha venido perfeccionando al paso de los años, y en dependencia de la región donde se cocinan.
Las alitas nacieron un viernes de 1964 en Buffalo, estado de la agitada y hermosa ciudad de New York. En 1980, al periodista del New Yorker Calvin Trillin le dio por investigar el origen de este popular entremés. Las indagaciones lo condujeron al bar Anchor, propiedad del señor Frank Bellissimo y su esposa Teressa.
La historia narra que un pedido equivocado de pollo para cocinar una pasta dio lugar a esta entrada popular. Bellisimo no quiso usar las alas para la salsa de la pasta, y le pidió a Teressa que buscara otra forma de prepararlas. Pasó. Esa noche el hijo del matrimonio le preguntó a Teressa que sí tenía algún aperitivo para darles como cortesía a unos clientes, que ya habían gastado mucho dinero en el bar. Es decir, estaban alegrones.
Así fueron servidas las primeras alitas de pollo bañadas en la salsa de la pasta. Teressa, una mujer creativa, decidió acompañar las alitas con queso azul y rodajas de apio. Así como las sirven en 2016. No es de extrañar que la franquicia en Nicaragua se llame “Buffalo Wings”.
No sé si será una percepción mía, pero es que me parecen mejores las alitas del Buffalo Wings de Galerías Santo Domigo que las del resto de sucursales (pero mejor acá pidan los chunks, más sustanciosos que las alas).
Igual me pasa con Hippos. Para mí, las alitas de Hippos están por encima de cualquiera que haya probado en Nicaragua. La salsa “médium” que usan en sus alitas-muslitos es ideal: pica pero no tanto, y el sabor del recubrimiento anaranjado en el plato es perfecto para embadurnar la papa frita en espiral. Tomar la jarra y sorber cerveza helada.
Las alitas son tan populares que las he probado en cantinas, en restaurantes, y bares en toda Nicaragua. El problema es que los menús las ofrecen como “alitas buffalo” o “alitas picantes”, y lo que recibimos son alas fritas o empanizadas. Muchas veces hechas chicharrón. Sin embargo, muchas veces el sabor está bien, pero no es la alita picante de rigor.
Con la aparición de salsa picante enlatada, estos sitios han comenzado a usarla. El sabor se repite. En cambio, en Buffalo Wings, Hippos y Woodys hay más diversidad de salsas. Lo que me gusta de Hippos es la carnosidad del ala. Siempre viene bien cocida, aunque en el último año han subido los precios y descuidado un poco la cocción. El punto debería ser ni tan cruda ni tan frita, a mi gusto pues.
En este blog quiero que intercambiemos papeles. Que ustedes hagan recomendaciones de dónde probar más alitas picantes. Como me gustan tanto las alitas de Hippos, casi no varío de sitio.
Ya les he pedido a algunos amigos recomendaciones de lugares para ir a probarlas. Me han aconsejado Grill and Chill y Wings House. Por ahora, en este viernes de ¡Otra, Por Favor!, me quedo en casa cocinando mis alitas picantes y tomando cerveza.